La poesía es el arte donde las palabras encarnan emoción, belleza, intimidad y trascendencia. En ella se expresa el ser y todo cuanto somos. Es esta función expresiva de la poética,  lo que impulsa a Elena Ramos a plasmar su condición humana en cada verso que fluye en torbellinos de micromundos emotivos modelando la existencia en dicotomías que comprenden: lo erótico y lo agónico; la presencia y la soledad,  edificados sobre la base de recursos de la lengua que armonizan todo el cuerpo del universo poético.

La existencia una construcción humana donde el hombre define su identidad (Sartre, 1999). Lo erótico, un clamor de la carne, sus ansiedades y urgencias.  Esto último, en Elena es somatizado por versos que arden en: pasión, locura y deseo. Basta leer un verso del poema una Pieza imponente: “Cuántas sensaciones inexplicables, cuánto placer impredecible”.

El verso anterior es la conclusión temprana que plantea un erotismo dado por lo contemplativo. La poeta descarga su sentir tras escuchar la lluvia provocando orgasmos sutiles en su consciencia expresiva. Es un trance místico que hace excitar los sentidos para ascender a lo sagrado por medio de la lluvia que florece en el alma y también en la noche.

Una pieza imponente

Que cálida se siente la lluvia.

Cae fuerte, impone su ritmo en el cuarto.

El eco de su canto llena la oscuridad que inundan mis ojos.

Qué canto más sano, más dulce y sin palabra.

Cargada de luz, la lluvia se siente en esta madrugada solitaria.

Cuántas sensaciones inexplicables,

cuánto placer impredecible,

con la lluvia que cae sobre la ventana,

el alma suele renacer y parirse a sí misma cientos de veces.

Los oídos se expanden,

los sentidos se relajan.

Ella toca una pieza más.

La noche llora y con su última lágrima derrama una pausa,

mientras, un gato juega con el miedo.

El símbolo de la lluvia representa esa dicotomía que está en la lágrima de la noche y la fertilidad natural de todo lo húmedo. Esta imagen hace posible un todo de relaciones eróticas: cálida lluvia, su ritmo en el cuarto, llena la oscuridad, canto dulce sin palabras, la lluvia se siente, placer impredecible, alma renacida, oídos se expanden. La lluvia toca al ser, uniendo al alma y al cuerpo.

El erotismo señalado viene dado por la relación naturaleza-cuerpo, es un intermediario para llegar a la intimidad de los cuerpos. Este último, se expresa en Elena como esa sublimación que inicia en el pensamiento, desciende a la piel y se eleva a la conciencia. Es decir, el pesar condiciona al sentir, para trascender al domino de la consciencia donde al unísono, la experiencia sensible aúna el alma y el cuerpo.

Deseos cósmicos

Hazme fiel al raciocinio como los cisnes en los lagos cristalinos,

sé mi condición, sine qua non para acceder a la razón,

sé mi amante cómplice, no mi Adán,

se la bebida que arranque la ansiedad en mis días desérticos.

Ayúdame a encender la pasión agotada.

Ven conmigo, terminemos el cielo, y conquistemos el infierno.

La poeta en el poema que antecede estos grafos, describe la ruta que enternece y encandila al ser. Primero va la voluntad: “hazme fiel”; el pedido: “sé mi condición, amante, cómplice”; objeto de deseo y la deliberación: “ven conmigo, terminemos el cielo y conquistemos el infierno”. Lo pasional se manifiesta en la poeta como esa búsqueda que explora los matices del cuerpo para dar con la identidad femenina. Es la catarsis que recobra en Elena el sentido de la vida, es un arrepentimiento del absurdo que se mese en la razón y agudiza los sentidos.

Este análisis lleva a una categoría vital en el existencialismo y que en la poeta valorada tiene múltiples manifestaciones, aludo al absurdo. “Esta noción remite al sin sentido propio de la cotidianidad” (Camus, 1953), esta carencia de referencia operativa de posibilidades se puede manifestar de diferentes formas: la agonía, soledad y la presencia. La agonía hay que verla como un dilema existencial que pone al ser entre la espada y la pared, así como se observa el dilema de lo agónico en Unamuno(1913) la finitud y la eternidad que le da incertidumbre,  en Kierkegaard (1844) la fe, la razón por el angustiante pecado; en Ramos: la presencia, la soledad y lo transido;  la cercanía, la lejanía y la renuncia.

El poema Nox-noctis sostiene este aspecto de docta manera, aunque estas categorías existenciales no estén presentes en un solo texto, es un elemento del todo poético de Ramos.

Nox-noctis

La noche viene a la alcoba como silueta espantada,

susurra palabras, engendra pensamientos nostálgicos e insólitos.

Con su gris, salpica de humedad el espacio.

Agoniza, desdibuja el horizonte

Este escrito tiene el velo oscuro que también cubre en la parte final del poema “Una pieza imponente”, en aquel la noche agudiza todos los sentidos excitados por la lluvia y la imaginación encarnada en cada célula del cuerpo,  en este, la noche se viste de un negro que escapa a la sombra del subconsciente, la consciencia está en actividad total, puesto que la agonía que es un estado existencial de dolor y  que tiene como base los sentimientos, habita el templo del ser deviniendo en lo transido, diría el doctor Andrés Merejo, en un estado de abatimiento.

Este estado se manifiesta en múltiples formas: en la relación con el otro, en el ámbito de lo afectivo, en las cosas cotidianas. Los versos del texto Palabras, revelan una dimensión más ahondada: la del desengaño: “se caen las palabras, como lágrimas en el vacío y al recogerlas, de la nada surge un rompecabezas”, en su totalidad el poema puede ser confundido con la función de las palabras que producen sentidos que son compartidos y guardados en la memoria y en el olvido. Sin embargo, al comparar las palabras con la manifestación de dolor y al problematizarla con el símbolo del rompecabezas, es susceptible de una construcción inconsciente tendente a la confianza en el otro, de la capacidad lacerante y evocadora de agonías.

En lo afectivo, este estado tiene vital importancia. Los escritos de Ramos refieren a una mujer que vive en intensidad, quizás sea esta la causa de las múltiples manifestaciones de estados emotivos en su obra.  Así como ella reclama la presencia del ser amado para que sacie la sed de su alma, también se aparta, se consagra a sí misma evitando distracciones banales. Dice en El amor en reversa: “El amor ya no es exclusivo, es una ramera que acompaña a todos”… Y concluye en el último verso: “tú sigues ahí, de espalda a mi abandono”.

Elena no es solo esa mujer que humedece las palabras con el éxtasis de la cercanía, que las moja con lágrima de la distancia, es también un ser en conflicto consigo misma, no por causas externas que devienen de lo otro. Ella se enfrenta al yo, se escuda en sus adentros y muestra en agonía su fortaleza al exterior.  Alter Ego es revelador: “Soy cuando él es, sin él, soy fuego fatuo. Un planeta deshabitado”.

La cotidianidad no se escapa a su poética existenciaria. El texto Carretera patas a arriba expresa mucho de la visión que tiene Elena de la sociedad.

Carretera patas arriba

Máquinas de cuatro ruedas,

movimientos lineales,

son su tramoya, su corazón.

Carretera viva y llena de espíritus,

solo muere cuando los muertos resucitan en sus días festivos,

y los monstros de arena, petróleo, sal y estrellas pisan su piel,

muere, cuando las armas y el poder de matar,

marchan en su cuerpo serpenteado.

En su memoria, está la tibieza y la frialdad de toda la humanidad.

Miedos abandonados a la orilla del mar.

Este análisis destaca los siguientes versos: “Carretera viva y llena de espíritus, solo muere cuando los muertos resucitan en sus días festivos”, aquí hay un convencimiento de que el hombre muere en la cotidianidad circular de sus días en una rutina lacerante del ser. Es por eso, por lo que los días festivos son equivalentes a la resurrección puesto que el hombre muere en sus urgencias impuestas por el sistema que lacera el ser y la espiritualidad que hay en cada uno de nosotros.

El texto se sale de lo citadino, es una lectura completa del universo existencial de la humanidad, desde su modo de producción, cosa que es registro de la profesión inicial de la poeta, hasta sus interioridades: tibieza, miedo, frialdad, poder, muerte. Esta sucesión, no son meras enumeraciones de palabras, sino una aprensión categorial de las realidades humanas de todos los tiempos.

En definitiva, en la poética de Elena Ramos se conjugan dicotomías que comprenden lo erótico y lo agónico; la presencia y la soledad.  Su erotismo es una búsqueda de lo femenino y de la espiritualidad íntima de su ser,  que deviene en libertad de la carne, por medio de un proceso que comprende: la imaginación, la deliberación y el acto. La existencia es un universo de estados emotivos que hacen de la poeta un ser pleno respecto a todos los matices de sus interioridades, un ser que vive en la agonía, la presencia y la soledad.

Bibliografía

Camus, A. (1953). Mito de Sísifo. Editorial Losada.

Kierkegaard, S. (2013). El concepto de la angustia. Alianza Editorial. (Fecha de publicación original, 1844).

Ramos, E. (año de la obra inédita). Una pieza importante y otros poemas. Manuscrito inédito. Santo Domingo.

Sartre, J.-P. (1999). El existencialismo es un humanismo. Editorial Edhasa.

Unamuno, M. de. (1913). Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos. Espasa-Calpe.