176) Oculto en esta soledad, que a veces me place llamar sagrada, intento reconciliarme conmigo, dejar que hable el otro, el que me he empeñado en mutilar cada día, el que he amordazado en prodigalidad de palabras inútiles a mis verdaderos fines espirituales, el que he expuesto, creo a veces más allá de lo prudente, a la dudosa conveniencia de ciertas sociabilidades.

177) Siempre es reprochable la traición, pero nunca tanto como cuando nos traicionamos a nosotros mismos.

178) A la mayoría de los envidiosos y resentidos les encanta disparar desde las sombras. Hay otros peores, aquellos que abrazan y hasta adulan a quienes son objetos de sus resentimientos y envidias; estos son más dañinos para sus envidiados, pero sacan mayor provecho de sus miserias que los primeros.

179) Me parece que a gran parte de los creadores literarios dominicanos le está haciendo falta más trabajo silencioso, más discreción y ascetismo. Si es que quieren avanzar de forma más significativa en su quehacer, deben reducir al mínimo las tantas exposiciones mediáticas, el tanto cacareo de lo que están haciendo o pretenden hacer en materia de creación. Pero sé que en estos tiempos de espectacularidad y vedetismo, y de redes que son enredaderas, muy pocos de ellos están dispuestos a asumir el reto de hacerse notar lo menos posible.

180) Nadie más digno de nuestra desconfianza que alguien capaz de decirnos que no habla mentiras, y de hacerlo con cara muy seria.

181) Para los más calmados es triste que haya asuntos que sólo pueden decirse gritándose.

182) Trato de encontrar en las palabras mi verdadero acomodo. Sé que ello no puede salvarme, que he sido inexorablemente ganado para el olvido, y no me importa. Me basta con que las palabras puedan seguir siendo las cartas o las fichas con las que juego a entretener el horror con que tiendo a ver con frecuencia la “realidad”.

183) Es imposible que la mayoría de las trampas en que caen los perversos no sean diseñadas por ellos mismos.

184) Quién puede negar a realidad de los enemigos exteriores. Sin embargo, hay otro enemigo mucho más poderoso, sin duda más eficiente en su accionar destructivo. Ese enemigo se encuentra dentro de nosotros mismos; ese enemigo lleva nuestro propio nombre.

185) La felicidad es una simple palabra que algunos confunden con sus “dichas” y “alegrías” personales; con sus logros o realizaciones individuales. La felicidad es una sencilla e inocente palabra que tiene el tamaño del entusiasmo pasajero de demasiadas personas.

186) A pesar de mi irreverencia anti religiosa, cuánto me gustaría tener el poder de inventarme una religión.

187) Cuando, después de ciertos tedios propios de la vida ordinaria, reasumo mi soledad, con sus sonidos, sus colores y visiones, vuelvo a encontrar mi camino.

188) Qué dulce es este claustro cuando alumbra rosas espirituales. La libertad estéril es una amarga prisión, un auténtico cautiverio del alma.

189) De estar en “mi niebla”, parafraseando a Ramón Lacay Polanco. Puedo precipitarme en la sensación de una nada descomunal, o ascender a la luz de mi anhelo creador, que a veces siento como otra forma de la nada, pero en este caso revestida de un necesario entusiasmo que sostiene mi aventura de vida.

190) El llanto entre las cuatro paredes de tu casa también es amargo. Sí, sé que lo sabes, pero a veces desconoces que raras veces afuera encontrarás consuelo, que en la mayoría de los casos sólo hallarás burlas descaradas. O peor aún: burlas disfrazadas de consuelo, venidas de hipócritas que se regodearán en tu dolor. Así que quédate en casa, con tus libros y tu pan duro y amargo. Si de verdad eres creador, bien sabes que tus creaciones son más importantes que el abrazo insincero de tus congéneres, o su miserable indiferencia. Si es indispensable que abandones de vez en cuando tu jaula hogareña, tratas de que siempre sea en procura de las íntimas criaturas de tus fantasías, en busca de nuevos estímulos para tus posibilidades artísticas.

191) Nos hemos acostumbrados a muchas mentiras bajo el pretexto de que son necesarias para la convivencia y la reproducción de la vida en sociedad, para la funcionalidad del llamado “pacto social”. Es verdad que para el sostenimiento de la interacción social son necesarias ciertas mentiras, pero también es cierto que el derrumbe esencial de lo humano está marcado por el abuso de otras mentiras dispensables. Y hemos de pagar el precio de regodearnos y revolcarnos en esta falta de sinceridad al parecer inevitable.

192) ¿Acaso el estado ideal del hombre superior no será el de la desesperanza sin desesperación? ¿Será esto posible?

193) O huyo sin retorno hacia tierras que entiendo más promisorias al llamado de mi espíritu, o me sepulto en mi jaula a hablar solo con mis libros.

193) Si como piensan muchos devotos del pragmatismo la vida se mide por resultados, Dios entonces sería el tirano perfecto.

194) Sólo una minoría de almas generosas y grandes intenta ser en función de que otros también sean. Las grandes mayorías, almas pequeñas, sólo pueden ser en función de que otros no sean. Todo su esfuerzo va en la dirección de disminuir a los otros; su victoria sólo puede ser en razón de la derrota de los otros.

195) La realidad es que no queremos el “orden”, pero nos aterra el caos. Entonces supongo que sólo nos queda vivir en constante agonía e incertidumbre; en permanentes perturbaciones.

196)  En un día de retiro y conexión con ciertas bellezas que mis palabras no pueden testimoniar como yo quisiera, me dije: No he llegado hasta aquí para juzgar, sino para amar y contemplar todo este hermoso estallido vegetal. Tampoco he venido a pensar o a razonar, sino a palpar, a oler, a ver, a escuchar, pero sobre todo a imaginar.

197) Donde intenta mandar todo el mundo, no manda nadie; o manda el caos.

198) Sólo si te cierran puertas, o eres capaz de cerrártelas, pueden abrirse otras puertas maravillosas para ti. En muchas de esas puertas nuevas pueden también aparecer experiencias desagradables, pero siempre es mejor seguir abriendo puertas, con todas sus consecuencias, que mantenerte encerrado en tu círculo vicioso.

199) Nuestra victoria por excelencia es, sin duda, nuestra capacidad de seguir combatiendo.

200) No hay victoria definitiva de nada ni sobre nada, pero es importante que creamos que podemos vencer sobre algo; ello ayuda a que podamos mantener nuestro espíritu belicoso, nuestra capacidad de combatir para la nada.