Con un pañuelo atado a la cintura y vestimenta sencilla, la bailarina egipcia Sherin Hegazy dirige a un grupo de chicas que reivindican la danza oriental como un arte, lejos de los estereotipos que han llevado a este estilo a tener mala fama por su relación con la prostitución.
"La danza oriental es un arte, tiene historia, pero en la películas siempre se ha hablado de la bailarina como de una persona diferente, una sinvergüenza, entonces aguanta los prejuicios de los vecinos y cualquier fama que pueda tener (…) Pero no tiene nada que ver con eso", afirma a Efe Hegazy, coreógrafa y fundadora de la compañía Awalem Khafeya (Bailarinas ocultas).
En Egipto, como en otros países de Oriente Medio, esta danza está "mal vista", apunta, ya que se ha ido construyendo una imagen "degradante" de la bailarina en el cine desde los años cincuenta fomentada por los movimientos sugerentes y la poca tela que suelen vestir las artistas que hacen que sea considerado lujurioso o prohibido por gran parte de la sociedad.
Más reconocimiento
Hegazy ha juntado a un grupo de bailarinas para hacer vídeos de sus actuaciones, que se han hecho muy populares en las redes sociales, con el objetivo de reivindicar el papel de la danza oriental egipcia como algo "elegante y sublime", explica.
Además, no solo se trata de un arte "individual", como se ve en los cabaret o en otros lugares nocturnos, sino que Hegazy quiere "presentarlo en colectivo".
Queda un largo camino por recorrer, opina la bailarina, ya que son los propios egipcios quienes tienen que "reconocer" que es un arte tradicional: "Las cosas empiezan desde dentro, no desde afuera hacia dentro".
Mientras la bailarina egipcia Amie Sultan opina lo contrario: quiere que sea la Unesco en reconocerlo primero como patrimonio cultural, al igual que hizo a finales del año pasado con la caligrafía árabe.
Patrimonio cultural
Con su proyecto Tarab Collective busca "recuperar la danza como arte auténtico y acabar con la mirada machista hacia la bailarina", dice a Efe.
"En películas con escenas de danza, siempre aparece la típica escena del hombre sentado con una botella de alcohol mirando de forma machista hacia la bailarina en el escenario (…) el problema no lo tiene ella, sino la mirada del hombre", indica Sultan en su residencia de El Cairo, donde se apilan los libros, fotografías y documentos sobre este arte.
Sultan y un grupo de académicos trabajan para documentar las danzas tradicionales del país en una investigación que, según sus estimaciones, podría durar un año.
"Nuestro patrimonio es tan importante como las antigüedades egipcias, debemos recuperarlo, pero es intangible y se hereda, si no podemos hacer que se herede bien, se perderá y nos arrepentiremos", lamenta la bailarina que se dedica a la danza oriental desde 2015.
Denuncia que, en la mayoría de los casos, esta danza se representa en los escenarios de los clubes nocturnos: "No son sitios seguros y en ellos las bailarinas sufren acoso, o bien por parte de la clientela o, incluso, por los propietarios".
Lamenta que "la única forma de representarlo sea trabajar en cabaret o bodas donde la gente se aglomera a tu alrededor y no te dejan rendir, además de que la vestimenta tampoco tiene un código", dice en referencia a los recortados vestidos de abalorios.
Por ello, también quiere crear un instituto cuando existan en Egipto "espacios donde las estudiantes (de baile) puedan representar este arte".
Declive histórico
Carolina Bracco, que escribió su tesis doctoral para la Universidad de Granada sobre la imagen y el imaginario de las bailarinas en el cine egipcio, afirma a Efe que la "degradación" de este colectivo comenzó tras la revolución de 1952 liderada por Gamal Abdel Naser.
"El régimen de Nasser hizo de la bailarina oriental el símbolo de la degradación y la corrupción del antiguo régimen. Empezó a identificarse con la corrupción de la monarquía derrocada y sus excesos", señala.
"La bailarina no sólo comenzó a ser vista como una mujer de baja moral, sino que su sola presencia ponía en jaque la moralidad de quienes la rodeaban. El cabaret pasa de ser un espacio de reunión de intelectuales y artistas a ser un lugar de perdición, donde se desarrollan actividades criminales y trabajan mujeres de mala fama", concluye.
Y esos cabaret siguen existiendo a día de hoy en la capital egipcia, adonde acuden turistas de otros países árabes para disfrutar de este arte considerado amoral, aunque ahora las bailarinas proceden en su mayoría del extranjero y son equiparadas a prostitutas. (Samar Ezzat)