Los círculos de violencia claman por cambios culturales hacia una educación para la paz que los enfrente y desmantele el machismo y la desigualdad de género.
“Educar para la paz significa que el niño sepa ponerse en los zapatos del otro, nuestra educación es egocéntrica, el niño aplasta a los demás, educar para la paz es cuando el niño se sensibiliza, busca entre los otros, los otros que me dan sentido de existencia. Cuando un niño canta, cuando hace música de un pueblo vive lo que hace otro, se pone en sus zapatos”. (Bardia y Sampere, 2005:57)
La música está presente en la sociedad dominicana desde la cotidianidad de los distintos estratos sociales, sin embargo, no está presente en las aulas ni se prioriza la educación musical que podría ser una excelente herramienta generadora de cohesión social y relaciones armónicas en los centros educativos.
La música vibra en nuestra cultura popular desde la dualidad entre ser la principal manifestación que genera alegría, cohesión social y movimiento corporal y a su vez en distintos géneros de nuestra música popular se presenta el espejo de la desigualdad y violencia de género con círculos de expresión-reproducción.
La presencia de la violencia desde las relaciones de género, el abuso sexual hacia adolescentes “las menores” , consumo de sustancias y las riñas entre hombres de distintas edades se hacen presente en la música popular como un clamor de urgente intervención.
Lo que viven cotidianamente niños, niñas y adolescentes en sus espacios de convivencia se manifiesta en la música popular de forma directa con los términos y códigos culturales presentes en esas relaciones cotidianas. Estas expresiones musicales demuestran la urgente necesidad de integrar la música en las aulas y dialogar a través de la música con las demandas sociales, los conflictos, problemas y vacíos de respuesta que vive nuestra niñez, adolescencia y juventud en su convivencia social.
La ausencia de la educación musical desde las aulas afecta notablemente nuestras manifestaciones musicales, que son una de las principales creaciones de la cultura juvenil tanto masculina como femenina.
El aula debe ser un escenario de dialogo de saberes y en ese dialogo de saberes el saber musical y artístico presentes en el contexto social del estudiantado es fundamental tomando en cuenta las manifestaciones afrodescendientes y ancestrales presentes en sus comunidades.
La educación musical ofrece herramientas pedagógicas desde el juego, y que son sostenidas a través de la armonía y el uso del cuerpo en forma integral. Igualmente desarrolla la sensibilidad, actitud fundamental para la formación de personas desde valores sostenidos en la cultura de paz. La música enseña a ser felices, a cultivar la alegría en conexión con los sentimientos y emociones y el desarrollo de la afectividad.
La ausencia de la educación musical desde las aulas afecta notablemente nuestras manifestaciones musicales, que son una de las principales creaciones de la cultura juvenil tanto masculina como femenina. Estas expresiones reflejan una búsqueda de espacios de alegrías, cohesión, identidad en nuestro erotismo cultural afrocaribeño. Sin embargo, su desvinculación de los procesos educativos formales e informales ha provocado distanciamiento del potencial que puede ofrecer la música para educar hacia la paz desde un enfoque educativo de calidad.
La formación de coros, bandas musicales en comunidades rurales y urbano-marginales, desde una visión de deconstrucción de la masculinidad hegemónica y de su contenido violento debe ser una prioridad, siempre y cuando estas agrupaciones musicales sean inclusivas que integren a la niñez, adolescencia y juventud de forma abierta y protagónica. Estas agrupaciones musicales deben fortalecer la diversidad y la tolerancia, valores fundamentales en la educación para la paz.
Es posible deconstruir el machismo y la masculinidad violenta desde el desarrollo de la sensibilidad a través de la música y de las artes. La ruptura con la rivalidad, la competencia y la riña a través de la cooperatividad y el trabajo en equipo que implica la participación en coros, grupos musicales y de danza.
La sociedad dominicana es una sociedad abiertamente expresiva, rítmico-musical y erótica. Estos elementos presentes en nuestra cultura ofrecen alegría y pudieran aportar a un mejoramiento de nuestra convivencia cotidiana desde unas relaciones de género más equitativas, respetuosas y horizontales. Igualmente pueden favorecer, en una perspectiva educativa al fortalecimiento de la identidad cultural y de las raíces afrocaribeñas.
Este articulo fue publicado originalmente en el periódico HOY