Que el género humano, en su vano intento por una escalinata con el propósito de ascender a lo etéreo, haya utilizado la tecnología como punto de apoyo, “la regla / el cálculo… / la medida”, para construir majestuosas ciudades y así embelesar a Dios posterior a la épica del Diluvio, hubo de ocasionar un aparatoso desconcierto entre hombres y mujeres, de suerte que esa susodicha señal civilatoria, bajo el sudor profuso, la “sangre / labor o palabra”, habría también de separar a la humanidad, orgullosa y egoísta, de su fundador genuino. Por ello, la  Deidad, airada, dispuso colapsar, estrepitosamente, el lenguaje común y la Torre de Babel en un “obrar de viento en direcciones múltiples.”

Pues, confundida en el “tiempo… historia”  la actuación hablada, “instantes de sonidos, sílabas…en espacios disímiles del mundo”, se originó, en el canto alegórico del poeta, José Enrique García, “la muerte toda” a raíz de la soberbia tras los afanes en la búsqueda de cómo remontarnos, a través de una pirámide escalonada, hasta la puerta de Dios o Bab-ilani, ciudad de Babilonia que, como una ofrenda a los dioses, vendría a restaurar la humanidad ante la pérdida, pasado el desafuero de las aguas, del contacto con Dios o la intimidad divina. O sea: lo que pretendió constituirse en un hontanar de parabienes, o fuente de bendiciones, apuró a convertirse, allá, a medio camino, entre el cielo y la tierra, en una asonada con la meta de apropiarse, para sí misma, la gente, de la luz y los poderes celestiales.

Precisamente, aquellas habituadas resonancias de  sucesos e intervalos: “sonidos, gorgeos, voces / iniciales onomatopeyas”, estallaron en feroz refriega, “salmo de viento”, y, por lo tanto, desemejantes y dispersos, finiquitaron la “palabra” acostumbrada. En todo caso, monserga provocada por la Deidad omnipotente que sintióse amenazada, perturbada, dado el aforo de los adelantamientos engendrados por los trastos de baldosa y argamasa que, ciertamente, en el poema Babel, del poeta de la imagen, Enrique García, fueron haberes del habla colectiva, “voz y grafía”, del nuevo orden luego del Diluvio, pero que, súbito, a costa del hombre por incautarse de la gloria, resultaron, ante la imposibilidad de alejarse “del caos que [los] engendra”, condenados al fracaso adosados a sus designios debido a la inmodestia. Eso sí, ante la racionalidad versus lo divino, ¿cómo conceder a la herida lastimada un nuevo comienzo? 

Babel

El tiempo, dónde

en qué espacio

          o sangre

labor o palabra,

          obrar de viento

          en direcciones múltiples.

Dónde el tiempo para cada hombre

          y para la historia,

dónde la regla

          el cálculo del acto

la medida, la muerte toda.

El tiempo, sí

          instantes de sonidos,

Sílabas que en música prolongan los sentidos

en espacios disímiles del mundo.

Sonidos, gorjeos, voces

          iniciales onomatopeyas,

salmo de viento que desciende

a la arena

y combate feroz

          por ser voz

             y grafía

que se distancien del caos

          que la engendra.