La segregación racial fue uno de los grandes muros a derribar en la década de 1960 y las siguientes, pues a pesar de estar avanzado el siglo XX, las personas de piel negra no eran tratadas con la misma igualdad de derechos y oportunidades que el resto de los seres humanos.
Esta situación comenzó a cambiar el 1 de febrero del 1960, cuando se desarrolló un acontecimiento que sirvió como punto de referencia y detonante para una cadena de protestas contra la segregación racial, se trató de las Sentadas de Greensboro.
Las sentadas o sit-ins –como indica su nombre– consistieron en permanecer sentados en un sitio público, prohibido para personas “no blancas”, con el propósito de llamar la atención sobre la discriminación racial de que eran víctimas. “De aquí no nos mueve ni Dios” fue la consigna que se hizo famosa y que acompañó este hito histórico.
Al mantenerse en el lugar prohibido por su condición social, los estudiantes universitarios, nombrados Joseph McNeil, David Richmond, Franklin McCain y Ezell Blair Jr., rompieron los patrones al arriesgar sus vidas por sus derechos. Por su valiente acto fueron conocidos como los Cuatro de Greensboro. Las sentadas formaban parte de las tácticas de protestas no violentas, para luchar por sus reivindicaciones.
Al día siguiente de la primera sentada, los medios comenzaron a cubrir el suceso, al tiempo que más de una veintena de estudiantes afroamericanos y alumnos del Bennett College se unieron a los iniciadores, presentándose la misma negativa a servirles. Los estudiantes mantuvieron su firme determinación hasta que el establecimiento cerró sus puertas, recibiendo acoso y ataques que rayaron en la agresión física (Carmichel y Hamilton, 150). En lo adelante, el número de protestantes aumentó a más de sesenta y se incrementó paulatinamente hasta que cinco meses después el dueño del establecimiento, al ver las pérdidas que generaba el conflicto, permitió que le sirvieran comida a los afroamericanos.
Las sentadas tuvieron un gran atractivo para los estudiantes negros nacidos en los guetos que aspiraban a acceder a las universidades. Aunque la participación en las protestas podía significar un mal antecedente en los legajos académicos o para quienes quisieran enseñar o conseguir empleos públicos en el futuro, los jóvenes negros luchaban para adquirir sus credenciales de aceptabilidad y ciudadanía plena.
Algunos jóvenes participantes de los sit-ins fueron expulsados de los claustros universitarios, por las autoridades administrativas o académicas. Pero la medida, lejos de limitar el movimiento, generalizó las protestas. En 1960 a partir de la campaña de sentadas estudiantiles en el estado de Carolina del norte, nació el ya mencionado SNCC, constituido por un fuerte núcleo de activistas, que comenzó a coordinar las actividades. Entre los líderes de la nueva organización se destacó Stokely Carmichael, estudiante y activista en Howard University.
Aunque los sit-ins no perturbaban la paz, las acciones ter- minaban siempre en arrestos masivos. Sin embargo, la represión ponía, aún más en evidencia, lo que significaba ser un joven negro en las ciudades del sur norteamericano. Las demostraciones de protesta dramatizaban esta situación y permitían hacer visible el racismo y despertar la conciencia.
Para septiembre de 1962, la Universidad de Misisipi fue escenario de múltiples disturbios ocasionados por civiles segregacionistas, quienes protestaban para que se le permitiera la inscripción a James Meredith, militar veterano norteamericano, que había servido a la fuerza aérea con muy buenas calificaciones. Luego de los múltiples conflictos y conversaciones entre el presidente John Kennedy con el Gobernador Ross Barnett, a pesar de las conversaciones y los acuerdos, mantuvo la universidad segregada. El 1 de octubre de ese año James Meredith, se convirtió en el primer estudiante afroamericano en ingresar a la Universidad de Mississippi.
En agosto del año siguiente, Martin Luther King, Jr. pronunció su discurso “I Have a Dream” marcando un hito en el camino hacia la liberación negra y la segregación. Alrededor de 250,000 personas fueron testigos del discurso en Washington DC, durante la llamada Marcha en Washington por el trabajo y la libertad (March on Washington for Jobs and Freedom). Las acciones de Martin Luther King encendieron la chispa de los jóvenes estudiantes, motivándolos a expresar sus ideologías y formas de pensar. Sus imágenes y palabras fueron trasmitidos en vivo por las tres cadenas nacionales de televisión:
“…ayer soñé que llegará un día en que esta nación se levante y viva de acuerdo con el verdadero sentido de su credo, según el cual consideramos como verdad evidente que todos los hombres fueron creados iguales… ayer soñé que llegará un día en que, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos esclavistas puedan sentarse juntos a la mesa de la fraternidad. Yo albergo el sueño de que un día, incluso el estado de Misisipi, un estado abrasado por el calor de la injusticia, abrasado por el calor de la opresión, se transformará en un oasis de libertad y de justicia. Yo albergo el sueño de que, un día, allá en Alabama de crueles racistas, de un gobernador que destila solo palabras de interposición y de anulación, un día, justamente allí, en Alabama, niñas y niños negros podrán unir sus manos con niños y niñas blancos como hermanas y hermanos. Yo albergo el sueño de que, un día, todos los valles se alzarán y todas las colinas y montañas se hundirán, las tierras escarpadas se allanarán, las zonas torcidas se enderezarán, la gloria del señor se revelará y todos los humanos podrán verlo. Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con que retorno al sur. Con esta fe podremos extraer de las montañas de la desesperación la piedra de la esperanza. Con esta fe seremos capaces de transformar la áspera discordia de nuestra nación en una hermosa sinfonía de hermandad. Con esta fe seremos capaces de trabajar juntos, luchar juntos, ir a la cárcel juntos, defender juntos la libertad, sabiendo que un día seremos libres”.
Antes de llegar a esta histórica intervención, King había desarrollado varias campañas contra el régimen racista-segregacionista en los estados sureños. También impulsó la conquista de los derechos civiles para los miembros de la comunidad negra, así como su completa integración en todos los aspectos de la vida norteamericana. Protagonizó varias acciones masivas con el método de la no-violencia, inspirado en los principios de Mahatma Gandhi (1869-1948). Su liderazgo representó un desafío para las autoridades estatales, al poner en evidencia los prejuicios raciales, así como la complicidad o la indiferencia de la sociedad sureña.