En la historia del arte tenemos grandes firmas sin discípulos, cuya genialidad se limita a la producción de artefactos estéticos, pero sus circunstancias vitales —por (in)voluntad o albedrío— lo mantuvieron escindido de la academia. Por otra parte, tenemos lo opuesto, los maestros germinales, aquellos que eligieron el camino de la academia para continuar con la concatenación del flujo y reflujo de las influencias generacionales.
Se trata de creadores que a su vez se dedican a la propedéutica de las artes plásticas, convirtiendo su vida en praxis de lo que enseñan.
Memorias visuales de resilencia es una muestra colectiva de artistas de diversas manifestaciones (dibujo, pintura, escultura, grabado, instalación…), que tienen en común la convergencia en la Facultad de Artes de la UASD, en la que se han desempeñado como docentes, en un intervalo que va desde finales de los años setenta (Amable Sterling) hasta la actualidad (Pedro Veras).
Las piezas están hermanadas por la tríada de lo simbólico, lo temático y lo temporal. En el sentido de reflejar los síntomas de una sociedad en la postrimería de resistir una de las peores crisis en la historia de la humanidad, la pandemia y su corolario de desgracias económico-sanitarias, situación que dislocó el eje ontológico del siglo XXI: disrupción inusitada incluso para la ciencia ficción y sus distopías posapocalípticas.
Lo interesante en la muestra de estos artistas-maestros, cuya labor académica no se limita al ámbito UASDiano, es que cada uno realiza su propuesta desde el propio arsenal de su idiolecto, logrando una colectiva ecléctica, polifónica y provocadora.
Son profesores en contradicción al empirismo, la intuición y el desconocimiento de las técnicas; muy importante para sostener la tradición, puesto que habitamos un mundo en que los cánones, los movimientos y manifiestos están cada vez más ausentes, tanto que en la esfera artística parecería reinar el caos de las propuestas sin estribos.
Los artistas-maestros de la Facultad de Artes nos ofrecen un proyecto visual para el deleite de avezados, aprendices en formación y neófitos. Pero se trata de un corpus discursivo con coherencia en la factura, el concepto que implica cada pieza, así como la curaduría del conjunto.
La riqueza y polivalencia de la muestra resultan inagotables, un banquete de signos, puesto que cada autor es una ventana a su cosmovisión:
El erotismo bizarro de Leonardo Durán; la mitología canina de José Pelletier; el enrarecimiento mágico de Dionisio de la Paz; el cromatismo fragmentado de José Sejo; la lírica de amor filiar en Arelys Subero; el enrarecimiento onírico-erótico de Juan Elías Rodríguez; el retratismo mimético de Eris Estrella; los otoñales bodegones de Liubov Balanustra; el colorido exuberante del Caribe en la topografía de Santos Méndez; el geometrismo enrojecido de Francisco Mata Lima; el rictus de mutismo en las mininas sin boca de Pedro Veras; la coloración feroz de Juan Tiburcio; la cinética dramática en las esculturas de José Rotellini; la personificación de la conducta como lobo-perro en Roberto Germán; la metáfora de los ciclos vitales en Carlos Montesinos; la filosofía de forma-fondo en Manuel Barías; la instauración de una mitología propia en Julián Amado; el trazo desaforado y grotesco de Ruahidy Méndez; las abstracciones de Ernesto Plácido; la maestría de Amable Sterling…
En la propuestas podemos constatar piezas notables dentro de su subgénero, con nombres de consagrados, como Sterling, Durán, De la Paz entre otros; pero analizar cada autor por separado sería un ejercicio de ramificaciones que culminarían en la extensión de un libraco, por lo que preferimos focalizarnos en una mirada de conjunto.
En el futuro pretendemos realizar un abordaje a la trayectoria, muestras y contribuciones de cada uno de los protagonistas de esta unión de creadores, vinculados por su quehacer en las artes plásticas, pero también por su labor docente en la Facultad de Artes de la UASD, la única en su tipo en la República Dominicana, con aportes tales como el Sinposio de Crítica, el Congreso de Artes Visuales y este tipo de exhibiciones, que son ya referentes en la historia del arte de nuestra media isla.
La exhibición colectiva Memorias visuales de la resilencia constituye un vademécum del idiolecto y arsenal de recursos pictóricos de artistas visuales que, como ya argumentamos, son consagrados académicos, por lo que el valor estético de su producción sirve de canon a sus discípulos, un aporte para la historia del arte contemporáneo y material de interés para el coleccionismo.