El arte de Diego Rivera hay que interpretarlo a partir de las situaciones ideológicas que le sirvieron de caldo de cultivo para plasmar en sus frescos la realidad histórica, social y política de México. Si todo arte se revela para dar testimonio de su identidad, de su grandeza y su significado, en el suyo, sintetiza esa fuerza magnífica con que se transforma el mundo.
Plasmó la realidad cruda de las injusticias cometidas por los conquistadores españoles en contra de la raza aborigen; los desafueros del clero y la explotación de los indios y trabajadores por la oligarquía terrateniente. Postuló la igualdad y la dignidad como símbolos de la propia naturaleza del hombre, aun cuando adjuró del cristianismo y abrazo la ideología marxista llegando incluso a desconocer a Dios.
No obstante, al final de su vida aceptó la conversión al cristianismo no se sabe si desengañado por la política del comunismo o por fuerzas interiores desconocidas. El que fuera expulsado de la Academia de Arte San Carlos, cuando apenas tenía dieciséis años de edad y cursaba el último año de su carrera artística por su condición de ateo, terminaría confundiendo a la legión de admiradores que le seguía. Dos años después, en 1905, fue admitido en ella de nuevo y en 1906 se recibió de Licenciado con honores y obtuvo una beca de la Secretaría de Educación Pública para estudiar en Europa.
Algunos biógrafos se preguntan: ¿cómo en un adolescente podía existir esa fuerza poderosa del ateísmo? El cual ya se manifestaba desde la infancia. Se sabe que en el colegio donde estudiaba algunos sacerdotes llegaron a decir que era "la auténtica reencarnación de Satanás.
Además de emblemático, Diego Rivera fue un artista controversial, polémico y huraño. Tal vez fue por ello que llegó a tener muy pocos amigos, a negarse a formar familias ni tener hijos. Se afirma que nunca amo a ninguna mujer, ni siquiera a Frida Khlo, "posiblemente su gran amor en toda su vida, al margen de los tormentosos años que vivió con Angélica Beloff en París y España, y a la que nunca fue fiel en absoluto, aunque tardíamente reconociera todo el injusto daño que llegó a causarla, sin ella merecérselo, arrepentimiento que, aunque tardío, no deja de honrarle.
En esta parte, Juan Gallardo Muñoz, uno de sus biógrafos más importantes asegura que "se ha llegado a afirmar que si se casó con Frida Kahlo fue porque sabía que ella nunca podría tener hijos. Cuando se quedaba embarazada, se le veía confuso y contrariado, y los abortos parecían devolverle a la normalidad, como si se hubiera quitado un gran peso de encima. Parecía vivir solamente por y para su arte, aparte su obsesión por el sexo y por la infidelidad constante. Pero eso le condujo a morir solo y a que ningún allegado suyo le llorara en sus últimos momentos",
Vivió alejados de sus hijos y cuando uno de ellos murió no expresó ningún sentimiento de pena y de los demás nunca se preocupó en lo más mínimo. Tampoco mostró cariño por sus padres, a los que apenas hablaba. Cuando murió su padre, don Diego Rivera Acosta -se dice- que no se dio por enterado y que, al fallecer su madre, María del Pilar Barrientos, no derramó una sola lágrima. La única amistad que conservó por mucho tiempo fue la del francés Faure, quien en tono de bromas lo llamó en una ocasión "bebe monstruoso, pero simpático".
Diego María Concepción Juan Nepomuceno Estanislao de la Rivera y Barrientos Acosta y Rodríguez (Diego Rivera) nació el 8 de diciembre de 1886 en la ciudad de Juanajuato, México. Desde niño mostró inclinaciones por la pintura, manifestaciones que se pusieron de manifiesto cuando al cumplir los diez años, su familia se traslada a la ciudad de México y éstos lo inscriben en la Academia de Bellas Artes de San Carlos, mediante una beca del gobierno.
La llegada de la familia Rivera-Barrientos se produce en el año 1893. Juan Gallardo Muñoz refiere: “Parece ser que fue ésta una decisión de su madre y no paterna, cuyas causas no acaban de estar del todo claras, aunque se apunta a la posible impopularidad del padre de Diego por sus ideas liberales, opuestas al nuevo gobernador de la región, aunque otros prefieren inclinarse por la versión de que su madre, ya con el título de su carrera obtenido, prefirió apartarse de los médicos de aquella población, excesivamente conservadores para aceptar a una mujer en sus filas".
Diego Rivera tuvo una hermana de la que en vida nunca hizo mención. De lo que sí alardeaba era de su ascendencia. Afirmaba que había tenido un abuelo militar de nacionalidad italiana que al parecer, había servido al ejército español y había militado en la campaña Rusa, "donde se casó y su esposa murió de parto, regresando con su hijo Anastasio, pero en vez de quedarse en Rusia o volver a España, se instaló en México, y se dice que luchó junto a Benito Juárez con el grado de general”.
Se sabe que bisabuelo de Diego se matrimonió en Guanajuato con una joven de origen judeo-portugués. De esto. Gallardo Muñoz señala que "hay biógrafos que aseguran que Diego fue siempre dado a fantasear un poco –y hasta un mucho- con los antepasados familiares, pero eso son sólo opiniones nunca contrastadas. En cambio, su padre, don Diego Rivera Acosta, no es personaje que tuviera en sí nada de misterioso ni de contradictorio, ya que él sí luchó de muy joven contra los franceses, e incluso fue uno de los testigos presenciales de la caída de Querétaro a manos de los enemigos de Maximiliano, en mayo de 1867, así como de la posterior ejecución del emperador francés, en junio de aquel mismo año".
Diego Rivera fue zapatista, de ahí su espíritu revolucionario indomable. Aun cuando siempre fue un niño mimado por ser hijo único y pertenecer a una familia acomodada, su desenfrenada pasión ideológica puede resumirse de esta manera: "A través de ella nos habló de sus sueños más queridos: la libertad del hombre, la dignidad del trabajador, el pan de cada día para los pobres, la injusticia social, la opresión patronal, las indignidades que debían sufrir no solamente las clases social y económicamente desfavorecidas, sino también las razas sometidas o despreciadas. Fue el gran defensor de los indios, el heraldo y portaestandarte del pasado grandioso del pueblo azteca, el pregonero de los crímenes cometidos en nombre de la conquista y de la conversión, el difusor de la destrucción de una civilización y el genocidio de una raza y una cultura. Sus frescos nos hablan de eso y mucho más. Es, pues, no tan sólo una herencia artística sino una herencia social, moral y humana".