La centenaria ciudad de Santo Domingo, con sus calles llenas de historias y personajes destacados, también tuvo sus lugares emblemáticos, como lo fue la biblioteca pública formada durante el gobierno de José María Cabral, por iniciativas de Fernando Arturo de Meriño, Emiliano Tejera, José Gabriel García, Juan Bautista Zafra, Apolinar de Castro y Mariano A. Cestero. Aquella institución, fundada hace más de ciento cincuenta años, fue cerrada en el último cuarto del siglo XX, sin explicación alguna.
La primera biblioteca pública de Santo Domingo
La que por muchos tiempos fue conocida como Biblioteca Pública del Ayuntamiento de Santo Domingo, por lo menos hasta finales del siglo XX, (1) por su condición de entidad municipal, estuvo estrechamente relacionada con la sociedad en general, sirviéndole a los moradores de los barrios y ensanches de la ciudad de Santo Domingo. Tuvo su origen en 1867, con los libros donados por el venezolano Rafael María Baralt.
Abierta en la planta baja del Seminario Conciliar, fue administrada por la sociedad La Juventud, que en 1871 la pasó a la Sociedad Amigos del País, la que se encargó de adquirir e integrar los libros de la sociedad “La República”. Su tortuosa vida corrió a la par de los conflictos políticos y militares de la época, hasta que en 1882 fue reabierta con apoyo del Estado. Así se mantuvo hasta principios del siglo XX, cuando recibió una demoledora agresión oficial, quedando la sociedad cultural que la mantuvo por décadas, sin su administración.
En 1905, en el marco de los conflictos violentos que tuvieron lugar en ese año y después de múltiples dificultades, la Biblioteca Pública de los “Amigos del País” fue destruida por decisión del gobierno de Morales Languasco y su local utilizado para albergar el Congreso Nacional. Al momento del despojo y debido a la inestabilidad política del momento, la institución dirigida para entonces por Enrique Deschamps, se encontraba cerrada y sus directivos perseguidos políticamente.
Al ser destruida la biblioteca, que se encontraba en edificio anexo al Palacio de Borgellá, frente a la plaza Colón, los libros fueron arrojados a la calle y el local tomado bajo control por el gobierno dominicano. Un año después de este bochornoso suceso, Deschamps escribió lo que sigue:
“La Sociedad Amigos del País” sostuvo durante “muchos años una escuela gratuita memorable y una biblioteca pública, abierta con ejemplar perseverancia durante treinta años, constituyendo su historia, llena de actos de altísimo civismo, acaso la historia más brillante y fecunda de todas las instituciones de su género que han existido en la República y en las Antillas, e indudablemente una de las más meritorias y prolíficas de toda la América Latina.
“Alguna de las últimas contienda civiles del país ha asestado a esta noble institución un golpe de cuartel que la hubiera deshecho, si pudieran morir obras de esa naturaleza que, en Santo Domingo como en todas partes, suelen renacer de sus cenizas como el ave mitológica. El último de los gobiernos provinciales, constituido en la efervescencia de una de nuestras convulsiones intestinales más apasionadas y violentas, acaso para disimular con aparentes actos de progreso la frecuente comisión de los errores, propios de tales gobiernos, y del medio y del momento en que se producen, despojó, manu militari, de su propia casa, la casa que aquella edificó con recursos honrosamente adquiridos, a la benemérita institución, so pretexto de instalar en ella el Congreso Nacional.
“La Sociedad “Amigos del País”, que, como todo organismo de su índole, permanecía entonces en el receso a que la obligaban los dos últimos años de constante perturbación política, no pudo defenderse, pues sus principales miembros estaban ausentes unos, perseguidos otros y mal vistos los que estando en la capital, debieron evitar aquel insólito despojo; y los “Amigos del País” tuvieron el gran dolor de ver arrojados en plena vía publica en día lluvioso todos los libros de la fecunda y hermosa biblioteca pública, en que nutrieron su espíritu tantos dominicanos esclarecidos, así como su mobiliario a tanto y tan honroso sacrificios obtenidos”. (2).
La biblioteca fue reabierta en 1910, pero administrada por el Ayuntamiento de la Capital, durante el gobierno de Ramón Cáceres. A partir de ese año es que se comienza a conocer como la biblioteca pública del Ayuntamiento. En 1916 fue clausurada por el gobierno militar extranjero hasta el 16 de agosto de 1918 cuando inició su reorganicen, aunque fue abierta al público el 31 de enero de 1921 en la planta baja del Palacio Municipal. En 1925 fue traslada al edificio de la Tercera Orden de los Dominicos, local que antes había ocupado la Escuela Normal Superior, en la calle Padre Billini, frente a la plazoleta Duarte.
Un atentado contra el libro y la lectura
En el último cuarto del siglo XX, la biblioteca se encontraba ubicada en un bello edificio situado en la intercesión de las calles Isabel la Católica y Padre Billini en la zona colonial; pero sin explicación alguna, un día el Ayuntamiento decidió cerrarla y sus libros y el edificio quedaron abandonados. Saqueadas por indigentes y delincuentes de la zona que tomaron la edificación como morada, se convirtió en vertedero de inmundicias. Hasta hoy, la institución edilicia nunca ha dado una explicación que permita por lo menos justificar la desaparición del emblemático centro de cultura.
Notas: 1.- Véase Alejandro Paulino Ramos, Historia de las primeras y más importantes bibliotecas de República Dominicana. (Indita); 2.- Enrique Deschamps, La República Dominicana. Barcelona, Lit. Vda. de J. Cunill, 1906.