A: Julio Cortázar en su centésimo décimo cumpleaños

El concepto de mito está relacionado a relatos verbales, formas de transmisión, creencias, valores religiosos. Contrario a la significación popularmente asignada, el mito constituye un sistema que sustenta tradiciones culturales, como ha demostrado Milcea Eliade. Los sistemas de pensamiento: Ethos, Pathos, Mithos y Logos, constituían el saber griego, y de ellos, Mithos correspondía al saber trascendental, sistema referido a dioses y héroes. Para decirlo con Aristóteles: relativo al terreno donde la ciencia no tenía acceso.

La teoría de Ludwig Van Vico le da a la narrativa la condición de entrañar en sí un mito determinado, en tanto que construye una realidad trascendente a la cotidianidad. El hombre ha creado siempre mitos para explicarse el entorno, pero en la narración se pretende no explicar sino construir otra realidad; mundos posibles, diría Van Dick.

En la narrativa, el mito es el sentido profundo de lo narrado. Aquello que debe ser descubierto por el lector como posibilidad nueva, más allá de las verdades apodícticas. De ahí, la siempre segura relación de lo narrado con el grupo social, con lo inconsciente colectivo. La relación de lo narrado con un sistema de saberes garantiza la verosimilitud del texto. Que el texto sea verosímil no significa sea verdad, más bien, se sustenta en una certidumbre mítica.

En el caso del cuento, La noche boca arriba, de Julio Cortázar, asistimos a la recuperación de un mito azteca, la guerra florida; que consistía en la cacería de hombres para ser sacrificados a los dioses. Este mito realizado es integrado por Cortázar a una estructura reticular meta-mítica, en tanto se entrelazan elementos pertenecientes a la mitogonía, tales como los sueños, la muerte y, más modernamente, la máquina como destino del hombre.

 La noche boca arriba abre con un hombre que ha salido de paseo en una moto, cae de ella frente a un semáforo (¡mala suerte!, dice el personaje) y cierra con la fantasía de poder escapar de sus captores de la guerra florida, en un pájaro de metal que ronroneara entre sus piernas; simetría inversa del destino ligado a la máquina como traslación del tiempo.

Asistimos a la narración de la consubstancialidad (frecuente en Cortázar), es decir, la integración en un sólo espacio-tiempo de varios hechos, donde lo real cede su espacio a lo mítico.  Leemos “La noche boca arriba” como dos subtextos: uno, de las angustias modernas coincidente con el tiempo del lector, y otro correspondiente a la mitogonía azteca  que transcurre en un tiempo pretérito indefinido, esbozado por las características narratológicas.

El epígrafe es un momento de la narración misma, una pauta de los factores intertextuales que luego el narrador presenta al narratario como hechos sucedidos a un ser sin nombre. “Y salían en ciertas épocas a cazar enemigos, la llamaban la guerra florida”. Este epígrafe bien podría ser la apertura de la pieza narrativa, el nódulo en cuyo derredor gira uno de los finales posibles del texto.

Final uno: el sueño habría sido el accidente y las peripecias de una noche en un hospital, tiempo actual, narrado en pretérito de la tercera persona; final 2: el sueño habría sido la guerra florida donde el personaje iba finalmente a ser sacrificado y la realidad donde moriría sin remedio. Ambas posibilidades se condensan en las fantasías de un hombre ante la cercanía de la muerte, absurda y azarosa como todas las muertes.

En el sueño como realización de deseo hay una cantidad de re-envíos que se organizan en el discurso del soñante de una forma simbólica. Los símbolos, una vez interpretados, acercan esa otra realidad que el soñante muchas veces ignora. Lo real es metáfora:  el cuento soñado se convierte en desenlace inevitable. ¿Qué es quimera y qué es vigilia? Freud afirmaba de manera erudita que el sueño es la mitología privada del soñante. Este cuento se constituye en mitología paradójica: en vía de escape imposible, el personaje huye de sí mismo, de su destino.

Un personaje perseguido y solo. Rodeado de enemigos. En primer plano, la soledad manifiesta por el recurso de los otros de la narración, el protagonista es su mismo antagonista, el entramado son los fantasmas en dos topografías: ¿médico o chamán sacrificador? Planos donde los personajes secundarios son emisarios de la muerte, mensajeros de los dioses. Dos juegos trágicos con el mismo inevitable desenlace. El desplazamiento de lo real al sueño, la traslación a un espacio donde sólo tiene acceso el narrador omnisciente.

Julio Cortázar.

La muerte tiene un valor alegórico sugerido por el conjunto de elementos traslaticios, que en el cuento lo constituyen el accidente, el recorrido boca arriba, los continuos desmayos, los sabores, la soledad, los otros personajes en nebulosa y, por último, que el protagonista no tiene nombre. “El otro lado de la noche de donde regresaba” el personaje-sin-nombre, es una referencia al proceso de agonía anónima.

La noche boca arriba no es un simple cuento fantástico, si no la recuperación de un mito traspuesto en otro. La narración discurriendo en una cadena de significantes míticos. En tal sentido, el texto alcanza oposiciones y analogías en un mismo plano de referencia: la muerte. Sin remedio, el personaje se va incorporando a lo que en principio era un mal sueño. Terminando en manos del sacrificador que esa noche salió a cazar hombres, y él no pudo encontrar un pájaro exótico para escapar a otra realidad presentida. Desincorporado, no tenía realidad, solo dos quimeras para una misma muerte.

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