Fragmento del ensayo Una isla, dos literaturas: Contrapunteo de la literatura de la isla y la diáspora dominicanas (1965–2018)
José L. Peralta
City University of New York (CUNY) Academic Works
…la novela La vida es otra cosa (2006) de Jeannette Miller…
…A diferencia de La breve y maravillosa vida de Oscar Wao, la novela La vida es otra cosa (2006) de Jeannette Miller, muestra una trama descentralizada, donde el narrador apenas hace intervenciones fortuitas, lo que da la sensación de que la historia transcurre de manera casi autónoma. Esta técnica narrativa crea una percepción tan deliberada en el lector que crea la sensación de que los personajes actúan por voluntad propia, lo que naturaliza la trama al punto de que la línea entre historiografía y fábula se hace finísima cuando de contar la identidad y la cultura popular dominicana se trata.
La novela La vida es otra cosa (2006) de Jeannette Miller, es un retrato fiel de la vida cultural del dominicano en la isla, vista desde lo que las circunstancias socioeconómicas y político- históricas del país⎯ reflejadas en las vidas de las gentes⎯ imprimen en la cotidianidad, orquestando, de esa manera, una identidad nacional constante, pero a la vez contingente. La novela inserta a sus personajes en episodios que representan el devenir histórico de la saga nacional dominicana, y desde allí sus vidas adquieren sentido social y cultural, lo que permite visualizar ese ‘presupuesto histórico e ideológico’ al que se refiere Mateo. Las identidades de cada uno son las resultantes de sus distintas visiones del mundo junto a lo que un estatus socioeconómico ⎯ impuesto por la clase dominante⎯ les imprime como el destino que le corresponde a su clase social determinada.
Uno de los rasgos más característicos del dominicano insular que encontramos en esta novela es el de su identidad dialectal. La construcción lingüística de La vida es otra cosa, está diseñada con todo un repertorio sumamente ameno de la dialectología con la que se identifica el habla de la clase popular dominicana. En este espacio novelesco, el dominicano se recrea como tal desde su habla local, rasgo éste que lo distingue como un ser totalmente diferenciado del resto con los que comparte el repertorio de los signos lingüísticos del sistema de comunicación estándar al que se le conoce como lengua española. Este recurso lingüístico hace que el lector sienta vívidamente la presencia del ser dominicano a través de sus rasgos comunicativos, que son parte fundamental de toda identidad nacional.
Los ejemplos del tipo de habla dominicano que se encuentran en esta novela son muchísimos. Desde el comienzo mismo de la novela vemos al narrador usar palabras, frases, oraciones y expresiones salidas de la cosmovisión conceptual e interpretativa con la que el dominicano designa su realidad social y cultural. Como muestra de ello podemos citar algunos ejemplos: “se puso como un tirigüillo” (13), lo que se refiere a cuando alguien se pone extremadamente delgado. “Hacer motoconcho” (15), el motoconcho es un oficio de moto taxi muy típico en prácticamente toda la geografía nacional dominicana.
“Sólo desayunaba un pan mojado en el líquido oscuro y humeante, aunque María no dejaba de ofrecerle el consabido mangú” (27), el mangú es un desayuno típico dominicano conocido internacionalmente.
“Que eso no era ser cuero, sino ‘trabajadora sexual’” (38), en la jerga dominicana cuero significa prostituta de baja calaña. “Cielo dijo que lo mejor era un lengua de mime, fino y largo; atraviesa hondo y no deja salir la sangre hasta que se pudre el interior” (131), con lengua ‘e mime se conoce en la República Dominicana a un machete o colín amolado bien fino, también a un puñal de acero largo y fino, que se usan para peleas y defensa personal. Hay al final de la novela un listado de dominicanismos que aparecen dentro de ella, para que el lector no familiarizado pueda entender el cuerpo del relato. Hay un total de ciento cuatro entradas.
No está por demás precisar que estas voces del acervo dialectal cultural dominicano no están montadas sobre los personajes de manera forzosa, es decir, cada expresión obedece a circunstancias y situaciones puntuales en las que un dominicano de la isla la usaría. Así, cuando de la novela emerge la expresión de ponerse como un tirigüillo, lo hace a raíz de la situación en la que se vio Tito cuando María lo dejó y luego fue engañado por la muchachita, terminando así con una vieja de Neyba para que le hiciera los quehaceres domésticos, problemas estos que terminaron por dejarlo a Tito como un tirigüillo de flaco. Este es un ejemplo de todas esas circunstancias muy particulares de la novela en las que esas formas de hablar cobran el sentido específico que transmiten en la realidad cultural dominicana, y a las que las gentes del pueblo dominicano de la isla le han dado un valor de significado propio que las identifica.
Circunstancias históricas y formas de hablar que las cristalizan y las hacen inteligibles para una masa popular que apropiándose de ellas las hace, de esa manera, parte de su identidad, se conjugan en los capítulos de La vida es otra cosa, para representar así a una forma cultural. De esa conjunción, es decir, de la equivalencia del encuentro entre circunstancia histórica y cristalización verbal, surgirán las figuras dominicanas que se personifican y componen las vidas de los personajes que luego van entrelazándose para conformar la fábula de la novela. La trama de La vida es otra cosa emula la estructura de una cadena cuyo cuerpo se forma con el entrelazamiento de cada uno de sus eslabones constituyentes, y que terminan siendo la cadena misma.
Igualmente, esta novela de Jeannette Miller se hace con el entrecruzamiento de un conjunto de formas de vida, que terminarán construyendo la forma cultural⎯vale decir la identidad⎯ de la novela. De entrada, tenemos a María. Ella es una campesina, esposa de Tito, también campesino, con quien convivió cuarenta años como esposa. Ambos vivían en la loma. Madre de doce hijos, María decidió irse a vivir al pueblo después de haber pasado esos cuarenta años cosechando café y cocinando para su familia. Se fue porque Tito la había estado engañando con una jovencita que ella misma⎯María⎯había traído a su casa porque la niña había quedado huérfana cuando solo contaba con trece años. Ya viviendo en el pueblo, María se pasaba los días mirando televisión, excepto los sábados cuando se iba al mercado a comprar perfumes y ropa a los haitianos, para luego revendérselas a los ricos los días que iba a hacerles el lavado de ropa.
Con la vida de María como recurso técnico, el relato establece el marco de referencias de su temporalidad histórica: “Tito comenzó a sufrir de úlcera en los últimos años de Trujillo” (45),
“[E]l día que mataron a Trujillo, María sintió como si le hubieran quitado un peso de encima” (51); el drama cotidiano de la familia típica dominicana, el tránsito de la vida rural a la citadina y el papel de la mujer como identidad de género en la sociedad dominicana. Estos últimos tres temas se ven en toda la vida narrada de María y que más adelante veremos en más detalles.
La temporalidad histórica del relato se sitúa tomando como punto de referencias lo que la historiografía dominicana ha denominado como la Era de Trujillo, acontecida a partir de la tercera década del siglo XX, y pasando por mediados del mismo siglo, específicamente entre 1930 y 1961. A partir de este punto de referencia historiográfico dominicano, la novela establece un ritmo de vida social que comprende un antes, un durante y un después, que van marcando la continuidad de los sucesos temporales del relato. Frank Moya Pons, asegura que cuando se analiza la historia dominicana, la denominada Era de Trujillo es más una sucesión de hechos que de rupturas:
Muchas personas creen que la Era de Trujillo fue una ruptura radical con el pasado, pero cuando la historia se analiza desde la amplia perspectiva de todo el siglo 20 lo que se observa son numerosas continuidades, de tal manera que las tres décadas comprendidas entre 1930 y 1960 aparecen como una prolongación de los primeros treinta años del siglo. (El siglo XX 75)
Para Juan José Ayuso, hay, inclusive, continuidades en la identidad del dominicano como pueblo, cuya prolongación persiste todavía hasta el siglo XXI: “El pueblo es uno. El de 1928 y el de 1878 es este mismo pueblo de 2003, a pesar de no dar siquiera una muestra de aquel ‘indomable amor a la libertad’ ni un asomo de la decisión de ‘derrocar a sus tiranos’” (En busca 11). En la vida social del relato, aparecen las prolongaciones de las continuidades de las distintas etapas de la vida social dominicana a través de una serie de causalidades que toman corporeidad en las vidas de los personajes que conforman la trama de la novela.
La vida es otra cosa comienza con María siendo azotada por un ventarrón mientras bajaba de la loma hacia la ciudad. Lo que hace que, para conocer el pasado de María, el relato tenga que pasar a la vida del campo y mostrar sus peculiaridades. Según datos recogidos por Ayuso, para 1920, diez años antes de la Era de Trujillo, la gran mayoría de la población dominicana estaba concentrada en el campo. “Para esa fecha había concluido el primer censo poblacional de 1920. Los habitantes eran 894,665, divididos en 148,894 pobladores de la ciudad, 16.6 %, y 745,771 del campo, 83.4%” (En busca 15).
La familia de María formaba parte de esa mayoría que vivía en el campo. Su vida, con Tito y sus hijos, era la típica de la familia dominicana de entonces en la zona rural:
En lo alto de una loma apartada, Tito había construido un bohío amplio con techo de cana y paredes de tablas gruesas rellenas de argamasa para que no entrara la lluvia. El piso de tierra apisonada se mantenía fresco a base de rociarlo tres veces al día. Había dos cuartos: uno para dormir y el otro para guardar los víveres. Afuera la letrina, y la cocina bajo una enramada donde se comía. (79)
La descripción del bohío de la novela concuerda igualmente con los puntos en común que resultaron del cotejamiento de los resultados de las informaciones que proveyeron los inspectores de Instrucción Pública de la República Dominicana. Este levantamiento se hizo entre 1921 y 1922, a petición del entonces superintendente general de enseñanza licenciado julio Ortega Frier: “… y la descripción de la vivienda del campo, dividida en dos pequeñas habitaciones, de paredes de tabla de palma, tejamaní o yagua, piso de tierra apisonada ‘al que llaman hormigón’ y techo de yagua o cana” (En busca 17). Así mismo, concuerdan las descripciones físicas de las personas. Según el relato de la novela, Tito era “un negro con cara de blanco” (79), y en los informes de los inspectores es “común también la aparición de ubicar racialmente a las personas en un “mestizo” producto del cruce de blanco con negro y en pequeña parte del aborigen” (17).
Al campesinado dominicano, además, se le conocía como gente laboriosa. Los informes que venimos tratando resaltan su vocación de trabajo (En busca 18), de la misma manera, la novela lo hace a través del relato:
A las cuatro de la madrugada todo el mundo estaba en pie y después de tomar un jengibre con casabe, la figura de Tito se perdía en la loma seguido de los hijos que lo ayudarían en la siembra. Por las noches, mientras las niñas se encargaban del fregado, Tito hacía cálculos con las estrellas para planificar la cosecha. (80)
Con esta vida febril y hogareña que se repetía de manera rutinaria se identificaba a la familia típica dominicana del campo, como se muestra la de Tito y María, entre otras maneras de calificar a los individuos como jugadores, leguleyos y con cierta indiferencia hacia las cuestiones políticas. Sin embargo, este estilo de vida cambia en la familia de María cuando ella, guiada por el deseo de que sus hijos estudien, baja con parte de sus hijos a vivir al pueblo de Vengan a Ver. Este tránsito de lo rural a lo citadino va a significar un cambio en las formas de hacer y ser en María y su familia, que acompañarán este nuevo estilo de vida.
Uno de los retos más significativos de los que María va a enfrentar, es ver truncado el anhelo de que todos sus hijos progresaran a través de los estudios: “A excepción de Maritza, Felipe y Chino, de los hijos que se fueron con María ninguno sirvió” (81). El relato de la novela cuenta que las hembras se dedicaron a vivir una vida indecorosa teniendo hijos de distintos hombres sin ningún tipo de miramientos, y los varones se dedicaron al juego, a la bebida de alcohol y al consumo de drogas. A diferencia de su vida en el campo, no trabajaban, es decir, tenían una vida de holgazanería. Se costeaban los vicios robándole lo poco que conseguía María, su madre.
Después de la muerte de Trujillo, la sociedad dominicana experimentó muchos cambios por múltiples razones. La mayoría tiene que ver con el cambio de régimen, la influencia extrajera y de la interpretación social y el discurso de la clase intelectual dominante. “Así, cuando la dictadura de Trujillo terminó en 1961 ya muchos dominicanos habían sido expuestos a los avances de la sociedad estadounidense, y por ello optaron por emigrar masivamente hacia Norteamérica a partir de 1962” (El siglo XX 78). Como lo plantea la cita, la conjunción del término de la dictadura con la influencia extranjera diferente a la europea, en primera instancia la estadounidense, fue dando paso a una forma cultural con cambios significativos, a tal punto que el estilo de vida del pueblo dominicano igualmente experimentó cambios significativos. Según Frank Moya Pons, para 1980, estos cambios ya eran claros: Para la década de los años 80, ya era claro que estaba surgiendo una población norteamericanizada, emigrante y no emigrante, que prefería el estilo de vida de los Estados Unidos a los antiguos estilos de vida españoles y franceses que antaño dominaron la sociedad y la cultura dominicana. (El siglo XX 79)
También para la década de los años 80, fueron recogidos y publicados por el sociólogo e historiador José del Castillo unos ensayos con el título Ensayos de Sociología Dominicana (En busca 28). Según la urdimbre de los comentarios hechos por Ayuso a esta compilación y las citas bibliográficas extraídas también por él, estos ensayos nos presentan a un pueblo dominicano con escasa propensión al trabajo e indiferente al estímulo del progreso. Para corroborarlo, extraeré la última parte de una cita tomada por Ayuso de un trabajo de Del Castillo, titulado Nuestra proverbial haraganería: “…Esa imagen ha sido reiterada, con insistencia de vendedor de seguros, por parte de viajeros que nos visitaron, y a fuerza de repetirse, por una cantidad apreciable de nuestros intelectuales” (En busca 29).
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La visión del mundo de los extranjeros, junto a la voz autorizada de los intelectuales, genera una percepción de la identidad del dominicano, que ha pasado de ser laborioso a haragán. Esta versión del dominicano como haragán es la que percibimos en el relato de la novela a través de los hijos de María, una vez han pasado de lo rural a lo citadino. La ciudad parece haber traído consigo una forma de identidad nueva para el dominicano. Chino, el hijo menor de María, trae el escenario que muestra el cambio de consciencia que esta nueva realidad social va forjando en el individuo dominicano y en sus relaciones sociales.
Chino era uno de los pocos hijos de María que sí sirvieron. Trabajaba y le sobraban los deseos de progresar y ser alguien en la vida. Todavía en la escuela, había conseguido un empleo en la Zona Franca y seis meses después se metió en un motor a plazos. Cuando terminaba en la Zona, se apostaba en el parque para ser motoconcho hasta las diez, y a esa hora llegaba a su casa con una ceniza que se bebía lentamente a pico de botella en la mecedora de la galería, como si fuera el mejor momento de su existir. Luego, le daba a María los pesos para la comida del otro día y esperaba a que la brisita lo acabara de atontar para meterse en la cama. (15)
Con la vida de Chino, la novela pone sobre su espacio narrativo la entrada de la modernización en la vida sociocultural de la República Dominicana, esta última a manera del plano de su elección como la estructura social donde acontecen los hechos de la ficción. La Zona Franca es la puesta en marcha de la industrialización y de la vida moderna. Un motor a plazos es la inauguración de una sociedad financierista impulsada por los bancos y por las corporaciones. Dos trabajos: obrero y motoconcho, es la promesa del capitalismo de una sociedad económicamente plena y lucrativa a través del multiempleo. Esa vida rural de trabajar solo para lo indispensable, la indiferencia al progreso, de tenderse en la hamaca gozando del privilegio de no hacer nada, etc., iba quedando paulatinamente atrás en esta nueva vida que la ciudad estaba imprimiendo en la estructura social de la República Dominicana que nos pone en escena La vida es otra cosa.
Así, el trasfondo socioeconómico y político van influenciando y dictaminando una forma cultural que va modificando la manera de ser en el individuo y la sociedad dominicana. La influencia extranjera es trabajada por medio de la influencia, a su vez, de Miguel en la consciencia social de Chino. Para este último, resultaba difícil entender el porqué de que su madre María se oponía tan acérrimamente a que se juntara con Miguel. Chino opina, que si bien es cierto que se rumora que la riqueza de Miguel viene de las drogas, no es menos cierto que muchos lo hacen por envidia y que, además, en el pueblo de Vengan a Ver el que más y el que menos está metido en el negocio (22).
Adicionalmente, Chino sopesaba lo que veía: Miguel, con solo irse a New York y su negocio, había logrado mucho más que su hermano Felipe que “[C]uando al fin consiguió el título de contable, primero trabajó en el ingenio, luego en la Zona Franca y al fin tuvo que irse con Porfirio Frías, uno de los cinco dueños del pueblo, que le paga un sueldo de hambre” (22). Con la emigración a los Estados Unidos, el “sueño americano” comenzó a infiltrarse en la consciencia social del dominicano, y por eso decena de miles comenzaron a emigrar hacia ese país:
La emigración hacia los Estados Unidos es uno de los fenómenos que más ha impactado la economía y más ha marcado la vida social dominicana en la segunda mitad del siglo 20. Terminada la dictadura de Trujillo en 1961, decenas de miles de personas que sentían que no ocupaban un lugar productivo en el país empezaron a emigrar hacia los Estados Unidos buscando participar también en “el sueño americano”. (El siglo XX 82)
De Estados Unidos llega también el cuestionamiento de la identidad de la mujer como género sexual y su rol en la vida social dominicana. La práctica social de la mujer dominicana aparece como dilema en el pensamiento de los primeros intelectuales que emigran a los Estados Unidos. ¿Debe la mujer limitarse a las funciones exclusivamente domésticas o debe también formar parte del tejido social que se desarrolla más allá del núcleo estrictamente familiar? Para Manuel Florentino Cestero ⎯según este último siguiendo reflexiones de Leopoldo Lugones⎯ el éxito de las civilizaciones ha tenido que ver con el estado exclusivamente doméstico de la mujer (Literatura dominicana 60). Para Camila Henríquez Ureña, por otro lado, la mujer debe incursionar ardua y concienzudamente en todos los órdenes de la cultura (Literatura dominicana 101).
El relato escénico de la trama de La vida es otra cosa, va a poner sobre los hombros de María ese dilema de la función de la mujer en la vida social dominicana. En la vida de este personaje femenino, el lector experimentará el fardo cultural de la mujer popular dominicana adentro de la parte de la isla que conforma el país de la República Dominicana:
Desde los once años vivía con él y le llegaron los cincuenta sembrando, destazando, cosechando, limpiando, pariendo, lavando, hasta que el marido la engañó en su propio terreno. Era una mujer gorda, sana, alegre y trabajadora, sabía planchar una camisa y despachar una vaca de un solo tajo. Ya hacía tiempo que no dormían juntos, ella que era porque él estaba viejo, y no fueron pocas las veces que la enamoraron, pero María se hacía que no oía por respeto a su marido y a sus hijos. (78)
Por ser parte de esa cultura, María, en su condición de mujer, podía bien pasar de niña a mujer sin que eso a nadie le importara. Como tampoco importaba que aun siéndole asignadas las tareas domésticas con carácter de exclusividad, también tuviera que asumir otros trabajos laborales como forma de ayudar a los hombres en sus trabajos remunerados, pero que ella, por ser mujer, no podía ser usufructuaria de esas remuneraciones. Es por ello que cuando Tito la engañó arremetió con furia contra todo lo que ella misma había construido: “[D]iestra como no todo hombre, la mujer que había sembrado, cosechado, cocinado, fregado, lavado, planchado, limpiado, cuidado y creado ese hogar, lo destruyó todo dejándolo repleto de escombros, para que la otra los recogiera y tuviera que construir su lugar” (77-78).
Sim embargo, una vez en el pueblo de Vengan a Ver, esa vida cultural de sometimiento de María como prototipo de una identidad cultural, quedó, como de repente, en el pasado:
Cuando la veía con zapatos de tacón y medias transparentes, el pelo desrizado y dándoselas de doña, apenas podía creer que esa fue la mujercita mansa que lo acompañó toda una vida sin decir nada, sin protestar, trabajando más que un hombre y guardando silencio cuando sentada lo veía contar las estrellas en esas noches largas de invierno en que muchas veces tuvieron que aprender unos leños para soportar el frío. (83)
El mundo citadino había influido en la vida de María de tal manera que ella misma ya se veía diferente y actuaba igualmente diferente. Había dejado atrás todo el ropaje tradicional, y con ello también se deshacía de toda esa práctica propia de una visión del mundo caduca, que la ingeniería social de la ética social tradicional había impuesto como única forma de existir. Las nuevas prácticas sociales de María en Vengan a Ver, estaban descorriendo las cortinas del velo de las tradiciones y estaban desplegando ante ella un mundo nuevo que le era ajeno, pero también amplio y diverso por el que ella podía comenzar a transitar:
María esperó el sábado para subir a la loma y saber qué era de su marido. No había ido antes porque no se quería perder “Amor imposible” que ahora estaba en su mejor momento. Para ella, la hora de la telenovela era sagrada. Frente al televisor se embebía en ese mundo de conflictos y de lujos, de hombres y mujeres bellas que se besaban apasionadamente, sin tener que trabajar, ni aguantar, ni obedecer, ni resolver; viviendo una felicidad distinta que escondía dentro de sí. (83)
El televisor es un dispositivo que establece relaciones a distancia. Hoy superado por la internet, para el momento temporal del relato, la televisión traía a las casas dominicanas la visión de un mundo ajeno y lejano, pero con el que ya se podía comenzar a soñar. El televisor donde María ve sus telenovelas, concreta el desplazamiento del modo cultural que ocurre en el espacio narrado, y que sucede a través de ella como personaje culturalmente simbiótico. Para que este desplazamiento perceptivo y pragmático en la práctica social de este personaje se entienda y tenga sentido histórico, tienen que traerse a la escena narrativa del relato novelesco personajes como el de Miguel ⎯a quien ya hemos visto aquí⎯ quien introduce la dimensión de la vida cultural estadounidense; y el de Lurdes, esta encarna la revolución cultural de la mujer en esta vida narrada:
A los treintisiete años Miguel se había establecido en Nueva York y venía cada tres o cuatro meses a darle vueltas a su mamá a quien había comprado un chalet en el barrio de los ricos, lleno de muebles de lujo, televisión con parábola, microondas, y demás artefactos que la vieja nunca utilizó y que le molestaban. En sus pocos ratos de reflexión Miguel pensaba: ¡Coño!, yo que me vivo jugando en pellejo para conseguir todo esto y la vieja no le hace caso. (17)
En Lurdes, encontramos en el relato novelesco a la mujer empoderada. Este personaje femenino encarna otra identidad de mujer, es decir, su práctica social y discursiva nada tiene que ver con el oficio exclusivamente doméstico y sumiso. Su práctica cultural es el resultado de una ingeniería social diametralmente distinta a la tradicional que había operado en María: Ella, sin embargo, había crecido en una casa grande llena de refinamientos. Estudió en el mejor colegio, fue a la universidad, hizo un postgrado en España, sabía de vinos, le gustaba la música, rechazaba los lujos y las superficialidades, y escogió ser profesora para aportar al mejoramiento de su país. (25)
La vida es otra cosa es una novela cargada de vidas, de existencias móviles y disímiles pero unidas por un mismo destino nacional y territorial. Por su mundo narrado desfilan cantidades de personajes, todos con sus propias personalidades, con sueños distintos, con ideologías sociales muy diferentes. Marcados por sus destinos peculiares, todos se inclinan hacia una dirección totalmente opuesta, lo que en momentos nos da la impresión de que la vida de cada uno es a la misma vez un relato único, un cuento concreto, cerrado y aislado. Sin embargo, la novela como un macro-marco existencial, y su universo de sentidos que opera como telón de fondo social, aúna todas estas vidas en un mismo y solo relato; lo que hace que cada diferencia quede reducida a una misma forma de ser y de vivir, y así, lo que antes parecía aislado y disperso, termina siendo la saga de una identidad nacional constante, pero al mismo tiempo mutante.