Resurrección
De los nueve cuentos leídos hasta ahora por mí, Resurrección es el más breve, pero tiene un encanto singular que arroba y enternece.
Su estructura, prácticamente perfecta, nos invita a recrear la memoria, sin la cual no tendríamos conciencia de nuestros actos ni de nuestro entorno social.
Resurrección es un cuento que nos deleita por lo bien escrito y pensado que está. Llama la atención su carácter condensado.
Pero veamos qué es lo que nos cuenta el narrador: Manuel (eje central de esta narración), solía rebuscar “entre los libros de su padre y dio con un amarillento ejemplar de Fabio Fiallo” (op.cit. p. 123).
Apreciaremos enseguida que en Resurrección no hay pinceladas sobre el insigne poeta dominicano porque la intención de Gustavo Olivo Peña no es contarnos su biografía, que es asunto de la historia, sino despertar en nosotros el interés por la poesía y estimularnos a leer los escritos de uno de nuestros más insignes bardos, quien naciera el 3 de febrero de 1866, en Santo Domingo, y falleciera el 29 de agosto de 1942, en La Habana, Cuba (recordemos que Fabio Fiallo estuvo preso por defender la nacionalidad dominicana ante la intervención estadounidense de 1916 a 1924). Sus obras, entre las que se destacan Cantaba el ruiseñor (1910) y La canción de una vida (1926), viven en nuestra alma como cantos a la existencia y al amor. .Así, en su poema Astro Muerto, leemos:
La luna, anoche, como en otro tiempo,
como una nueva amada me encontró;
también anoche, como en otro tiempo,
cantaba el ruiseñor.
Si como en otro tiempo, hasta la luna
hablábame de amor,
¿por qué la luna, anoche, no alumbraba
dentro mi corazón?
A Manuel “Le fascinaba la magia de los versos”, “lo indescifrable de la poesía”, y puesto que su pasión por la escritura se volvió una necesidad existencial decidió escribir lo que el alma, voz escondida, le dictara, y miren el resultado:
En el atardecer de tu rostro
muchacha
descansa la brisa.
(op.cit. p.124).
Manuel aprendió que para ser escritor tenía necesariamente que dedicarle tiempo a la lectura, ya que esta le abriría las puertas del conocimiento y, sobre todo, le ayudaría a desarrollar la imaginación y la creatividad.
La lectura, además de activar el cerebro, nos permite enriquecer el vocabulario, conocer las normas y reglas gramaticales y mejorar nuestra ortografía. Leer favorece la consecución de habilidades verbales, rapidez mental, toma de decisiones y confianza: este es el mensaje que queda en nosotros al terminar de leer Resurrección, una joya literaria, merecedora de conocerse en el ámbito de nuestro sistema educativo, huérfano, por cierto, de bibliotecas, y alejado de la lectura.
Es en este contexto que nuestro autor nos da la clave que precede al acto creativo: “Tomó (Manuel) papeles y un libro. Leyó algunas páginas. Se detuvo ante el asomo de la primera metáfora. Entre imágenes y recuerdos se distanció de la realidad. Le sucedía cuando se entregaba a la creación”, (op.cit. p.126).
Y es así, porque crear implica aprehender la realidad, conocerla a fondo y transformarla.