José Ramón López, uno de los más importantes intelectuales de finales del siglo XIX y del primer cuarto del XX, nació en Montecristi en 1866, un año después de que la República Dominicana, finalizada la anexión a España, recuperara su condición de Estado libre, soberano e independiente.
Su impronta en la sociedad, que comprendió un período aproximado de cuarenta años, obliga a la profundización en el estudio de sus aportes políticos, literarios y sociológicos abarcando las diferentes facetas de su vida. Sus escritos, centrados en la política juvenil contra el despotismo y la corrupción, apenas había cumplido los 18 años de edad, lo enfrentaron con el poder político de entonces, representado en Ulises Heureaux (Lilís) y en el Partido Azul gobernante.
Fue en aquellos años de los ochenta que marcaron la primera época de su accionar politico, cuando, desde la ciudad de Puerto Plata que consideró su segunda patria, mantuvo estrechas relaciones con la juventud liberal de Puerto Plata y Santiago, destacándose como miembro de la sociedad político-literaria La Regeneradora, y se vinculó con el proyecto educativo y pensamiento de Eugenio María de Hostos, asumiendo sus ideas positivistas, mientras que en el ámbito de la política nacional mantuvo cercana relación con los planes de Eugenio Deschamps, con el que compartió sueños libertarios.
En aquellos años, Deschamps hizo esfuerzos en la organización del “partido de los buenos”, llamado también “el partido del porvenir”, con el objetivo de dejar constituido el “verdadero partido liberal” de los dominicanos, en el entendido de que tanto el general Gregorio Luperón como su Partido Azul, habían traicionado los principios liberales al promover y/o aceptar prácticas autoritarias y corruptas desde la administración del Estado.
La lucha contra los males denunciados y el interés de que prevaleciera una sociedad democrática, lo llevaron a implicarse en la “revolución de Casimiro Nemesio de Moya” en 1886, la que aniquilada militarmente por Lilís, produjo el apresamiento de numerosos jóvenes cibaeños entre los que se encontraba él, quien desde la cárcel, después de audaz escapatoria, tuvo que pasar más de una década residiendo como exiliado en el extranjero, hasta 1897.
Fue en el período 1884-1886 en el que José Ramón López, bajo el seudónimo de “Doctor Noventa y Tres”, publicó en el periódico La Libertad de Puerto Plata, la satírica nota que acompañó con el título de “Receta para embalsamar el cadáver de la Patria”, que reproducida por otros medios informativos, entre ellos La República que dirigía Eugenio Deschamps, produjo serias molestias entre los funcionarios del gobierno y en el liderazgo del Partido Azul, especialmente al general Gregorio Luperón y a Ulises Heureaux, que consideraron el escrito como un abuso a la libertad de imprenta y como un acto de difamación e injuria, debido a que en la referida “receta” se insinuaban prácticas corruptas de Lilís, Luperón, Billini y otras figuras del partido gobernante.
Debido a ese escrito, López fue apresado y juzgado en un tribunal de Puerto Plata en el que, al momento de celebrarse el juicio del sonado incidente, él ocupaba la secretaría del órgano judicial, pasando de esa condición administrativa a ser detenido, destituido del cargo y procesado bajo la acusación de ser el autor de la referida receta.
Un segundo momento en la participación política de José Ramón López está marcado por el exilio impuesto por la dictadura de Lilís a partir de 1886, cuando residió en Puerto Rico y donde escribió en los periódicos El Imparcial y El Resumen, mientras que viviendo en Venezuela trabajó para los periódicos La Opinión Nacional, El Progreso, El Tiempo, El Republicano y El País. Andrés Blanco Díaz, uno de sus biógrafos y compilador de sus aportes periodísticos, ha publicado muchos de sus escritos, aunque, como lo anota el doctor Roberto Cassá, es en ese período en que vivió en el extranjero cuando López definió su perfil intelectual, aunque todavía se requiere profundizar en la compilación de su producción política, sociológica y literaria.
El tercer período en la vida intelectual de López se inició en 1897, cuando después de regresar a República Dominicana colaboró con el régimen de Lilís “de manera ambivalente” dice R. Cassá, con un gobierno que antes lo persiguió, posiblemente por miedo, conveniencia o por la necesidad de regresar a vivir en su patria chica de Puerto Plata, a la que desde el exilio añoraba intensamente. Entonces, desde la prensa se concentró en afanes periodísticos dándose a conocer como cuentista que también publicó su estudio sociológico “La alimentación y las razas”. Dos años después puso a circular la novela corta titulada “Nisia” (1898); un texto cargado de culturas y leyendas regionales. Posterior a la muerte del presidente Lilís en 1899, López dio a conocer sus “Cuentos puertoplateños” (1904).
La novela Nisia y los Cuentos puertoplateños tienen un notorio aire de relatos históricos. En la primera se destacan los temas relacionados con leyendas, costumbres y culturas de Puerto Plata, mientras que en los cuentos, que tienen como espacio-ambiente a Puerto Plata y sus contornos, se nota el dominio de la historia regional. Sus escritos se sienten cargados de críticas sociales, como sucede con el cuento “Muerto y duendes” publicado originalmente en 1891 y en el que sobresalen situaciones históricas relacionadas con las “devastaciones de Osorio de 1605”: calamidades, enfermedades, tristeza y amarguras de los desalojados y llevados a Monte Plata, así como las terribles epidemias que “se ensañaron contra ellos”. En ese cuento resulta notable la expresión de tristeza del que vivía desterrado lejos de su patria, por lo que José Ramón López pronuncia una frase cargada de nostalgia: “–Ah! Nuestros ranchos, nuestras casitas (…), ahí se vive bien. Tan curras, tan cómodas, tan frescas. –Quien volviera-¡”.
En otros de sus cuentos el autor recurre a la teoría darwinista del siglo XIX sobre la evolución, el origen del hombre y la selección natural y publicó un cuento al que dio como título “El origen del hombre”, en el que con ironía hace una crítica a la violencia del hombre contra el hombre, las guerras y la falta de justicia, concluyendo con que la famosa teoría de Darwin, de que el hombre procedía del mono, era una injustica hecha contra “los pobres monos”.
En cuanto al relato que López tituló la “Leyenda Indígena”, apoyándose en la ficción de supuestos conflictos políticos entre dos líderes indígenas que el nombra como “Cibucán” y “Mayobanix”, que devinieron en enfrentamientos de cacicazgos, López señala que esas desavenencias entre los dos jefes indígenas no aparecen registradas en la historia porque los “letrados españoles de la conquista fueron poco acuciosos en recoger noticias históricas de los indígenas anteriores al Descubrimiento”.
Por eso apunta, en el referido relato, que las únicas informaciones encontradas “leyendo todos los libros referentes a esa época, -es- que el gobierno de la isla estaba repartido en cinco cacicazgos independientes, cosa que, en verdad, era un adelanto comparado a lo que hoy se ve”, señalando que la “historia anterior al descubrimiento no estaba escrita y que, por lo tanto, “se ignora las luchas intestinas que afligieron a la población de los antiguos cacicazgos”.
En los relatos de José Ramón López se percibe con facilidad su conocimiento sociológico y la permanente intención de jugar con el tiempo, trazando un paralelo pasado-presente, como una forma de abordar las famosas revoluciones, los males de su época, y las luchas políticas de los años finales del siglo XIX, en las que los gobernantes ascendían al poder o caían en desgracia a partir de chismes, rumores y de intrigas.
En la cuarta y última etapa de su producción literaria y sociológica, su vida intelectual coincidió con su laboriosa práctica de recopilador-analista de informaciones demográficas, dando rienda suelta a sus conocimientos sociológicos, que le permitieron llenar un vacío generacional cumpliendo con una de las preocupaciones de la intelectualidad del último cuarto del siglo XIX, relacionada con el afán de progreso, y con la crítica de que en la República Dominicana todavía finalizando ese siglo, no se tuviera conocimiento de cuantas personas habitaban el país, de qué sexos eran y cuántas se habían casados, nacidos o fallecidos.
Sus conocimientos demográficos facilitaron que se le tuviera en cuenta al momento de que desde el Estado, se comenzaron las tareas de realizar los censos municipales. Como empleado de la Dirección General de Estadísticas desde los tiempos de la presidencia de Ramón Cáceres (1906-1912), hasta los años en que le tocó dirigir esa oficina en los días de la ocupación militar americana, López se convirtió en una autoridad en los asuntos censales del país.
Algunas de sus reflexiones y análisis de las características poblacionales de República Dominicana aparecen en algunas de sus investigaciones censales, pero creemos que sus reflexiones sociológicas en el ámbito de la demografía nacional, todavía siguen depositadas en la Oficina Nacional de Estadísticas y/o en el Archivo General de la Nación. De esos escritos se pueden citar: el levantamiento, bajo contrato, del primer censo y un catastro de toda la común de San Pedro de Macorís, en 1906; “Población probable de la Republica Dominicana al 31 diciembre de 1915, calculada por comunes o jurisdicciones”; una “Nómina de población de la ciudad de Santo Domingo” de 1917, y el “Censo y catastro de la común de Santo Domingo” de 1919.
De José Ramón López es mucho lo que se puede escribir; pero es mucho más lo que falta por conocer sobre su vida intelectual y de sus aportes literarios y socio-culturales. Sus múltiples facetas obligan a la profundización en el estudio de este sociólogo, escritor, ensayista y periodista que marcó la intelectualidad dominicana desde una perspectiva progresista, hasta su fallecimiento en 1922.