Dios, por su propia iniciativa, creo al hombre de polvo, y el hombre, por su propia recurrencia, creó al hombre, aproximado a la criatura primigenia, “tirando un polvo”. Ahora bien, ¿cuál sería la categoría metafórica que anudaría ambos conceptos de polvos? Descartada la convergencia entre la forma material de las partículas de polvo y las descargas de la miaja, podríamos apelar, quizás, al constructo divino y humano de CREAR.