(A cien años del poeta ser parido por una ballena, y rescatado por un pescador en las costas de San Pedro).
A pesar de los avatares del decir poético y la búsqueda de algunos movimientos por establecer en declaraciones y concilios la última verdad del poema, una cosa es bien sabida: la poesía se realiza en el lenguaje. Las modalidades temáticas no determinan la poeticidad ni hacen transhistórico al poema; sin embargo, determinadas condiciones históricas y sociales pueden mover la sensibilidad del poeta que, después de todo, es un sujeto de su época.
La antorcha de lo nacional encendida por los postumistas, fue recuperada por los poetas del 48: Lupo Hernández Rueda, Abelardo Vicioso, Ramón Cifré Navarro, Víctor Villegas, entre otros. Poesía telúrica donde era evidente el privilegio de lo tangible ante lo metafísico, y desde allí la recuperación de lo nacional identitario en símbolos y mitos de lo cotidiano elevados al decir poético.
La poesía de Víctor Villegas fue icónica. Destacadísimo miembro de la promoción del 48, supo siempre actualizar sus estrategias de escritura y mantuvo una comunicación vital con escritores emergentes en los años ochenta, de donde surgió su libro, Poco tiempo después”, con los trazos de una estructura y temática existencial que constituyó la marca de ingreso en la tradición literaria de los jóvenes de aquella época.
Sin embargo, la impronta del poeta y profesor, conocedor de las letras hispánicas, catedrático de literatura dominicana y gran admirador de Huidobro, fue la exploración de recursos como la antítesis y la dialógica con las que buscó siempre las raíces de lo identitario, mitos cercanos a las tradiciones de San Pedro de Macorís que, por la trascendencia y humanismo poetizados, pasaron a formar parte del Ethos nacional como unidad en la diversidad, que fue la premisa de estos herederos, generación integradora, como el propio Villegas llamó a los del 48.
En ese viaje necesario, más allá de Verlaine y Mallarmé, Villegas también se alejó del poema político, implementando más bien la búsqueda de un yo literario nacional. La identidad como punto de articulación entre lo particular y lo colectivo. Una identidad que nos emparenta, una identidad cultural que nos genera el sentido de pertenencia. Pertenecer y ser son inseparables. Tradición y valores que se integran a nuestro cuerpo. La lengua deja sus marcas. Víctor Villegas llevaba esas señales de San Pedro.
La poesía de Víctor Villegas se identifica con la tradición de dos grandes voces que, sin embargo, no concurrían en su grupo generacional, pero actuaban en paralelo (la generación del 48 mantuvo interacción con los poetas sorprendidos y con los independientes). Franklin Mieses Burgos y su Poema con un merengue al fondo, opera como radiografía del Santo Domingo de principio de siglo XX, mientras que Compadre Mon, de Manuel del Cabral, recoge la historia y mitogonía cibaeñas de forma magistral. En Charlotte Amalie, Villegas reconstruye esos imaginarios contextualizados en San Pedro y, con ellos, pasa de pleno derecho a constituir parte del imaginario de la cultura nacional.
La Cayena y el mar, las absortas pupilas/ del verano, los niños no nacidos y los / abuelos de los cuentos de brujas; / las todavía mesas de maíz repletas / y el vecindario de paredes grises, llenaron de mariasantísimas el aire acorralado.
Aunque los especialistas dicen que la cayena proviene del pacífico, ha encontrado su casa en la República Dominicana y este poema es símbolo de la belleza que se expande en todo el territorio y asoma en cualquier parte de la isla con su “sangre de Cristo”; en este verano eterno que el poeta metaforiza con una mirada suspensa. También en estos espléndidos versos de Villegas se asoman la mitología de los no nacidos y la tradición oral del este con el símbolo culinario del maíz, y el vecindario y la tradición cristiana.
En ese mismo contexto, el poeta da vida a Juan Criollo. En este texto, Julio Cuevas estudia la recuperación de las identidades desde una mirada antropológica, cultural y lingüística. La “dimensión mítica” revelada en la tesis del doctor Cuevas, reconoce el poema como texto seminal que ocupa su lugar el lado de los ya citados de Manuel del Cabral y Franklin Mieses, donde “el hombre/hora no está muerto”, antes bien sigue siento generador de las variaciones del mito, y recuperación del ser nacional.
Víctor Villegas transcendente y humano, con un sitial de pleno derecho en las letras, “de lo nacional a lo universal”, como el mismo lo dijera.