Sumergirse en el interior del lenguaje de humanos sería una fantástica experiencia para descubrir algunas de sus características, funciones y propiedades. Explorar con los métodos comparativos y analíticos ampliaría ideas y conceptos de esa capacidad única de humanos, expresada con doble articulación. ¿Qué tienen especies de animales o “habitantes” como la luciérnaga, el camaleón, una salamandra, un dragón, un pez…, para vincularlas con el lenguaje? ¿Qué importancia tiene aproximarse a similitudes, características, actividades y hasta funciones de estas especies con la naturaleza del lenguaje? ¿Cómo demostrar la existencia de esos “habitantes” en la capacidad creativa del lenguaje?
Iremos por parte. El lenguaje la construcción de sistemas comunicativos ha sido abordado desde muchos puntos de vista, según los intereses de los autores y disciplinas de investigación. La lingüística plantea diversos niveles y formas de abordarse, desde lo fonológico, morfosintáctico, semántico y otras disciplinas. Visto desde ciencias humanas, como la biología, fisiología, neurociencia, neurología, psicología y sociología, se amplían las áreas para su abordaje. Desde estas áreas, siempre habrá un camino largo para definir los alcances de esas capacidades, las cuales, por medio de signos, palabras, oraciones, párrafos y textos, cohesionan a los individuos, definen su naturaleza y los tipos de relaciones que se suscitan.
El desarrollo de la humanidad tiene en la génesis y evolución del lenguaje un pilar en la arquitectura de civilizaciones. Además, en el sostenimiento del Homo sapiens en el planeta con función de dominio sobre las demás especies. Lo hacen por la capacidad de comunicarse y agruparse, tomando en cuenta intereses comunes y distintos.
Una luciérnaga como habitante
La palabra luciérnaga ilumina el espectro imaginativo al asociarse con el insecto al cual se le da ese nombre. Lo hace por la referencia de lo luminiscente de su cuerpo al volar en noches oscuras y húmedas. También, por las creencias, figuraciones, evocaciones, ritualidades y memorias populares esparcidas sobre este pequeño insecto volador en muchas culturas. Por cierto, otros autores han dado títulos a sus novelas y poemarios utilizando la palabra luciérnaga. Sin duda, los misterios y la sonoridad de este vocablo se han entronizado en espacios sensibles en ciertos colectivos de humanos.
La palabra luciérnaga sido tomada como fuente de inspiración para titular de novelas, cuentos, fábulas, poemas y otras formas de expresión oral y escrita. Entre los textos, citamos: Luciérnagas (1949) de Ana María Matute; Noche de luciérnagas (2014) de Sherryl Wood, La llamada de la luciérnaga (2015) de Moria Pérez Calles, Luz de luciérnaga (2019) de Zelá Brambillé, Por aquí pasó una luciérnaga (2021) de Sorayda Peguero Isaac, El baile de las luciérnagas (2018) de Kristin Hannah, Luciérnaga (2024) de Natalia Litvinova y Luciérnagas en la memoria (2019) de Pilar Sánchez Vicente. El título de este último libro citado fue la chispa que encendió los motivos para escribir este artículo.
Las luciérnagas siempre tuvieron para mí un significado vinculado al misterio. Entiendo que esto fue producto de las creencias de nuestros antepasados. Se asociaba a las “ánimas en penas”. Los muchachos decían que eran las almas de los muertos deambulando. El origen de la palabra luciérnaga tenía sentido próximo a la palabra Lucifer —Se recuerda que el lexema de la palabra viene de la de origen latino “lucerna” que significa “candil” o “lámpara”—, ángel productor de luz, siendo llamado Satanás cuando fue expulsado del cielo y enviado a la tierra por desobediencia a Dios, según la versión del cristianismo. O sea, que la génesis y el concepto de luciérnaga estaban ligados al ser —llamado hoy— de las tinieblas. Pensar eso no es difícil, porque estos insectos suelen tener presencia en medio de la oscuridad.
Con la condición de un joven impactado por la lectura de Dante de Alighieri, mi imaginación fue un poco más allá y sostenía que estas almas estaban en el purgatorio en espera de ser rescatadas para llevarlas al paraíso. Así, en las noches oscuras de los montes, cuando hacíamos guardias en las excursiones de los Boy Scouts, sobre las aguas de los ríos, iluminadas por la luna, salían a patrullar el monte las luciérnagas, principalmente después de temporadas de lluvias y cuando quedaba cierta humedad escurrida en los árboles y arbustos. Muchas veces, sin ser visto por mis compañeros de campamento, me metía de cabeza en las casas de campaña para no ver a esas “almas” deambulando. En aquel tiempo no teníamos la menor idea qué producía en ese insecto la luz.
Luciérnagas en la memoria
Muy lejos de la temática del libro Luciérnagas en la memoria de Pilar Sánchez Vicente, la cual trata las historias de dos hermanos, trágicamente separados a consecuencia de la guerra civil española, que luchan, ella por el desarraigo y él por la supervivencia… El presente texto solo toma el título y reflexiona sobre cómo la luciérnaga y otras especies de animales son consideradas por quien suscribe como “extraños habitantes del lenguaje”. En lenguaje figurado, en el lenguaje de humanos habitan las luciérnagas y las palabras son como “chispazos de luz” en el texto oral y escrito.
La metáfora
Como en la oscura y húmeda noche del bosque se encienden las luciérnagas con sus luces intermitentes, así las palabras podrían representarse como chispas bioeléctricas en los mecanismos cerebrales, creando cadenas algorítmicas y no algorítmicas de reacciones, capaces de producir la maravilla del lenguaje. No por eso la palabra “palabra” en sus raíces etimológicas del griego significa “maravilla de la creación”. El proceso de bioelectricidad produce energía dentro de las mitocondrias de células individuales y es responsable de la comunicación dentro de las redes celulares.
Ese chispazo en la mente humana que produce la palabra sería como una luz en las profundidades de un cosmos ignoto y hasta impredecible. Solo el carro de la razón sería capaz de domeñarlas y articularlas para convertirlas en cadenas expresivas. Así, las palabras, en un juego de certidumbres e incertidumbres, se encausarían, transitarían con ritmo sucesivo y desordenado, unas veces en las moradas del consciente y otras en las habitaciones sosegadas del inconsciente…
La metáfora de los chispazos en la mente humana, en tanto la producción del lenguaje, hasta ahora, es solo eso, una metáfora, una analogía con los modelos algorítmicos de las ciencias de la computación. Los últimos estudios revelan que las neuronas ni se encienden ni se apagan. No poseen sistema binario. Sin embargo, "esta red mantiene una danza eléctrica o electromagnética de impulsos nerviosos incesantes que recorren el cerebro, en todas direcciones, en todo momento" (Nacional Biográfic, 2024). La intensidad, la frecuencia, la duración y la temporización de los impulsos nerviosos resultan fundamentales para su funcionamiento (Ibíd.). Por eso, en este texto el fenómeno de la luz es como una metáfora para orientar el sentido de la actividad del lenguaje en las regiones cerebrales y otros órganos del cuerpo humano.
Aunque sigue siendo un desafío el estudio de la producción del lenguaje en el cerebro, los planteamientos de tipo algorítmico (el cerebro como un ordenador) y la versión heurística, existe el modelo de explicación conexionista, el cual conceptualiza sobre la base de la conectómica, que trata de comprender como la estructura del cerebro conduce a sus funciones y pensamientos. Esto la hace inspirada en el modelo del trabajo sobre el genoma humano, y detalla las conexiones neuronales del cerebro.
En tanto, las luciérnagas, como insectos bioluminiscentes, poseen células especializadas que absorben oxígeno, las cuales producen luz sin calor al ser combinada con una sustancia llamada luciferina. Una de las funciones de la emisión de la luz por parte de estos insectos radica en la necesidad de comunicación, tal y como es en los seres humanos el propósito de las palabras. Se ha demostrado que la luz de estos insectos es energía química que se transforma en luz fría a través del proceso de bioluminiscencia ya referido. O sea, que como mecanismo de comunicación es de tipo energético. Se ha demostrado que la luz de estos insectos es energía química que se transforma en luz fría a través del proceso de bioluminiscencia ya referido. O sea, que como mecanismo de comunicación es de tipo energético.
La luz está muy ligada al logo en las creencias cristianas. Luz y palabra andan muy unidas en un espacio de llamarada creativa. En el Génesis 1-3 dice: “Y dijo Dios: sea la luz; y fue la luz.” Fue la palabra que hizo la luz y la luz fue a imagen y semejanza de la palabra. Desde esa perspectiva no se ha de dudar que la luz-palabra o palabra-luz sean fuentes recursivas una de otra.
Una mirada al tiritar de las luciérnagas en plena oscuridad; el juego o no de patrones luminiscentes crea un lenguaje en el microcosmos de la noche. Así, las chispas de las palabras crearían un lenguaje en el microcosmos bioeléctrico cerebral. Hemos utilizado la palabra microcosmos para reducirlo a un espacio limitado de nocturnidad y a otro de la mente humana.
Cientos de luciérnagas destellando en una noche oscura son como si fueran una réplica en miniatura del cosmos cuando miramos al cielo estrellado. Las palabras, creadoras del lenguaje, si pudieran ser frisadas en un instante en la actividad cerebral, ¿relucirían como chispas, como si fueran luciérnagas en la noche?
Un ejercicio para la imaginación
Al presentar un símbolo, un código, una palabra, una oración, un párrafo y hasta un texto, con propiedades para ser interpretadas por el receptor —ya sea oral o escrito—, los mecanismos de decodificación para convertirlos en “entendibles” o “conceptuales” —como se ha dicho en otras ocasiones— dependerían de múltiples factores internos y externos, tanto del emisor como del receptor. En el transcurso de la evolución de la lengua, los términos nombrados podrían modificarse en su forma, estructura gráfica y acústica. Una palabra podría haber variado significativamente o haber sido sustituida por otra. Esta variación provocaría un cambio en los patrones sensibles, perceptivos o bioeléctricos cerebrales del receptor. Entonces, tendría que ser codificado como nuevo modelo sin variar el “significado” anterior. Una palabra enciende cierto tipo de luz que brilla en el mundo del lenguaje humano. Esa luz aludida puede ser una característica de lo consciente dicho en forma metafórica o teórica y, probablemente, sea un tipo de energía, ya sea emanada o reflejada. La demostración de este concepto sigue siendo un enigma para los estudios neurocientíficos.
Dos palabras pueden ser llamadas indistintamente para describir un hecho o cosa en particular. A estas se denominan sinónimos. En algún momento pueden haber surgido dentro del proceso de evolución o socialización de la lengua. Veamos estas palabras: tifus y tabardillo. Los europeos conocían una enfermedad como tifus; sin embargo, en Colombia era tabardillo y en México matkazahuatl o causón en otros lugares. Al ser leídas o escuchadas, estas palabras, (tabardillo, tifus, matkazahuatl, causón) no generan iguales impulsos bioeléctricos a nivel cerebral. Las frecuencias de ondas son esencialmente diferentes, porque tienen grafía y acústica diferentes. No obstante, son codificadas para designar dicha enfermedad. En un estudio sobre esta temática se expresa que “El cerebro identifica el peso semántico de miles de palabras con neuronas específicas que ayudan a agruparlas según su significado” (Garay, J. 2024). No solo las agrupa sino que las memoriza.
Volver a las luciérnagas
En el caso del símil del lenguaje de palabras con las luciérnagas, se ha dicho que el tiritar de las luces de las luciérnagas emite patrones de comunicación utilizados para el cortejo, advertir a los depredadores, avisar a otras luciérnagas, y como camuflaje. Lo hacen con efectiva sincronía, que pareciera la construcción de un texto discursivo elaborado con palabras. El lenguaje no es un proceso anatómico, sino fisiológico. No es un Ergón, sino una Energeia. No es un proceso estático, sino dinámico. En ese dinamismo, los patrones y el azar se ponen y contraponen. No existe un patrón permanente de pensamientos, sensaciones y emociones. Tampoco el caos reina de forma preponderante. Es una sucesión de orden y desorden, una constante batalla por el acceso al estado de conciencia.
Se ha dicho que las luciérnagas emiten patrones “lumínicos". Así lo hacen las neuronas no solo del cerebro, sino de otros órganos del cuerpo, ya que se ha comprobado la existencia de neuronas especializadas en el estómago y el corazón. (Ojeda A., Julia & González, H., 2016). Hay un “cerebro” cardiaco (Buchholz, B., 2021) por lo que no resulta extraño que en el lenguaje popular la gente diga que “uno se enamora con el corazón”. Tampoco de que al emocionarse vuelen “Maripositas en el estómago”. Para producirse la luz que emite la luciérnaga, una sustancia luciferina, reacciona con el oxígeno que entra en el abdomen. Eso permite, como se ha referido, la trasformación de la energía química a la lumínica y se expresa con los destellos que emite.
Trasladémonos al cerebro o a cualquier órgano que tenga actividad neuronal. Pensemos en eso inefable que es el lenguaje; encontraremos que es algo “…que no puede descomponerse como un cuerpo natural; no es una materia dada en virtud de la masa de las palabras y reglas de que se compone, sino una actuación (Verrictun), un proceso mental tal como la vida es un proceso corporal” (Heinz Schilte- Hoerbruggen, 2019).
El lenguaje de humanos es la resultante, de una actividad orgánica, pero no es un espectro amorfo, es un corpus complejo que procesa luces y sombras, colores y sonidos, vibraciones y ondulaciones. Es capaz de proyectarse y comprimirse, de extasiarse y transfigurarse, encenderse y apagarse, crear y recrear, imitar y mutar, herir y sanar, matar y dar vida. Para ello utiliza la palabra y es logos transmutado.
Las luces de las luciérnagas, en sutil intermitencia, generan su lenguaje, capaz de crear mundos en los cielos oscuros de la noche.
Consultas
- Buchholz, Bruno. (2021). Profundizando el conocimiento del “cerebro” cardíaco. Revista argentina de cardiología, 89(5), 488. Epub 01 de octubre de 2021.https://dx.doi.org/10.7775/rac.es.v89.i5.20181
- Garay, J. (2024). ¿Cómo procesa el cerebro el significado de las palabras a nivel celular? Recuperado 15-11-2024. https://es.wired.com/articulos/como-el-cerebro-procesa-el-significado-de-las-palabras-a-nivel-celular.
- Heinz Schilte- Hoerbruggen (2019) La concepción energética del lenguaje. Anales de la universidad de Chile, enero marzo del 1969. Recuperado el 20 de noviembre del 2024. Publicadoranuc,+Journal+manager,+22966-73352-1-CE.pdf
- Ojeda Alonso, Julia & González, Hortensia. (2016). Neuronas-del Corazón.
- Nacional Biográfic (2024) Secretos del cerebro (El lenguaje, la fascinante facultad humano que construye nuestro pensamiento) Recuperado 16 de noviembre 2024: https: //cicloderiesgo.com/sites/default/files/national_geographic_edicion_especial_-_el_lenguaje_2024.pdf. (Pág. 24).
- Steiner, G. (1982) Lenguaje y silencio. Ensayos sobre literatura, el lenguaje y lo inhumano. Barcelona, España Gedisa.
- Saussure, F. (1916). Curso de Lingüística General (Traducción de A. Alonso). Madrid, España: Alianza.
Domingo 24 de noviembre de 2024
Publicación para Acento No. 127
Virgilio López Azuán en Acento.com.do