Los inicios de Mateo Morrison en la literatura, combinados con su defensa del ser cultural dominicano y con su inclinación por la militancia política progresista, despertaron el interés de la juventud de su tiempo y la atención de sus pares consumados. Su debut se dio en el contexto de la transición hacia la construcción de la democracia asumida tras el asesinato de Trujillo el 30 de mayo de 1961. De este proceso, la Guerra de Abril de 1965 y el “gobierno de la contrarrevolución” presidido por Joaquín Balaguer entre 1966 y 1978, constituyen los hitos que modelaron la cercanía de su poesía e inclinación por la animación cultural con las aspiraciones más sanas del pueblo dominicano.
Por la intensidad del ritmo que caracterizaba el quehacer político del país durante el periodo referido, las iniciativas de Mateo Morrison por el cultivo de la literatura, y de compañeros de sueños como Alexis Gómez, Andrés L. Mateo, Tony Raful, Enrique Eusebio, José Molinaza y otros, fueron conocidas en un plazo menor al esperado. Se corría el velo de la discreción para dar paso al reconocimiento público, aquel que genera los encuentros y desencuentros más diversos.
En mi caso, la imagen de Mateo como figura pública provocó varios encuentros, tomado el término en su buen sentido. El primer acercamiento se lo debo a las clases singulares de literatura que hacia 1976 recibiera del poeta Pedro Pablo Fernández, alimentado al ver con frecuencia una vivienda por la Cruz de Mendoza identificada cerca de los Carrión con el rótulo: Familia Morrison. Al parecer, como dijera Pedro Mir, la vida mandaba que poblara sus caminos, pues, a mi llegada como profesor al colegio San Francisco de Asís, en el Ozama, me enteré que había pasado por sus aulas. Poco después, invitado por Evans Lewis, Medar Serrata y Víctor de Frías, en el local de la Juventud Franciscana, frente al colegio, escuché la lectura de su poema Aniversario del dolor. Además, gracias a estos poetas en cierne supe de la definición de Mateo como poeta de la posguerra, y de sus afanes en la animación sociocultural. Con asombro, también me enteré del contraste entre sus escasos años, 20 o menos, con la magnitud de sus tareas literarias y revolucionarias.
Otros puntos de encuentro, todavía sin él saberlo, fueron la UASD y el periódico La Noticia. Al tomar mis clases de francés, debía pasar frente a la Dirección de Extensión Cultural, y cada domingo, esperaba el suplemento cultural Aquí, publicado por dicho periódico. Estos espacios culturales eran dirigidos por el poeta Morrison. Confieso que seguía sus actividades y los consultaba en mi calidad de aficionado por tratarse de una vía experimentada en los asuntos de las acciones y los derechos culturales. Parte de sus exposiciones en estos temas, escritas o improvisadas, fueron aprovechadas por el interés consolidar mi aprendizaje.
Mi encuentro en doble vía con Mateo ocurrió al coincidir en 2008 como servidores del Ministerio de Cultura, donde compartimos saludos de pasillos, reuniones institucionales e ideas en cuanto a la capacitación del personal. Mas, la ocasión del gran encuentro llegó con su invitación a que escribiera unas palabras de presentación para su libro: Política cultural, legislación y derechos culturales en República Dominicana. Sin dudarlo, acepté tan honrosa tarea y me dispuse a una lectura reflexiva y apasionada de la obra. La oportunidad de leer y escribir para un autor seguido en el silencio no era para menos.
La obra en referencia está estructurada en cuatro capítulos y un adendum. En el primer capítulo se caracterizan las categorías de análisis en que se apoyan sus ideas: cultura, política cultural, legislación y los derechos culturales, especialmente. En el segundo se aborda el proceso histórico de formación de la cultura dominicana, seguido del análisis de la Ley de Propiedad Intelectual, y en el cuarto capítulo, el autor propone sus ideas en procura de mejoras a la Ley que crea el MIC. Como adendum, se incluye el discurso de orden del acto de presentación de la Ley 41-00 que creó la Secretaría de Cultura, hoy Ministerio, pronunciado por Mateo Morrison en calidad de presidente del Consejo Presidencial de Cultura; y el texto de la ley en referencia.
En Política cultural, legislación y derechos culturales en República Dominicana, destaca la selección y uso de recursos bibliográficos-documentales generados en el país y en foros internacionales de marcada relevancia. Sumadas a la experiencia acumulada por el autor durante casi medio siglo de contacto con su objeto de estudio, el examen reflexivo de estas fuentes se percibe en los resultados logrados según demanda la investigación académica.
Con esta obra, el autor cubre un espacio importante en la escasa bibliografía disponible acerca de su contenido, al tiempo que contribuye al debate acerca de los contenidos y alcances del quehacer cultural en el país. Volver a ella en el marco de la Feria del Libro 2024, cuyo invitado especial es su autor, es confirmar que en Mateo Morrison, poesía y cultura no tienen línea divisoria, que ambas se encuentran en todos sus caminos. Volver a ella es develar su pertinencia, pues hoy, para beneficio de todos, seguimos esperando por la valoración de la cultura como un derecho humano, por la socialización de un plan nacional de desarrollo cultural de mediana duración, y por otras iniciativas culturales. Así lo sentimos, conscientes de que en sus inicios, era poco lo que se esperaba en el sector, pues cultura, como la patria en los versos de Incháustegui, no pasaba de ser una palabra hueca y torpe. Afortunadamente, a partir de Mateo y de otros animadores culturales de su generación, los avances han sido firmes y esperanzadores, de modo que, la precisión de una carrera olímpica de relevo debe ser la meta de sus continuadores.