Lo que esta mujer tiene con el mar es una verdadera relación de amor. Le gusta caminar descalza por sus orillas y que le cuenten las historias que traen las olas. “Cada mar tiene sus propios aromas destilados por su historia, sus protagonistas, sus héroes, sus leyendas. Cada mar es único y a la vez el mismo, porque forma parte de ese océano que envuelve nuestro planeta y lo llena de vida. Cada mar huele a viajes, a ausencias, a esperas, a tragedias y alegrías.”
Esta mujer también puede hablar con los silencios de las ruinas; y que le cuenten los mundos que se han ido; que los lugares le susurren sus razones y las piedras le digan lo que saben. “La inteligencia humana ha sido capaz de aprender a leer en las rocas la historia de la vida y descubrir el alfabeto que yace oculto en ellas”, dice en uno de sus libros.
Española, andadora y escritora de viajes, María Belmonte, tiene tres libros publicados: Peregrinos de la belleza (Acantilado 2015), Los senderos del mar (Acantilado 2017) y En tierra de Dioniso (Acantilado 2021).
Del mundo mágico de su infancia, recuerda el olor a salitre y sus paseos, de la mano de su madre, por la orilla del mar, en los días de marea baja. Y un día le nacieron alas y, amarrada al viento, se fue a andar los caminos y desde entonces no ha vuelto a parar. Caminar es su destino.
Su abuela lo perdió todo en el bombardeo de Guernica de la aviación franquista del 26 de abril de 1937 y le contó historias que ella, con una belleza adolorida, hizo constar en sus libros.
Su segundo libro –Los senderos del mar- es la crónica de un largo andar por la costa vasca y, de alguna manera, un alegato contra las prisas y estridencias de la modernidad. “Ponerse una mochila a la espalda y calzarse unas botas para lanzarse al camino supone también un humilde acto de subversión, una manera de dar la espalda a una cultura que prima en exceso el beneficio inmediato, la eficiencia y la rapidez, y rehúye las supuestas incomodidades de la vida al aire libre.”
En su tercer libro En tierra de Dioniso. Vagabundeos por el norte de Grecia está narrada la experiencia de un viaje a los lugares de la mitología griega. “Por alguna misteriosa razón Grecia es para mi el lugar en el que una humilde flor del azafrán, iluminada por el sol de la tarde, se agiganta hasta convertirse en el bello sicomoro que hizo detenerse a Jerjes y a su ejército a su paso por las polvorientas llanuras de Lidia.”
“La contemplación de ruinas -a la que he sido aficionada desde que tengo memoria- procura un intenso placer que va dando paso a una profunda melancolía, suscitada por la conciencia del inexorable paso del tiempo y la naturaleza efímera de todo cuanto existe, incluidos nosotros mismos.”
Pero Peregrinos de la belleza. Viajeros por Italia y Grecia, su primer libro, es otra cosa. Es la crónica de los cronistas y el encuentro con unos artistas -de la palabra, de la pintura, de la aventura, de la vida, en sentido general- que se envolvieron en los aires del mar Mediterráneo y allí dejaron sus huellas y convirtieron su vida en una metáfora.
“Es el resultado de mi propia pasión por el Mediterráneo. Durante mucho tiempo me dediqué a leer y a investigar las vidas de personas —escritores, pintores, poetas, aventureros— que compartían esa pasión y así fui rellenando libretas de notas. Yo les preguntaba: ¿Por qué os atrae tanto el Mediterráneo? Y cada uno de ellos me fue dando su respuesta. Así escribí mi libro.”
María Belmonte fue parte del equipo que tradujo The Paris Review. Entrevistas 1953-2012, dos volúmenes de conversaciones con escritores publicados por Acantilado en 2020.
Belmonte solo es activista de la belleza. Pero hace poco, en el año 2020, en el prólogo al libro Los bosques perdidos (Ediciones El Salmón 2021), de la singular escritora y vehemente científica Rachel Carson, norteamericana, hizo una llamada de atención a seguir el ejemplo de esta autora para preservar los recursos naturales del planeta.
“Hoy más que nunca –escribió Belmonte- necesitamos a Rachel Carson. La necesitamos como una nueva llamada de atención, pero también para, a través de sus palabras y de su pasión por la naturaleza, maravillarnos ante el complejo entramado de la vida para aprender así, de una vez, a respetarlo. Y en estos momentos, es mucho lo que está en juego.”
En la cofradía de lectores y adoradores de la literatura de viaje dispersa por el mundo María Belmonte ya es una referencia, no solo por las historias que cuenta, también por las maneras en que las cuenta y, sobre todo, por la galanura de una prosa lírica llena de lluvias, lejanías, horizontes y atardeceres.
Su próximo libro es el secreto mejor guardado.
¿Cuáles de los lugares visitados y de los caminos recorridos se acomodan mejor en la “geopoética personal” que usted se inventó en sus libros?
Siento una predilección especial por los países de la cuenca mediterránea, en especial por Grecia, por su paisaje y su gente, y también por Italia. En esos dos países me siento en casa y no me canso de visitarlos y de explorarlos. Son los dos países que se acomodan mejor a mi “geopoética personal”.
¿Un cronista de viaje es un escritor que viaja o es un viajero que escribe?
En mi caso creo que escribo sobre lugares y personas que me atraen, que me llaman… o también puedo decir que escribo para poder visitar ciertos lugares. Viajar teniendo la “misión” de escribir después me resulta mucho más interesante que viajar simplemente por placer o para hacer turismo.
¿Qué retos hay que enfrentar para reinventar los mundos perdidos y cuántas libertades son posibles en la escritura de no ficción?
Los relatos de viajes son producto de la mirada personal del autor; nunca existirán dos relatos iguales del mismo lugar, aunque en cierto modo las libertades para escribir la crónica de un viaje están limitadas por la historia y la realidad de los países que visitas, de lo contrario estarías escribiendo ficción.
Antes de viajar procuro documentarme al máximo sobre los lugares que voy a recorrer, y una vez allí, estoy abierta a las experiencias, sorpresas y emociones que depara cada viaje.
Dice Eduardo Martínez de Pisón que “el paisaje es la idea que tenemos del paisaje”. ¿Puede decirse que los relatos y crónicas de viaje son una metáfora de las geografías?
Cada uno de nosotros «lee» e interpreta el paisaje de una manera diferente. Sólo vemos lo que conocemos… los relatos de viaje son la crónica de la experiencia subjetiva y personal del autor que vierte en ellos lo que a él le conmueve e interesa.
La literatura de viajes es versátil y en ella se acomodan la poesía, la historia, la biografía, la autobiografía, lo epistolar, hasta la arqueología y la paleontología. ¿La crónica de viajes es entonces un género mestizo?
En la literatura de viajes puede entrar todo lo que interesa a un autor: la historia, la política, el arte, la biología, la arqueología… Es un retrato muy certero del alma del propio autor, en ocasiones más que del propio lugar que visita.
¿Qué nacionalidad tiene la literatura de viajes?
La literatura de viajes es internacional, cosmopolita, mundial, ajena a fronteras y nacionalismos. La labor de los grandes autores de literatura de viajes, desde Marco Polo, ha sido difundir y darnos a conocer países, lugares y costumbres que ni siquiera sabíamos que existían.
Dice la colombiana Juliana González-Rivera que en el viaje el conocimiento no es completo sin el sentimiento. ¿Qué trae usted de cada viaje a nivel humano, emocional y sentimental, y qué le susurran al oído los lugares que visita?
Este es el punto quizás más importante de la literatura de viajes y coincido plenamente con Juliana. Hay que saber aunar el conocimiento con el sentimiento, y hacerlo con gracia y con arte.
Cada viaje es una experiencia transformadora porque amplía tu visión del mundo y está lleno de emociones positivas y negativas, y eso es lo que debes tratar de comunicar al lector.
¿Qué tiene que ver el sentido del viaje con el sentido de la libertad?
Durante el tiempo que dura un viaje estás libre de las ataduras de la vida cotidiana; dejas atrás lo conocido y te enfrentas a situaciones, personas, lugares, costumbres y problemas nuevos. Todo ello resulta liberador y estimulante.
¿A usted le consta la libertad de la escritura?
Sí, escribir es un acto de libertad porque nadie te pide que lo hagas. Eres tú quien se arriesga a acometer un trabajo que puede que no te lo acepten o que nadie te publique.
¿Cómo funciona la mezcla de mujer, viajera y escritora en un mundo que no prefiere la libertad de las mujeres?
Para ser sincera, yo no he tenido nunca ningún problema ni para viajar ni para escribir y, además, tuve la suerte de contar con un compañero que me animaba a viajar sola y, por supuesto, a escribir.
¿Para usted la literatura siempre va a ser un destino?
Sí, siempre… Vivo rodeada de libros, siempre estoy leyendo uno, comprando nuevos libros, leyendo sobre libros. Es mi vida y es mi mundo. No lo concibo de otra manera.
María Belmonte y el mar
¿En qué circunstancias de su vida se le metió el mar adentro y qué ha hecho que su relación con este sea tan distinguida?
Recuerdo vívidamente el olor a salitre cuando caminaba de la mano de mi madre por el paseo marítimo de un pueblo norteño y había marea baja. Luego descubrí las pozas que se forman entre las rocas, llenas de tesoros que no me cansaba de investigar.
Era un mundo mágico y entablé una relación íntima con el mar que perdura todavía y fue para conocerlo mejor por lo que escribí Los senderos del mar, un homenaje al mar de mi infancia y adolescencia.
¿A qué le huelen a usted los mares que ha conocido?
Cada mar tiene sus propios aromas destilados por su historia, sus protagonistas, sus héroes, sus leyendas. Cada mar es único y a la vez el mismo, porque forma parte de ese océano que envuelve nuestro planeta y lo llena de vida. Cada mar huele a viajes, a ausencias, a esperas, a tragedias y alegrías. Y, sobre todo, el mar es el hogar de criaturas maravillosas y desconocidas.
¿Usted es de las que disfruta el ritual de caminar descalza sobre la arena de los mares?
Sí, pero en invierno y cuando las playas están vacías. No me gusta el ritual playero de pasar un día entero al sol. Las playas se han convertido en lugares demasiado abarrotados de gente.
¿Cuál es la magia que tiene el mar Mediterráneo que, a pesar las tristezas de su historia, sigue encandilando a todos?
La historia del Mediterráneo tiene tanta fuerza y tanto poder de fascinación que ha dejado de ser un lugar físico, para convertirse en un mito, o como dice el gran mediterranófilo Manuel Vicent, «el Mediterráneo no es un lugar, es una categoría del espíritu».
¿Qué es lo que tanto le fascina de Rachel Carson y qué la llevó a convertirla en su heroína?
De Rachel Carson me conmueve profundamente su valentía, tanto por ser capaz de denunciar en Primavera silenciosa, los desastres que los pesticidas estaban acarreando al mundo vegetal, como por ser capaz de seguir trabajando y escribiendo cuando ya la enfermedad la tenía muy minada.
También me gusta la pasión que derrocha en sus libros para darnos a conocer los tesoros del mar que ella conocía tan bien.
La pasión de los peregrinos
¿Qué tienen en común sus Peregrinos de la belleza y qué criterios utilizó para escribirlos?
Peregrinos de la belleza es el resultado de mi propia pasión por el Mediterráneo. Durante mucho tiempo me dediqué a leer y a investigar las vidas de personas —escritores, pintores, poetas, aventureros —que compartían esa pasión y así fui rellenando libretas de notas. Yo les preguntaba: ¿Por qué os atrae tanto el Mediterráneo? Y cada uno de ellos me fue dando su respuesta. Así escribí mi libro.
Eran geniales y eran seres de luz, pero algunos tenían temperamentos complejos y egos muy altos. ¿Desde la literatura se puede entender la complejidad de la naturaleza humana?
Creo que sí, la literatura, desde Homero, nos permite conocer los entresijos de la naturaleza humana en toda su complejidad. Shakespeare es un buen ejemplo de un autor que examina en su obra todas las luces y las sombras del ser humano.
¿Cuál de sus peregrinos es su preferido, partiendo de la fuerza de su historia y de la belleza de sus acciones y escritos?
Es difícil elegir porque me fui enamorando de cada uno a medida que me contaban su historia, pero si tuviera que elegir, quizá me quedaría con el médico Axel Munthe, porque fue el primero que descubrí en mi adolescencia y porque su libro, La historia de san Michele, me convirtió en la lectora voraz que sigo siendo.
¿No le tienta escribir sobre peregrinas de la belleza?
Me han preguntado muchas veces por qué no incluí ninguna mujer en mi libro y siempre contesto que porque no conocía ninguna cuya historia me interesara.
Luego he hecho algunos descubrimientos de mujeres que vivieron en Italia y en Grecia y cuya historia es realmente interesante… Quizás algún día escribiré sobre ellas.
¿Con esa mirada de mujer que tiene usted, no le seduce la idea de escribir sobre Circe, la diosa solitaria?
No lo había pensado, pero ahora que me lo pregunta, lo tendré en cuenta, porque es un personaje maravilloso y con mucho juego literario.
El dios de la desmesura
¿Siendo el dios de la desmesura, qué le llamó tanto la atención y qué le sedujo de Dioniso, para situarlo en el título de su último libro publicado, En tierra de Dioniso?
Me sedujo precisamente eso, que fuera el dios de la desmesura, de la sinrazón, de todo lo oscuro de la naturaleza humana, y me llamó la atención que, en Macedonia, el lugar de Grecia sobre el que escribía, hubiera un enorme culto a ese dios en la antigüedad, sin olvidar que fue allí, en Macedonia, donde Eurípides escribió esa inquietante tragedia que es Las bacantes, sobre el siniestro culto a Dioniso.
¿Usted pudo encontrar la Grecia que fue buscar?
En realidad, no conocía casi nada del norte de Grecia y había leído muy poco sobre su historia, así que mientras viajaba iba de descubrimiento en descubrimiento, a cuál más gozoso. Puedo decir que encontré lo que no estaba buscando.
¿Qué piensa que pasará cuando el mundo se quede sin clásicos y termine de olvidarse de Homero y de sus cantos?
Supongo que eso puede suceder dentro de muchos años, porque por muchas agresiones que sufren los clásicos en los planes de estudio, su fuerza es tan inmensa que siguen estando presentes en nuestra vida. De hecho, se siguen publicando cada año miles de libros en torno a los clásicos. Del mundo que vendrá después de ellos y por quienes serán reemplazados, no tengo ni idea.
¿La belleza y la capacidad de asombro siempre conciernen a la literatura de viajes?
Ser capaz de absorber la belleza o la capacidad de asombro no son privativos de la literatura, sino de cualquier persona sensible y creo que afortunadamente, hay muchísimas en el mundo, dedicadas a las más diversas profesiones.
¿En qué momento y circunstancias de su vida le salieron alas y empezó a volar?
En el País Vasco, donde nací, hay mucha costumbre de ir a la montaña, así que desde muy joven comencé a frecuentar los senderos, los bosques y los montes de mi tierra. Desde entonces no he parado. No hay nada que me guste más que ponerme una mochila a la espalda y comenzar a andar. Viajar a pie me sigue pareciendo la forma más exquisita de hacerlo.
Usted cuenta al inicio de Los senderos del mar que vivió una etapa de silencios profundos cuando, adolescente aún, se fue de Bilbao a Bayona. ¿Para qué le ha servido el silencio en su vida, incluyendo el silencio interior?
La adolescencia es una etapa difícil para todo el mundo y durante un tiempo decidí no hablar en casa. Supongo que hice sufrir mucho a mis padres. Pero lo superé gracias a la ayuda de mi madre.
De adulta descubrí la importancia del silencio, porque te permite aislarte de los ruidos externos y deja que aflore tu mundo interior.
Una de las razones de viajar sola es, precisamente ésa, poder estar en silencio, conmigo misma, en los lugares sobre los que quiero escribir. Es la manera de dejar que te hablen, de que te cuenten sus historias; son experiencias muy especiales que luego trato de poner en palabras en mis libros.
¿Cuando uno calla puede mirar mejor el mundo?
Cuando uno calla puede mirar mejor el mundo y también absorberlo mejor, porque permites que te hable y, a veces, en ocasiones muy especiales, te cuenta cosas sorprendentes y fabulosas.
¿Qué recuerdos le dejó su abuela del día que Guernica vivió bajo las bombas franquistas?
Todas eran historias muy tristes, porque mi abuela, mi abuelo y sus tres hijas lo perdieron todo el día del bombardeo de Guernica; para empezar, se quedaron sin casa y a partir de aquel día empezó su peregrinaje por Francia como refugiada con tres niñas pequeñas mientras mi abuelo se quedaba en Bilbao. Toda una tragedia familiar.
¿Usted escribe para que el olvido no destruya la memoria?
La verdad es que no sé muy bien por qué escribo; quizás porque soy traductora y he pasado toda mi vida entre libros y la consecuencia lógica era empezar a escribir yo también. Y quizás sí, escribo para dar a conocer lugares e historias de personas que a mí me parecen importantes.
¿En sus manos la escritura es una urgencia?
No diría que es una urgencia. Combino la escritura de un libro con mi trabajo como traductora, así que lo voy sorteando como puedo. A veces me pregunto cómo he sido capaz de terminar de escribir un libro.
¿Cuál es su próximo viaje, cuál su próximo libro?
Dicen que da mala suerte hablar sobre ello, así que lo mantendré en secreto.
Si yo la tildo de andariega ¿se sentiría cómoda?
Me sentiría muy halagada, porque así es como yo me veo a mí misma: como una andariega, una mujer que camina.