La finlandesa Sally Salminen (1906-1976), sorprendió con su novela Katrina, escrita en lengua sueca y publicada en 1936. De origen humilde, Salminen emigró a los Estados Unidos en 1930. Allí trabajó como empleada doméstica y empezó a escribir en su tiempo libre. Envió el manuscrito de la novela al concurso convocado por una editorial. La novela, que obtuvo el premio, alcanzó un éxito clamoroso, sin duda, por la fuerza que emanaba de su protagonista.

Como emigrante pobre en los Estados Unidos Saliminen demostraba que se podía triunfar en este país, incluso en un periodo tan difícil como la gran depresión. Los comienzos de la escritura de Saliminen coinciden con el éxito de autores como William Faulkner, que en 1937 publica Absalón.  Pero la escritura de Salminen poco tiene que ver con el este escritor. No hay en Katrina experimentación formal, ni novedosas técnicas narrativas. Sin embargo, la protagonista de esta novela guarda una estrecha relación con Lena, de Luz de agosto, de Faulkner. Son mujeres de férreas convicciones, capaces de mover montañas con su determinación. La primera en la búsqueda del padre de su hijo; la segunda en asumir las flaquezas del marido con entereza.

Sally Salminen, en 1960. Fuente Wikimedia.

La diáfana prosa de Salminen, va moldeando los rasgos de una mujer que se enfrenta a la dureza de la vida sobreponiéndose a la adversidad. Cautiva, la precisión, la fluidez y claridad de una prosa que nos ofrece la amplia perspectiva de un paisaje helado y cortante en su geografía, pero ardiente al interior de una comunidad que trabaja sin descanso, a veces con esperanza y a veces con resignación.

Oriunda de Vardö, localidad situada en el archipiélago de Aland, provincia autónoma de Finlandia en el mar Báltico, la autora nos lleva hasta la isla de Fasta en este archipiélago, en las primeras décadas del siglo XX. Allí seguimos a Katrina, que ha dejado atrás su tierra y la seguridad de la casa paterna. Persigue el sueño que le pinta el joven y locuaz marinero con quien se casa.  Pero al llegar al nuevo hogar se estrella contra la realidad. La hermosa casa que le pintara Johan es una choza sucia, desordenada en la que deberá permanecer sola la mayor parte del año. Katrina espera allí la llegada del esposo, quien se embarca por largos meses. Es el único medio que él tiene para ganarse el sustento, mientras que a ella le corresponde trabajar para los dueños y de la tierra donde viven.

La isla está dominada por los capitanes de barco y los comerciantes del lugar. Para ellos trabajan los pobres a cambio de sobras de comida. El reto de Katrina es aprender a sobrevivir como extrajera en aquella comunidad de rudos y sumisos trabajadores. Pero ella exige lo que cree que se le debe e impone la dignidad por encima de las necesidades. Asimismo, sobrelleva el estigma de estar casada con un hombre cuya fatua locuacidad la convierte en motivo de burlas, y que es incapaz de seguirla en sus empresas. Comprende que en la batalla por sacar adelante a los cuatro hijos está sola. Acepta que su destino sea esperar el regreso del hombre, como la mayoría de las mujeres de la isla. Persevera en la batalla diaria, cuida del marido enfermo, guía a los hijos y sale a despedirlos cuando se embarcan.

El talento de Salminen radica en su capacidad de encontrar poesía en esta epopeya de la miseria, en su sensibilidad hacia los más débiles en quienes se centra. Lo hace sin regodearse en los dramas humanos, ofreciéndonos a cambio luminosos momentos de encuentro, subrayando la valía de aquella mujer excepcional, capaz de transformar el mundo alrededor.

En esta novela cada detalle cuenta, la solidaridad de las vecinas, la amistad que llega a tiempo, los gestos que conmueven los duros corazones, la fuerza, la constancia y las propias convicciones. De todo ello necesitan los pobres para sortear los obstáculos que conspiran en su contra, aunque pocas criaturas cuentan con tales herramientas. Una de esas excepciones es el hijo mayor de Katrina, que debe, además, sobreponerse el orgullo, al resentimiento, contra el padre, contra la rudeza y la crueldad de los lugareños, y contra su propia madre, por haberse sometido y sometido a los suyos a tan duras pruebas.

Sin embargo, para Katrina, la espera ha merecido la pena. Entendemos que lo que tuvo y lo que perdió fue siempre fruto del amor y el sacrificio. Todo ello se metaforiza en su empeño por conseguir que en aquel terreno helado y rocoso crezcan los manzanos, para que algún día los suyos puedan recoger los frutos.

Consuelo Triviño Anzola en Acento.com.do

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