Nissory Sena Espinal, 20 años, es brillante en la carrera de Medicina de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, no solo por las calificaciones, que bordean el límite superior, sino por su fuerza de voluntad y su visión. Está decidida a llegar hasta el final, aunque cada minuto que pasa es un desafío al desaliento.
Está en la capital y la economía le asedia. Extraña su familia, que está lejos, en el Pedernales del sudoeste extremo del territorio dominicano, nariz a nariz con Haití.
“Siempre soñé con estudiar Medicina y me he tomado este proceso de aprendizaje muy en serio porque quiero ser una gran profesional; pero, créame, esto ha sido una aventura. Se gasta mucho. A pesar de que la UASD no es cara, gasto mucho en materiales didácticos, pasajes, voy todos los días, incluso los sábados. La comida, créame, no es barata”, comenta la joven timidona, “pero cuando abro mis alas, vuelo”.
Desde aquellos duros días de los pioneros universitarios y técnicos (años 50 del siglo XX), para estudiantes del sur fronterizo estudiar sigue sin ser color de rosa.
Nissory no paga vivienda. Convive con un grupo en una casa para estudiantes en Villa Mella. Se enteró de aquella posada a través de un tío, justo cuando ella había terminado su bachillerato en el pueblo y sentía la necesidad migrar a la capital para cumplir su sueño.
“Mis padres no tenían para pagarme alojamiento. La casa ha permitido que jóvenes como yo estudien, luchen por superarse. Cuando llegamos allí, la casa estaba muy deteriorada, pero poco a poco hemos luchado para convertir de ella un hogar”, puntualiza la exdirigente de la Asociación de Estudiantes Universitarios de Pedernales (Adeupe).
Aun así, la capital le resulta difícil. El tránsito de vivir con madre y padre en el pueblo a hacerlo sola, a tanta distancia (307 kilómetros) y con tantas responsabilidades, resulta una misión a ratos insufrible. Durante los primeros meses, lloraba a diario.
“Y quería regresar a mi casa para estar con mis papás, pero cuando pensaba en el atraso que eso sería para mi vida y para ellos mismos, me secaba las lágrimas y me decía que sí podía, que sí lo lograría. Aún lloro cuando estoy con ellos y se me acaban las vacaciones, pero siempre pienso que ese es el sacrificio para que nuestro futuro sea diferente y nuestras vidas sean mejores. Con la ayuda de Dios seré una gran profesional de la salud”, relata con un dejo de nostalgia.
Nissory gasta 1,500 pesos en el metro y guaguas de concho (incluye viajes a hospitales y asignaturas fuera de la sede universitaria). Unos 100 pesos diarios en comida. 100 en la cena. 5,000 en textos cada semestre. 3,000 mil en artículos personales. Y 1,500 en compra de detergentes. Para ella, es una millonada.
“Llego súper temprano a la universidad y salgo en la noche. Tomo muchas materias. Mis padres hacen lo que pueden, viven en Pedernales, y les he visto desde pequeña trabajar para sacarnos a camino. Sé que para ellos es mucho, económicamente no están tan bien, no todo es color de rosa, pero trato de ahorrar lo más que pueda para no cargarlos tanto”, cuenta.
Hija de Ominky Espinal, mercadóloga, maestra del Politécnico Luis Medrano González y Geurys Sena (reside en España), tiene un padre social, César Céspedes (Cesarín).
Anyelina Espinal, 33 años, cinco de ellos como enfermera en el hospital Elio Fiallo de Pedernales, madre de tres, soltera. No se trasladó a la capital para hacer su Licenciatura en Enfermería. No podía, no puede, salvo que se arriesgara a dejar a su prole y abandonar el trabajo con el que le sostiene y apoya a su madre muy enferma.
Su decisión de estudiar y superar barreras ha podido más que los avatares de la vida. Ha optado por viajar cada vez que ha sido necesario a la provincia Barahona, 126 kilómetros distantes del municipio, para recibir docencia en la privada Universidad Católica Tecnológica de Barahona (Ucateba).
Ella no para. Ya está en el preinternado, de lunes a viernes. Le apasiona la participación política, milita en el opositor Partido de la Liberación Dominicana. Y, como oriunda de la colonia agrícola Mencía, saca tiempo para la agricultura, sueña con huertos en cada patio de la provincia.
“En verdad, ser estudiante universitaria de la provincia de Pedernales es todo un reto porque nos enfrentamos a grandes desafíos, grandes obstáculos, muchas adversidades. Muchos estudiantes no poseen los recursos suficientes para costear los estudios, transporte, alojamiento, alimentación y la adquisición de materiales. Pero siento que también es una gran ventaja porque todos los que vamos en busca del pan de la enseñanza a Barahona, San Juan, Baní, Santo Domingo, lo hacemos con un objetivo preciso, claro, que es luchar y formarnos para luego volver a la provincia el servicio”.
Espinal no solo debe cubrir los gastos de los estudios. Debe pagar los servicios en el hospital a quien le sustituya cada vez que tiene debe viajar para avanzar en la carrera.
“Eso no es fácil. No tenemos el capital suficiente para cubrir todo. Solo en pasaje son 300 pesos para ir y 300 para bajar, .ando es un solo viaje. Pero la mayoría optamos por quedarnos ya en la casa de estudiantes o de un familiar y quienes tienen la posibilidad de rentar un aparta-estudio, lo hacen, para avanzar y no durar tanto tiempo en la carrera”. Anyelina gasta RD$6,000 cada semana en pago de alimentación, alojamiento, transporte y materiales de apoyo.
Del municipio Pedernales, 217 estudiantes están inscritos en la Universidad Católica Tecnológica de Barahona. Del municipio Oviedo hay 27 inscritos. En la UASD Barahona la cantidad ronda los 55. La desproporción acentuada entre la matrícula de la privada y la estatal tiene su explicación.
Para Anyelina, una de los discentes con apremios por graduarse, la privada garantiza proyección de las asignaturas, menor dispersión en los locales de docencia, la oferta por cuatrimestre que permite agotar por año unos 22 créditos, y ningún inconveniente por paralizaciones de docencia.
En pocas palabras, ahorro de dinero y de tiempo ante urgencias para irse al mercado a pelear un puesto de trabajo.
El drama de Nissory y Anyelina es similar a los de la mayoría de estudiantes de aquel pueblo del sur. Tienen que redoblar esfuerzos para remontar las corrientes caudalosas del río de la exclusión social.
Atrevidos haciendo caminos
La Asociación de Estudiantes Universitarios (Adeupe) había nacido en el primer lustro de la década del 70 en la iglesia episcopal San Andrés, en la avenida Independencia. La idea era aglutinarlos. Y no pasaban de 15. Eran días de fuertes tensiones políticas y asedio económico y represivo del Gobierno contra la academia.
El grupo que echó los cimientos estuvo integrado por Luis Rafael Heredia (Lulú), primer graduado en Derecho; Federico Pérez y Pérez (Güingo), Licenciado Finanzas (1969), empleado de la Tesorería de UASD y músico de la rondalla universitaria; Aldemar Molina, de Medicina (luego gineco-obstetra), Tony Bretón, de Ingeniería Civil.
Existe hoy aunque sin la fuerza del pasado. Administra una vivienda en Villa Mella, comprada por RD$2.8 millones en 2017 por el Patronato para el Desarrollo de Pedernales. Allí conviven cuatro hembras y tres varones. De las mujeres, dos estudian Medicina, una Psicología Escolar y otra Veterinaria. En cuanto a los varones, uno cursa Ingeniería Industrial, uno Idiomas y otro Administración de Empresas Hoteleras y Turísticas.
Deivi Omar Matos Santana, 39 años, estudiante de Psicología y político, enfatiza que “la vivienda pertenece al municipio Pedernales y se logró en un momento de tristeza porque acabábamos de perder a causa de una bacteria aun joven estudiante que vivió allí, Merquiced Maldonado”.
Y explica: “Cuando acudimos a sus rezos en Pedernales, estaba yo en la bomba de gasolina, y le dije al gobernador Adam Cruz, que era el presidente del Patronato: nosotros los estudiantes de Pedernales necesitamos una casa propia, de donde no nos saquen por falta de pago, con condiciones y de fácil acceso para las universidades. Y él respondió: Busque esa casa. Y así lo hicimos y, entre varias opciones, consensuamos esa. Es para estudiantes vulnerables y son seleccionados con cautela”.
Durante los años 80 del siglo XX, la Adeupe se planteó rentar casas para estudiantes vulnerables. Reclamó recursos a la minera estadounidense Alcoa, que explotaba los yacimientos de bauxita y caliza del municipio desde la década del 50.
Juan Molina, 66 años, ingeniero civil y músico de son, alaba el espíritu de pedernalenses para capear temporales y lograr una carrera técnica o universitaria. Proviene de la oleada que migró al final de los 70 para probar suerte en la sede de la UASD.
“Luego de la década del 70 hubo una proliferación masiva de estudiantes. Con la ayuda de Alcoa se rentó tres pensiones para alojar la avalancha de estudiantes que venían de Pedernales. Estaban ubicadas en la calle 16 de agosto y en la calle Benito con Mella, del Distrito, y la otra en Villa Duarte. Recuerdo a Cunán, Sandra Díaz, Juancho Adames, las hijas de Dimas Gómez, Dilenia, mi hermana Nancy (f)”.
Entretanto, en una acción filantrópica, Hillman Montes de Oca, de origen azuano, dedicó su vida y su hogar en Los Mina de la capital (hoy del municipio SDE) para albergar estudiantes empobrecidos de Pedernales, donde había agotado los mejores días de su vida como sastre, instructor gratuito de sastrería a jóvenes y administrador de la farmacia Santa Rosa, en la Duarte esquina Braulio Méndez. .
Y luego el párroco de la Iglesia Nuestra Señora de la Altagracia, Raúl Pérez Ross, de origen cubano, gestionó un apartamento en Santo Domingo Este para albergar discentes y luego les gestionaba empleos.
Un poco atrás
Desde Servio Tulio Mancebo (Santo Sinencia) y Otilio Pérez Pérez (Otilito), primeros graduados universitarios entre finales de los 50 e inicios de los 60 del siglo XX (el primero fallecido; el segundo, rondando los 90), la caravana ha seguido al ritmo de los vaivenes propios de un pueblo desterrado por el Gobierno, la distancia, la frontera y la situación socioeconómica.
Miguel Pérez y Pérez, 83 años, ha marcado el hito como primer nativo de Pedernales en graduarse de técnico. Se hizo Perito en Motores Diesel en 1965 en el Instituto Politécnico Loyola (IPL), en San Cristóbal. Había cumplido 24 años.
“Eran días duros, había que tener mucha fuerza de voluntad”, precisa.
Desde antes de la inauguración del hospital Elio Fiallo en 1958 y durante sus primeros años, hubo valientes en el sector salud que desafiaron el olvido oficial e hicieron trochas.
Enfermeras: Remedios Méndez (hermana de Lilian Leonor), Teresa Féliz (madre del primer médico Luis Ney Hernández Féliz), Cana, madre del músico Luis Cana y abuela del periodista Francisco Medrano (Caamañito).
La partera Isa, hasta el 1960, en que fue sustituida por Valencia. Pane Riquita, pionero de “practicantes” o enfermeros en tiempos del doctor Troncoso, quien también ejerció en el dispensario y en la Alcoa. Otros médicos de la época: María Morel, Santos, Gallardo, Pantaleón, Paredes, Reyes, Lajara y Díaz Sosa (odontólogo).
A inicios de los 70, aún eran escasos los estudiantes pedernalenses en la capital.
“Se cansaba uno de caminar las calles de Santo Domingo y no encontraba uno”, ha evocado Elsa Pérez, egresada como maestra del Américo Lugo en San Cristóbal y estudios de Arquitectura.
Cuenta que la solución la hallaron en la sede de la UASD. “Nos reuníamos: René Mancebo (René Negrín) y Rafael Inoa (Gabino), Ingeniería Electromecánica; Enrique Pérez y Pérez (El Pato) y Domingo Muñoz (Chamaco), Ingeniería Civil; Aleyda Bello, Medicina; Yovanny Pérez (Yubín), Veterinaria; Valdemar Molina y Raulina la de Carlos Titingo, Medicina; María Engracia Pérez (Diana Camilo), Administración de Empresas; Perlina Pérez (Perlina Pimpón), actual presidenta de la Cámara de Comercio de San Francisco de Macorís. René, Luis Ney Hernández Féliz (Medicina), Enrique y Gabino vivían juntos”.
El médico Santos Heredia pondera la valentía de los primeros hombres y mujeres de Pedernales que atravesaron todos los muros para hacerse profesionales.
Destaca a Percival Burroughs, Grijalba Hernández Féliz, Anselmo Medrano y Héctor Fax, quienes se fueron temprano al Instituto Técnico Salesiano y otros politécnicos.
Cita a Epifanio (fano), Guillermo González, Felipe Medrano y Zoilo Pérez y Pérez (Mello), quienes ingresaron a mediados en la segunda mitad de la década del 60 al seminario para sacerdotes.
“Brillantes todos, pero se salieron. Ellos estuvieron en el Calazan, La Salle, San Judas Tadeo y el Loyola de Santo Domingo”, puntualiza.
Los primeros seminaristas se dedicaron luego a la docencia en el Liceo Pedernales y ganaron fama por sus amplios conocimientos en las asignaturas que impartían.
José María Muñoz, 67 años, es enfermero y abogado. Comenzó a mitad de los años 70 su carrera como “practicante”en el hospital provincial Elio Fiallo. Luego trabajó hasta la jubilación en hospitales universitarios de tercer nivel en la capital, como el Francisco Moscoso Puello.
“Despegar desde cero fue muy difícil. Vivir en un pueblo fronterizo y superar la pobreza ha sido una tarea gigante, la fuerza de voluntad es determinante”, acota el hijo del legendario pescador Rafael Muñoz (El viejo Fellito) y Ana Elia Pérez.
José Molina, 70 años, hijo de Caonabo, jornalero, y Carmela, ama de casa (fallecidos), ingresó a la UASD en 1976. Desde la calle Juan López del pueblo se fue con la esperanza de ser ingeniero agrónomo. Cursó dos semestres y no pudo más.
“Tuve que abandonarla por falta de recursos. Se me hacía difícil conseguir hasta el pasaje, el horario de la carrera era incómodo. La inscripción (dos o tres pesos) la pagaba con crédito extendido del Felabel (Frente Estudiantil Amín Abel). El crédito valía peso y medio y la inscripción 20. Y ni así yo tenía con qué pagar. Al final solicitaba la exoneración. A veces tenía que irme a pie Villas Agrícolas, donde vivía. Para comer era en el comedor de la UASD, tenía que hacer una fila larguísima y muchas veces no tenía los cinco pesos para comprarla. Comía con crédito”.
Dice que sentía todos los caminos cerrados y las fuerzas diezmadas. Marino Heredia (Marión), alto dirigente del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), escuchó su clamor de un empleo para poder avanzar. Fue nombrado en Salud Pública con un salario 125 pesos en horario de 8 a 12 del mediodía. Dando tumbos, en 1982 se convertiría en el primer pedernalense en graduarse como Publicitario.
José ha trabajado en varias empresas, incluida la Coca Cola. Hoy es cuentapropista. Se ocupa de vender bebidas refrescantes en eventos masivos patrocinados por esa empresa.
Leonardo Pérez y Pérez, 71 años, también salió de la icónica calle Juan López para concretar su sueño. Hijo del oficial civil y agricultor de la época, Juan Pérez (Curú) y Zoraida Pérez, ama de casa, quería titularse en Ciencias Agrícolas, pero el trabajo y la formación de familia con hijos frenaron su iniciativa. Llevaba 13 años laborando en Agricultura, a ratos como ejecutivo.
El 18 de diciembre de 2005, él mostró un resultado de la perseverancia al graduarse en la Universidad Experimental Félix Adam como Licenciado en Conservación de Recursos Naturales y Medio Ambiente, primero y único de esta provincia, pero inactivo pese a los parques nacionales: Sierra de Baoruco y Jaragua y a la construcción del destino de turismo sostenible.
Ruth Villegas, 43 años, hija del pescador Ramón Villegas Olea (fallecido) y el ama de casa y enfermera Rafaela Matos Pérez, es la primera y única gineco-obstetra oncóloga de Pedernales (2015). Docente de la UASD y de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, y presidenta de la Asociación de Pedernalenses Ausentes.
Estudió en el colegio Sagrado Corazón de Jesús de La Romana. Narra sus malabares sobreponiéndose a los amagos de tristeza.
“Pero era un colegio prácticamente público porque pagaba 25 pesos mensuales. Con todo y eso a veces se atrasaban los pagos de dos y tres meses porque papi no los podía pagar. Mami es enfermera, yo la veía y me gustaba mucho la medicina. Entonces una compañerita y ella y yo siempre decíamos que íbamos a estudiar Medicina. Cuando terminamos el bachillerato, ella se quedó en Romana y yo vine para Santo Domingo porque mami vivía aquí, e ingresé a la UASD. Recuerdo que una vez una vez la guagua me llevó al kilómetro 9 de la Sánchez pese a que yo iba para el 9 de la Duarte, sin teléfono, sin nada, estaba perdida y me buscaron allá. Yo no conocía nada de aquí. Yo sabía tener clases a las 7 de la mañana y la última a las 7 de la noche, no trabajaba. Agradezco mucho a mi hermana Marisol y a mami, que me ayudaron grandemente. Papi ya no trabajaba”.