Julia Alvarez, una de las voces latinas más prominentes de la literatura contemporánea, nos ofrece en “El cementerio de los cuentos sin contar" una reflexión sobre la vejez y un tributo a las historias rezagadas.
Con una carrera que abarca más de cinco décadas, Alvarez, a sus 74 años, desafía la carencia de protagonistas mayores que ha notado en la literatura actual.
“Los personajes mayores a menudo en novelas son relegados a un segundo plano, privados de la complejidad que se otorga a los más jóvenes”, dijo Alvarez a Enlace Latino NC.
Esta falta de representación inspiró a Alvarez a dar vida a Alma Cruz, la protagonista de su relato y, como ella, una escritora dominicoamericana de la tercera edad.
“A medida que envejezco, he sentido un gran interés en leer novelas con protagonistas mayores", mencionó Alvarez sobre lo que motivó su más reciente obra. “Quería entender este momento en la vida de envejecer, y especialmente envejecer en un oficio que has practicado la mayor parte de tu vida”.
La novela publicada en Abril, también explora temas de cultura, hermandad y la experiencia de la inmigración, como en sus aclamadas obras "De cómo las muchachas García perdieron el acento" y "En el tiempo de las mariposas".
Tumbas de cuentos: rescatando las voces olvidadas
Inspirada en la finitud de la vida, Alvarez explora las historias que residen en la imaginación de las personas y que, a menudo, no llegan a ser contadas.
“Cuando eres más joven, acumulas borradores y proyectos”, reflexionó Alvarez. “Pero con el tiempo, te das cuenta de que no todas las historias serán contadas”.
Alma, en un acto simbólico, decide enterrar sus manuscritos inacabados en un cementerio en la República Dominicana, su patria ancestral.
"Los cementerios son como disparadores de escritura", dijo Álvarez. "Guardan las historias de aquellos que nos precedieron, historias esperando ser desenterradas y compartidas".
Los personajes de estos manuscritos olvidados cobran vida, susurrando sus cuentos a Filomena, la cuidadora del cementerio, y a su sobrino Pepito, un joven académico.
Alvarez explica que este giro resulta de la escucha activa de Filomena. Alma “colonizaba” la narrativa con sus ideas previas por lo que sus personajes no logran concretizarse, mientras Filomena era “un parabrisas limpio”.
La novela también destaca la relevancia de la tradición oral dominicana durante la dictadura de Rafael Trujillo, quien gobernó la isla de 1930 a 1961. Según Álvarez, durante ese período, la cultura dominicana no era necesariamente de lectura, sino que estaba centrada en la narración de historias.
“Me interesa en la novela, esas historias que no se escriben, no se hacen famosas, no reciben atención internacional, no llegan a ser mejor vendidas, pero provienen de la comunidad”, dijo Alvarez. “Y son las mejores historias”.
¿Cobran vida las historias al regresar a su tierra natal?
Durante la entrevista, una pregunta sobre cómo el retorno de Alma a sus raíces afecta la narrativa, llevó a Alvarez a una revelación: las historias cobraron vida al regresar a su tierra natal.
“Nunca lo había considerado”, admitió Alvarez. “Es como si al estar de regreso en su tierra natal, las voces y las historias se nutren y se fortalecen”.
Las historias, como semillas, encontraron su camino de regreso a la tierra fértil de donde una vez brotaron.
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Voz latina llenando vacíos literarios
El enfoque en figuras que suelen quedar en la sombra no es una novedad en la trayectoria de la autora.
Alvarez ha explorado consistentemente los rincones menos iluminados de la narrativa, otorgando voz a aquellos personajes que, aunque fundamentales, rara vez se colocan bajo el foco de la atención literaria.
Durante la década de los 90, Alvarez redactó la experiencia inmigrante desde una perspectiva femenina, una voz que resonó en un espacio previamente silencioso.
"Cuando escribí 'Las muchachas García', no conocía libros sobre inmigrantes desde un punto de vista femenino", recordó Alvarez.
La novela “De cómo las muchachas García perdieron el acento”, publicada en 1991, retrata los desafíos de una familia inmigrante dominicana en Estados Unidos. Rápidamente se convirtió en un texto esencial para el diálogo sobre la adaptación cultural y la identidad a nivel nacional.
A pesar de su relevancia, la novela no estuvo exenta de controversia, enfrentando censura en escuelas, incluso en Johnson County en Carolina del Norte.
Lejos de detenerla, Alvarez sobrepasó estos desafíos y continuó abordando temas que considera subrepresentados en la literatura.
Alvarez, galardonada con el National Medal of Arts y reconocida con varios premios por su impacto en la literatura, continúa siendo una figura emblemática en la narrativa estadounidense.
“Las historias tienen el poder de derribar muros y barreras", Julia Alvarez
Alvarez contempló la función de sus novelas como un puente sobre las fronteras físicas que dividen naciones.
“Las historias vienen con nosotros, sin necesidad de ser revisadas o encerradas en jaulas mientras se verifica su seguridad”, explicó Alvarez. “Llegué a Estados Unidos con poco más que una ‘maletica’, pocas cosas, pero mi cabeza estaba repleta de historias”.
Nacida en Nueva York de padres dominicanos y criada en la República Dominicana, Alvarez se inspira profundamente en su experiencia bicultural para sus relatos.
"Soy una híbrida", reconoce. "Navego entre múltiples mundos, idiomas y tradiciones, y es desde este espacio liminal es que emergen mis historias".
Para Julia Alvarez, la literatura sirve como puente, conectando mundos dispares y fomentando la empatía y la comprensión.
"Las historias tienen el poder de derribar muros y barreras", afirma. "Cuando lees una novela, te conviertes en el personaje y, al hacerlo, te das cuenta de la humanidad común que nos une a todos".
El vínculo de Julia Alvarez con Carolina del Norte
Alvarez trabajó como traductora en clínicas de granjas y escuelas de Vermont donde asistían hijos de migrantes, muchos de los cuales provenían de Carolina del Norte.
“Al mismo tiempo que esto ocurría, había una gran operación de la Seguridad Nacional llamada "Devolver al remitente", donde inspeccionaban los lugares de trabajo y deportaban a todos aquellos sin documentos”, recordó Alvarez.
Inspirada en estas experiencias redactó "Devolver al Remitente" en 2010 una historia que aborda las complejidades y las injusticias de la vida de los trabajadores migrantes.
Durante este tiempo, se conectó con la comunidad migrante en Carolina del Norte, quienes le compartieron testimonios sobre sus experiencias y desafíos.
Alvarez investigó virtualmente la estación de Greyhound en Durham, Carolina del Norte, para entender el viaje de los migrantes hacia Vermont en busca de trabajo.
A través de estas historias, Alvarez anima al lector a superar las limitaciones xenófobas y aterradoras que algunas personas imponen para excluir a otros.
“Lees una novela y te conviertes en el personaje, y al regresar a tu propia vida, te das cuenta de cuánto compartes en común con ellos”.
Su legado: un acto radical de amor y herencia literaria
Julia Alvarez reflexionó con gratitud sobre su legado. Para ella, su deseo es simple pero poderoso: dejar un legado de amor a través de sus escritos.
“Si haces lo que amas, ese es el acto político más radical”, expresó con convicción.
Sus palabras resuenan más allá de fronteras y generaciones, demostrando el poder de la narración para unirnos en nuestra humanidad compartida.
“Quisiera que mis historias narradas, que son la forma en que difundo amor en el mundo, aumentaran la comprensión, la compasión y todas esas pequeñas cualidades que contribuyen a amar al mundo y a las personas”, dijo.
Además, espera que el legado dejado por ella y otras autoras latinas que rompieron barreras en la literatura estadounidense, como Sandra Cisneros, Denise Chávez, Ana Castillo y Cristina Rivera, continúe inspirando a las generaciones futuras.
“Nos apoyamos en los hombros de aquellos que vinieron antes que nosotros”, concluyó Alvarez. “Las escritoras latinas de mi generación son esos hombros para muchos escritores más jóvenes, latinxs, en la actualidad”.
La autora de la entrevista es
Claudia Rivera Cotto
Claudia M. Rivera Cotto es una periodista bilingüe que cubre temas políticos, gubernamentales e inmigratorios en Carolina del Norte para Enlace Latino NC. Claudia forma parte de Report for America. Anteriormente, trabajó como periodista de temas sociales en el Columbia Missourian. Tiene un bachillerato en Periodismo e Inglés de la Universidad de Puerto Rico, donde también fue codirectora de Noticias de Pulso Estudiantil. Además, cuenta con una maestría en Periodismo de Investigación y Datos de la Universidad de Missouri.
La entrevista fue publicada por
Enlace a la entrevista publicada por Enlace Natino NC
Julia Alvarez rinde homenaje a la vejez y las historias sin contar en su nueva novela