La literatura latinoamericana tiene una deuda de gratitud con el Boom. El gran impulso que tuvo en la década de los años 60 y 70 del siglo XX, se lo debe a este fenómeno. Muestra de ello, es que las obras de muchos de estos escritores se conocieron por el mundo. A pesar de figuras relevantes pertenecientes al mismo, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes y Julio Cortázar, pueden ser considerados los rostros más visibles. Sin embargo, el uruguayo Juan Carlos Onetti (1909-1994), no está incluido en este grupo; tampoco puede ser considerado como uno de los escritores que formaron parte del realismo mágico. Sus obras están distanciadas de lo que este movimiento literario representó.

Si observamos que El pozo, la primera novela de Onetti, data del año 1939, se puede decir que está ubicado antes del Boom. Otras obras notables de él son Dejemos hablar al viento, Para una tumba sin nombre, Juntacadáveres, Para esta noche, y la que es de nuestro interés destacar, y que es considerada una verdadera obra maestra de la literatura, me refiero a El astillero.

Publicada en el año 1961, seis años antes que García Márquez diera a la luz su obra cumbre Cien años de soledad. Sin embargo, antes del Astillero, Onetti había publicado en 1950 su cuarta novela La vida breve, con la cual se inicia la onírica e imaginaria ciudad de Santa María. Esta novela es elemento central en el universo narrativo de Juan Carlos Onetti. La trama gira en torno a un astillero que se trata de mantener a flote en un proceso de decadencia y de quiebra definitiva. Los ejes fundamentales, y que mueven dicha trama, son la mítica ciudad de Santa María y Larsen, su protagonista.

La novela se inicia cuando dice: Hace cinco años, cuando el Gobernador decidió expulsar a Larsen (o Juntacadáveres) de la provincia, alguien profetizó, en broma e improvisando su retorno, la prolongación del reinado de cien días, pagina discutida y apasionante –aunque ya casi olvidada- de nuestra historia ciudadana.  Hay algo en este párrafo que se debe destacar: Onetti, refiriéndose a Larsen, abre un paréntesis cuando dice: o Juntacadáveres.  Esto significa, que el nombre de este personaje está preconfigurado, pues cuando estaba escribiendo El astillero -publicada en 1961-, también escribía la que sería Juntacadáveres, publicada en 1964. De ahí esa prolepsis respecto del personaje.

En El astillero se respira una atmósfera densa, pesada.  Onetti deja traslucir un aliento kafkiano, y sobre todo, se percibe la influencia de William Faulkner, su gran maestro. Santa María en esta novela, no es más que Yoknapatawpha, el legendario condado inventado por Faulkner, donde este ubica la acción de sus personajes. Justo es destacar, que  esta ciudad imaginaria, fue creada por el uruguayo antes que la legendaria Macondo de García Márquez. Con la diferencia, que al igual que el adjetivo kafkiano se usa para referirse a un mundo absurdo, así mismo, macondiano se ha convertido en adjetivo para referirse a una situación extravagante o irreal.

Los personajes del astillero reflejan la desesperanza y la herrumbre. La sordidez de la ciudad de Santa María es a su vez un reflejo de corte existencialista. Hay una búsqueda en Larsen de un lugar de bienestar, el paraíso bíblico que no podrá encontrar, y que no encontrará por el sencillo hecho de haber nacido, pues todos estamos condenados de antemano. Pienso en este aspecto, que esto podría ser una metáfora bíblica, pues en la Biblia aparece un paisaje que dice; por cuanto todos pecaron, todos fueron desterrados del paraíso.

Escrita desde el punto de vista del narrador omnisciente pero testigo a su vez de los hechos que transcurren. Y algo bien importante: si Franz Kafka predijo en su obra la incertidumbre y la desesperanza que le esperaba al hombre del siglo XX, Onetti la acentúa y pretende proponer la inutilidad de la vida. Personajes como Jeremías Petrus y el doctor Díaz Grey nos lo representan cuando se sienten abatidos y pesimistas ante la idea de la muerte. Estos nos hacen recordar al Pierre Mersault de la novela El extranjero de Albert Camus, el cual, estaba tan ajeno al mundo, que después de matar a un árabe de un escopetazo, y de haber recibido la noticia de la muerte de su madre, aún así seguía apático ante el mundo, y solo atinaba a repetir como un autómata la frase me da igual.

Es posible que ante la idea de la muerte, no haya ninguna posibilidad para Larsen. Es posible que a veces la vida sea una herida absurda, y como muy bien expresa el mismo Onetti en uno de sus cuentos, también es posible que la vida es una idiotez complicada. Suerte que la imaginación nos compensa.

Juan Carlos Onetti fue un narrador fecundo, uno de los mejores autores latinoamericanos de la historia, según expresó Mario Vargas Llosa en una entrevista en Uruguay en el año 2022.

A pesar de la sordidez y la desolación, esto es El astillero; una de las novelas más perfectas de un escritor un poco olvidado, y merecedor de un mejor asiento en la catedral de los grandes escritores.