El pasado martes 14 de noviembre, en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, el periodista Huchi Lora estuvo a cargo del conversatorio “La décima: de Meso Mónica a Juan Antonio Alix”, en el cual proclamó su criterio de que en algún momento el pueblo dominicano contará con un segundo poeta nacional: el afamado Cantor del Yaque Juan Antonio Alix. Al examinar las partes rescatadas de la extensa obra de Alix, sin embargo, es prudente cuestionar si los dominicanos desean ser representados por una voz poética con valores inestables.
La décima puede haberse originado en cultos círculos españoles; pero en las lenguas caribeñas se convirtió en herramienta de expresión predilecta de los grupos con una educación formal inferior, mas con los mismos deseos de comunicarse y con la misma ferocidad del espíritu que cualquier académico europeo podría retratar. Aun así, la diferencia de contextos nos regala un producto distinto, una poesía que prioriza la jocosidad, la autenticidad experimentada y la identificación con su público, quizás de manera más directa que cualquier otro tipo de literatura.
Juan Antonio Alix ganó el favor nacional. Ha sido capaz de mantenerlo por su habilidad para capturar la idiosincrasia dominicana a través del arte, con un ingenio que, lejos de mirar a la cultura popular con arrogancia, encuentra su valor en su capacidad para congeniar con el pueblo al que retrata. Su obra es tan dedicada a la ilustración de la vida dominicana cotidiana, que ha sido defendida como una fuente digna de ser estudiada desde un punto de vista etnohistórico. Su éxito al apelar a las sensibilidades dominicanas ha sido tal que se le considera el primer poeta de oficio en nuestra historia. Su trabajo ha capturado la nación, al punto de mucha gente tener su trabajo memorizado y haberlo recitado -incluso entre círculos analfabetos- desde su tiempo de vida hasta la actualidad.
Tantas bocas han repetido las palabras de Alix, que sería difícil asumir la inconsistencia y desconsideración que se encuentra en una parte significativa de su obra. Al examinar un corpus de 16 décimas del poeta, en una investigación realizada con Bripny Fernández, las cuales fueron publicadas entre 1880 y 1900, es aparente la promoción de ideologías que han demostrado ser nocivas para el bienestar de vastos sectores vulnerables de la República Dominicana, entonces y ahora, en ocasiones con directa contradicción a otros pensamientos expresados por el mismo Alix, probablemente influenciados por un interés personal del autor. Así, podemos encontrar un apoyo a la tiranía de Lilís, referenciado brevemente en su conversatorio por el mismo Huchi Lora. Esto representa solo una parte de su fluctuante y revisionista obra política. Además, se distingue una mirada despectiva hacia la figura femenina y, a pesar de que “El negro tras de la oreja” podría argumentarse como su poema más famoso, una desvalorización de la negritud.
Al estudiar las décimas políticas del Cantor del Yaque a lo largo de los años, se vuelve clara su inconsistencia, fácilmente entendible cuando se conoce la notoria relación de Alix con figuras políticas. El poeta recibía compensación por la divulgación de propaganda, mediante transacciones tan claras que incluso existen cartas en que el decimero escribe directamente a Lilís para solicitar dinero bajo la excusa de que la impresión de sus poemas era costosa. Es por esto que, aunque entre sus celebrados trabajos existen escritos exponiendo las extenuantes y hasta miserables condiciones en que debía sobrevivir el pueblo dominicano como resultado de una mala administración política, muchas veces encontramos ecos de ideas decididamente en favor del gobierno. Por ejemplo, en “El ferrocarril central” (1897), se refiere al dictador Lilís como “Y bien ya festejaremos / Al bienhechor del país”. Si bien en primera instancia se podría asumir que tal fervor se debía a una auténtica creencia en la política lilicista como beneficiosa para el país, esta idea se debilita al ver, posteriormente, que con la misma pasión Juan Antonio condena a Lilís en beneficio directo de su sucesor: “El país que tú has matado / Y en tus manos se arruinó, / Un buen gobierno encontró / Que la gente buena aprecia” (1900).
Lo peculiar de esta colección de ideas es que sus dramáticas contradicciones son parte esencial del porqué ha sido tan fácil para una población tan grande y diversa encontrar sus propias creencias en las décimas del poeta por más de un siglo.
Considerando la influencia como recurso de opinión de las rimas de Alix, tan conocidas como para haber sido remuneradas, se vuelve insidiosa la manera en que retratan a la mujer. No es solo por el retrato y justificación de ideas violentas como “Cada vez que yo te miro / Quisiera un ojo romperte”, o “Y si yo no fuera cuerdo / No te daría tu retiro / Sino te pegara un tiro / Y al infierno te mandara / Por no sajarte esa cara / Cada vez que yo te miro”. En la décima titulada “Como los cueros son tan amigos de lucirse (más si es ante el público) con cualquier persona que use de una chanza con ellas”, una de sus más largas y en la cual el autor habla extendidamente del maltrato que merecen estas llamadas “cueros” en oposición a una “mujer formal” y qué hace que una persona fuera merecedora de que sus derechos fundamentales fueran violados el cantor no especifica.
La intencionalidad de perjudicar, aludida en este texto, se refiere en particular a su composición “Catorce candidatos y medio”. En esta décima encontramos ideas machistas que muchos han de atribuir a la época. Por ejemplo, la palabra “medio” en el título se refiere a una candidata o a que la creación de este personaje sirva como hipérbole para expresar que hasta una mujer se ha postulado, planteando la idea como absurda. Pero es el contexto lo que hace de esta décima una puntual pieza de propaganda. En 1884, su fecha de publicación, se encontraba en auge el movimiento por la educación femenina más allá de lo doméstico, encabezada por Salomé Ureña y Eugenio María de Hostos. En este contexto, encontramos a nuestro Alix tomando una fuerte posición en contra de lo que significó uno de los procesos más revolucionarios y beneficiosos para las mujeres dominicanas. Toma la posición contraria a la educación de la mujer. En este sentido, el 18 de enero de este año Pedro Francisco Bonó publicó su ensayo “Pensamientos de un dominicano”, en el cual critica la instrucción de las mujeres, especialmente las pobres, con lo que se causa una alteración tan grande al orden natural que las mujeres podrían incluso llegar a las cámaras legislativas. Bonó rechaza tanto la idea de mujeres pobres y educadas que se crean supremas sobre su estatus como la de una mujer ocupando espacios políticos.
Por otro lado, aunque las rimas del Cantor del Yaque han sido pronunciadas para denunciar el desprecio hacia lo negro en un país cuya cultura en gran parte ha sido construida sobre la negritud, encontramos repetidas ocasiones en que con naturalidad este poeta desprecia las facciones negras, a la vez que es dado a enaltecer lo blanco. Mientras que la blancura solo es referenciada con adjetivos como " blanco fino”, “sangre pura”. Estos ejemplos aparecen en su aclamado poema, considerado anti-racista, “El negro tras de la oreja”. Los halagos “blanquecinos” no son extendidos a negros o personas visiblemente mezcladas con negros; a estos solo los describe como “prietos”, “negrillos” y, en ocasiones “cafres”, un nombre que se les otorgaba a las personas negras en busca de minimizarles por su conexión con el continente africano.
Si bien la obra de Juan Antonio Alix es compleja y rica, quizás es imposible encontrar a otro poeta en nuestra historia que fuera capaz de concentrar con tanta habilidad las complejidades del pueblo dominicano, especialmente sobre aquellos que por tanto tiempo se ha asumido no tienen nada importante que decir, pues su voz no ha sido pulida en un sistema educativo regulado. Entre sus escritos encontramos una irregularidad moral impresionante y, en ocasiones, extremas. Lo peculiar de esta colección de ideas es que sus dramáticas contradicciones son parte esencial del porqué ha sido tan fácil para una población tan grande y diversa encontrar sus propias creencias en las décimas del poeta por más de un siglo. Así que, antes de proclamar al Cantor del Yaque como nuestro vocero, lo que debemos preguntarnos es ¿sigue la obra de Juan Antonio Alix siendo la voz que hace eco a las ideas que proclama el pueblo dominicano? ¿Sus palabras apuntan hacia los objetivos que tenemos como nación? Si no es así, ¿somos finalmente capaces de enaltecer a uno de nuestros más legendarios talentos nacionales sin perder el ojo crítico? Quizás el pueblo dominicano esté listo para asumir a Juan Antonio Alix como poeta nacional cuando seamos capaces de reconocer en su trabajo las manchas de nuestra historia.