Yo sueño que estoy aquí destas prisiones cargado, y soñé que en otro estado más lisonjero me vi. ¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño: que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.  (Pedro Calderón de la Barc)

Al comenzar una lectura somos conscientes de que existe un narrador y que éste con la mayor de las facilidades puede hacer de su relato como mejor crea, mientras el lector disfruta de sus escritos.

Al dar por terminado el mayor de los relatos de nuestros antiguos habitantes los taínos, el panorama es diferente. “Relación acerca de las antigüedades de los indios” nos trae a un narrador como ninguno, un monologuista, Fray Ramón Pané. Claro que la historia no lo declarará de esa forma, pero  cuanto más nos cuenta Pané de su cercanía con los taínos, tratando de evangelizarlos y después de haber aprendido el idioma, aún había historias que un europeo como él no le eran posible de comprender.

Pané, en un momento de crítica personal en el capítulo VI. mientras relata cómo había sido escribir aquella crónica, dando fe de que no existían cambios significativos o exageraciones de sus impresiones, nos cuenta:

"[…] Y como no tienen letras ni escrituras, no saben contar bien tales fábulas, ni yo puedo escribirlas bien. Por lo cual creo que pongo primero lo que debiera ser último y lo último primero". (Pané;93, Cap. VI). Es notorio que, aunque quisiera lograr escribir con tal naturalidad que ni se notase que relataba con la mayor dificultad para comprender lo que se le contaba, fue imposible no sentirse perdido en algún momento de todos estos recuentos de sus nuevos evangelizados.

Lo llamativo de todo este asunto llega al encontrar a un teólogo relatando historias de la creación del mundo frente una cultura politeísta sin querer hacer unos ligeros cambios a los relatos que escuchaba de la boca de los caciques, pero al contarnos con tantos detalles y belleza narrativa la historia de la creación del mundo de aquellos aborígenes, como nos habla de los pobladores, de la necesidad humana, de una fe palpable en sus dioses y la madre naturaleza, es probable que los cambios sean tan sutiles que siquiera lleguemos a notarlos. Un perfecto monólogo.

Al dar una visión más actual a Fray Pané lo declaramos un monologuista, lo sacamos de su contexto de ser el primer cronista de las indias, pero sin causarle daño a su imagen histórica, sino más bien realzando su estilo narrativo, lo relajado y natural que brota de él, contar y ordenar cada crónica sin introducir sus ideas de lo que le contaban los taínos.

Pero ¿Por qué monologuista?

Pané no trata de narrarnos lo que él interpreta, sino relatarnos una historia con exactitud sin cambios relevantes más que el orden en el que se le contaban las fábulas tainas, pero éste aún sin darse cuenta lo hace con tanta destreza que estas fábulas resultan como toda una voz, que si no fuera por algunos de los comentarios que él introduce a estos relatos, no podríamos determinar si éste narra de forma directa y paulatina o más bien escucha lo contado y después le da traducción y contexto para poder entenderse sin extraer lo real del suceso. De hecho, esto lo convierte en lo humórico de la vida de un monólogo en donde sólo el que cuenta es el que puede darle o quitarle el sentido real a lo contado.

Fray Ramón Pané sin lugar a dudas le impone gracia a cada relato casi con la misma armoniosidad que la santa escritura podría tener. Nuestro Fray ama la soledad, y esta misma personalidad recluida y alejada le da más cabida a la duda de cómo podría estar relatando todo y dejándose llevar, y en realidad no estar traduciendo, sino más bien interpretando, aunque no sea su trabajo.

Llegamos a un punto intermedio donde Fray Pané y sólo él tiene la certera respuesta. Pero como todo buen lector las especulaciones no faltan, y no podemos evadir el hecho de que en el pasado los relatos sobre las tierras conquistadas siempre contenían alteraciones en el contenido ,con el pretexto religioso e influencias sociales que mostraban siempre a los conquistados como débiles. En esto radica la diferencia de los relatos de Pané, los cuales nos cuentan su amena relación con los aborígenes. Sin embargo, esto no funciona sobre una base verificable, más tenemos algunas observaciones notables:

En primer lugar, Pané toma el relato desde un contexto completamente histórico, evita los comentarios personales y no brinda información más allá de las fábulas, no adhiere a su narrativa un estilo explicativo sino un poco más cerrado en el que el texto es una única voz, un estilo muy parecido al de los Evangelios, en el que todo lo narrado viene a ser como una cuarta voz, o sea parábolas y sus contextos.

En segundo lugar, siguiendo la idea anterior, toma cada fábula y añade cortas interacciones que permiten comprender el desarrollo de los hechos. Algo que podemos añadir es que estas interacciones no contienen un desenlace de conversación, sino que continúan con el relato, siendo colocadas como ancla del mismo. Un estilo muy de la época, pero casi inutilizado en la actualidad.

En tercer lugar, tenemos un orden cronológico no equivalente a como le fueron contadas las cosas, pues como nuestro autor advierte en el capítulo VI el orden que impone al texto es en base a su entendimiento de los sucesos. Sin embargo, en vez de quitarle peso a la credibilidad del texto le añade, pues al considerar que la fiabilidad de un texto no radica en su orden, sino más bien en los detalles explícitos y acordes a la población, las costumbres y hechos externos como efecto de las diferencias. Hay que considerar los temas de modificación en sentido de contexto escrito, pero se puede reiterar que nuestro monologuista hace de estos relatos un texto confiable ante la idea de las sombras que pudieron introducir sus manos en las fábulas hasta tergiversarlas.

En cuarto y último lugar tomamos al autor, y con sólo observar su biografía entendemos a Pané como un personaje inexistente en la historia hasta su llamado por Cristóbal Colón, lo que permite resaltar que la existencia de alteraciones y cambios en el texto serían por orden del mismo Colón ante algún conocimiento previo. Tenemos entendido que, por los relatos del Diario de Cristóbal Colón, el gran navegante no mantuvo una relación directa con los aborígenes y tampoco podía comprenderlos, pues desconocía las diversas lenguas.

Por otro lado, está el hecho de que el Fray tenía una gran admiración por el Almirante tratando así de lograr lo mejor de su trabajo hasta cumplir con las expectativas que tenían depositadas en él. Y como un monologuista experto, tomó los relatos y los convirtió en la mayor base de información cultural de nuestros taínos, con sus dioses, comidas, tradiciones y orden en la división de tierras. Lo que más llama mi atención es que Pané después de haber concluido las fábulas, añade los sucesos externos y en estos sí hace críticas, lo cual no creo fue de mucho agrado al Almirante. Pero a Pané se le respetó en su trabajo.

Al recordar las palabras de Pané sobre la falta de un sistema de vocablos, escritura y una lengua estructurada, que permitiera una traducción textual de aquellos relatos, dificultaría el planteamiento de las modificaciones intencionales. Podríamos especular que Pané estuvo siempre presente escuchando los relatos durante las conversaciones que sostenía con sus evangelizados, pues no es posible que si él no los comprendía con exactitud y tampoco obtenía las historias en orden le fuera posible simplemente escucharlos y transcribir, sino más bien darle contexto basado en las lenguas que había aprendido hasta poder traducir al castellano. Creo que esta es una de las bases para la creencia de las modificaciones de los relatos de Pané.

Al llegar a este punto, el legado de Pané en la historia, como el monologuista de las Indias, fue aportar el mayor relato de América sobre nuestros ascendientes los taínos, y toma color y deja de ser solamente historia mítica sobre su cultura. Ese es el trabajo de un monólogo, el de tomar una historia y ser su única voz narrativa, aunque existan otros personajes.

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Gadiela González (Santo Domingo, República Dominicana, 2002. Poeta, cantante. Estudiante de la Licenciatura en Letras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).