Todas las madres nos condenan a muerte es el segundo poemario de Christian Encarnación, poeta y fotógrafo autodidacta nacido en Santo Domingo en 1997. Con esta obra, Encarnación obtuvo el Premio Luna Insomne para Jóvenes Poetas 2023, un galardón que busca visibilizar las voces poéticas más innovadoras de la literatura dominicana contemporánea. El libro, compuesto por 77 poemas, ofrece una visión cruda y existencialista de la vida, la muerte, la poesía y la identidad, todo ello dentro de una estructura que desafía la linealidad y abraza la multiplicidad de perspectivas. En las páginas de Todas las madres nos condenan a muerte, Encarnación nos invita a cuestionar los valores impuestos por la sociedad, al tiempo que profundiza en los dilemas internos de un sujeto que se enfrenta tanto a sus demonios personales como a un mundo deshumanizado.
El libro nos cuenta la historia de alguien. Es una persona que existe en estas palabras, un yo poético extraño. Habla de la vida, la muerte, el nacimiento, el amor, el sexo y la última partida, pero lo hace con un orden distinto sin una línea ortodoxa. Lo que conecta estos poemas entre sí es la mera existencia de un ser y sus vivencias. Al final, vivir es esto, nunca se sabe cuántas veces se puede nacer en una misma vida, y la muerte, siendo destino y no promesa, nos condena a perdernos en el «negro» una y otra vez.
Los poemas no tienen nombre, así que intentaré no confundirte, lector. Este yo poético, del cual se trata el libro, se minimiza constantemente, siempre se ve inferior y vacío, esto es lo que se aprecia en una primera lectura. Es inevitable, al conocer al poeta, en ciertos momentos relacionar el personaje del libro con la historia personal del autor. Esto me lleva a pensar que quizás el yo poético no se minimiza o se siente inferior, quizás solo se trata, más bien, de que el personaje encarna una humildad casi mística, reconociéndose como una ínfima fracción del universo, igual a los demás, consciente de que su existencia podría desvanecerse en un instante.
Lo percibimos claramente cuando dice: «Si saltara de este puente, no perdería más que mi cuerpo y mi nombre, porque no sería más grande que el puente ni el río que lo nombra». Esta frase refleja la profunda sensación de insignificancia, totalmente ausente de egos o prepotencias que atraviesa al sujeto, quien parece percibir su existencia como algo efímero y sin valor, reducida a una simple transitoriedad en el vasto curso de la vida. El puente y el río, símbolos de lo grande y lo eterno, reflejan la pequeña y fugaz existencia del hablante, cuyo ser se diluye en la inmensidad de lo que lo rodea. Es un acto de autoinmolación simbólica, una forma de decir que, aunque su cuerpo y nombre existen, no tienen la fuerza o el impacto de lo que verdaderamente importa, como el río que los nombra, pero nunca los retiene.
Damos un salto y nos dice:
«Puedo creerme un nuevo dios
cuando escribo un poema
pero un pequeño dios de barro
constantemente amenazado
por la lluvia».
«Puedo creerme un nuevo dios cuando escribo un poema», afirma el poder transformador de la poesía, una capacidad casi divina para moldear una nueva realidad. Sin embargo, esta omnipotencia es efímera y precaria, como revela la metáfora del «pequeño dios de barro constantemente amenazado por la lluvia». La lluvia simboliza las adversidades, críticas, inseguridades y el paso inevitable del tiempo que, como gotas persistentes, erosionan la confianza del creador. La imagen del «pequeño dios de barro» no solo evoca vulnerabilidad, sino también una conciencia de la inevitabilidad de la destrucción, un tema recurrente en el libro. El personaje parece aceptar que, incluso en su momento de mayor poder, cuando da forma a la realidad mediante la escritura, está sujeto a fuerzas externas que podrían destruir su obra. Esto subraya su visión pesimista del mundo y de sí mismo: aunque capaz de crear, lo que produce nunca será invulnerable, y él mismo, como creador, es profundamente humano y falible.
Así como el Dios creador ha sido cuestionado y criticado a lo largo de la historia, ¿Cuántas más enfrentará un poeta, cuya obra siempre está expuesta al juicio de los demás? La escritura, entonces, se convierte en un acto valiente, donde cada verso se moldea con la conciencia de su posible destrucción, pero también con la esperanza de trascender esa fragilidad.
El personaje nos va llevando a través de realidades internas, de visiones caóticas que buscan captar la esencia de un ser que, a pesar de su estructura, grita su verdad. En este camino, el yo poético desafió las convenciones y las expectativas impuestas por el sistema. La poesía se convierte en el espacio donde resiste, donde se enfrenta a la opresión del orden establecido.
En el poema, el hablante se pregunta: «¿Qué es esa mierda de la poesía?», y responde con un rechazo a la vida funcional que el sistema exige: «sé útil para el sistema / aliméntalo con tu carne / la empresa es tu familia / la empresa te ama». Aquí, el escrito critica una realidad donde la poesía, la creatividad y el arte en general son vistos como algo innecesario, inútil frente a la productividad y la eficiencia que demanda el mundo. Sin embargo, el yo poético no cede ante esa presión. La poesía, para él, es la verdadera forma de libertad, una resistencia activa contra lo que calla, lo que somete y lo que exige conformidad. La lucha es contra el exterior, contra las voces que buscan silenciar la autenticidad y la creatividad del individuo.
Como afirma el hablante: «no beberé más del silencio (…) seguiré caminando aunque las suelas de mis zapatos estén empapadas de sangre y mentiras». Esta declaración refleja la determinación del poeta de no ceder al silencio impuesto por la sociedad, de continuar su camino a pesar de las adversidades. La poesía, entonces, no es solo un acto de creación; es un acto de rebelión, un grito contra el conformismo y la deshumanización del individuo en un mundo que prefiere la obediencia a la libertad.
En este fragmento, el yo poético describe un ciclo de autodestrucción y repetición, donde las actividades humanas se reducen a un proceso de involución. Las «los lugares donde las personas / acuden a involucionar» se refieren a un estilo de vida superficial y vacío, representado aquí por las discotecas, fiestas y excesos. Estos lugares, donde la gente busca escapar de la realidad o encontrar satisfacción momentánea, son descritos como sitios donde se «involuciona», es decir, se retrocede, se pierde el sentido profundo de la vida.
El «desenvolvimiento en círculos» señala cómo las personas, atrapadas en esta rutina, se ven atrapadas, se condenan a permanecer en ciclos repetitivos en ciclos repetitivos, en los que siempre terminan cayendo en las mismas conductas destructivas, sin poder escapar de la espiral de insatisfacción y alienación. En «cámara de seguridad pixelada», es un lugar donde la vida se reduce a la observación, a la repetición vacía de acciones predecibles.
La frase «EN POESÍA TODO PUEDE SER CUALQUIER COSA / PERO LA MAYORÍA DE VECES / ES NADA» subraya la paradoja de la existencia humana en la búsqueda de algo significativo, muchas veces se llega a un vacío, a una sensación de que, a pesar de las luces y el bullicio, todo lo vivido no lleva a ningún cambio real o trascendental. Es una crítica a la superficialidad del mundo moderno, donde la gente se sumerge en actividades y placeres efímeros, sin cuestionar el vacío que deja.
En Todas las madres nos condenan a muerte, Christian Encarnación crea un universo poético visceral y transgresor que, más allá de la crítica al sistema, se adentra en el ser. El libro cuestiona las estructuras sociales, explora la relación del individuo con el dolor, la muerte y la identidad, temas generales que son abordados con una mirada cruda y profundamente introspectiva. La obra se caracteriza por su lenguaje directo y, en ocasiones, desconcertante, que desafía la percepción del lector sobre lo que significa existir en un mundo marcado por el vacío, el conformismo y el consumo.
Finalmente, la ambigüedad y la paradoja son constantes a lo largo del poemario, y a través de imágenes intensas y contrastantes, Encarnación logra reflejar tanto la lucha interna del individuo como el caos de un mundo que se desintegra. Además, la estructura fragmentada del libro permite que el lector entre en contacto con diferentes aspectos del alma humana, sin orden ni linealidad, tal como sucede en la vida misma, agregando el característico factor sorpresa del poeta en muchos de los poemas en su último verso. Invitamos al lector a confrontar las sombras del ser, cuestionar las estructuras que lo oprimen y encontrar en la poesía un acto de resistencia y de autenticidad con Todas las madres nos condenan a muerte.