(Fotos: Francisco Medrano, Pedro Heredia y Máximo Fernández)
PEDERNALES, República Dominicana. Corría el 1957 cuando Tatá Atila, 93 años, y su marido Atila Pérez (f) se mudaron a la casona de madera donde criaron a su prole, en la calle Duarte con Socorro Pérez Cuevas, casi en el límite norte de la ciudad. La habían comprado a “un señor de Barahona” que la habitaba, cuyo nombre ella no recuerda. A menudo, el cerebro le juega mal. En viviendas similares, en el entorno, ya residían Pilín, Isabel, Heró, Inocencia, Marina Jiménez (Linda Cumbero), Socorro Pérez Cuevas, las familias Morillo, Valdez Méndez y Valdez Mancebo.
Nélida Inocencia Pérez (Tatá Atila) se ha mudado más al centro, en una de concreto. Pero el inmueble sigue en manos de la familia. Allí reside su hijo Rafael Atila.
Han pasado 64 años y ella aún desconoce que la suya es una de un grupo de, al menos, una decena de casas de madera y zinc que han resistido el tiempo y las tempestades y tienen valor arquitectónico. Están en la capital de esta provincia, 307 kilómetros al sudoeste del Distrito Nacional, ahora en la agenda del Gobierno presidido por Luis Abinader (2020-2024) para convertirla en destino turístico sostenible.
DE LA TIRANÍA
La colonización formal del pueblo había ocurrido formalmente en 1927 y años subsiguientes, durante la gestión de Horacio Vásquez. El Gobierno pobló el sitio (vieja sabana Juan López), sobre todo, con familias de Las Damas (Duvergé) y después de Oviedo.
En el proceso de construcción de las casitas en clavó y palma, ayudó Genaro Pérez Rocha, quien –como ha contado Clemente Pérez, 98 años, desde antes hacía ganadería de pasto libre en la zona, mientras Manuelica Méndez activaba por Las Mercedes y Maximiliano Fernández vigilaba la frontera en rol de guardia, antes de formar familia en sierra Baoruco.
Rafael Leónidas Trujillo Molina se ancló en el gobierno en 1930 y, con apoyo de la Iglesia Católica, la oligarquía criolla y Estados Unidos, se extendió hasta la noche del 30 de mayo de 1961, cuando exsubalternos le interceptaron y le mataron a tiros en la avenida del malecón de la capital (hoy George Washington).
El huracán San Zenón, del 3 de septiembre de 1930, devastó la capital y causó al menos 2,000 muertes. El gobierno comenzó un proceso de reconstrucción de la infraestructura dañada y Trujillo aprovechó para afianzarse en el Poder, presentándose como el todopoderoso.
Cuatro años después, 1934, en Pedernales, iniciaban obras que reconfigurarían el área urbana.
A la entrada del pueblo, en la Genaro Pérez Rocha, entre la Libertad y la calle Antonio Duvergé, construyeron la fortaleza. Y al sur, en la Libertad, entre la Santo Domingo y la Genaro Pérez Rocha, cuatro casas de terracreto, con mampostería “muy bien elaborada”, y techadas de tejas.
Las estructuras sufrirían graves daños por el ciclón Inés del 29 de septiembre de 1966. A unos 55 kilómetros de allí, hacia el oeste, al lado de la laguna Oviedo, el poblado Trujín o Guanal había sido barrido por el fenómeno.
El presidente Joaquín Balaguer dispuso la construcción de un nuevo edificio en la salida de Pedernales para alojar a los guardias. Y en la ruina de la estructura que dejó el fenómeno natural, instalaron el cuartel de la Policía que hoy –año 21 del siglo XXI- sigue ahí, con cárcel hacinada incluida y acentuadas señales de impertinencia.
Las cuatro casas sufrieron, pero sólo dos de ellas fueron restauradas. La del excapitán médico del Ejército Pedro Nolasco Pérez Heredia (vivía allí desde 1966) y la perteneciente a la familia de Marchene. Ahora, alquilada a la oficina provincial de Turismo.
De las otras, una fue desnaturalizada. En la actualidad allí existe una edificación con líneas muy distantes de las originales. Opera una empresa de telecomunicación: Telemicro. La otra fue demolida. Pertenecía al conocido teniente dentista Elio Pérez (esposo de la simpática Yeya). En el local existe hoy la cafetería Dainel. Se trata de las estructuras más viejas de la provincia, fabricadas con material inerte (no madera). Eran asignadas a los oficiales del Ejército, en el siguiente orden: de este a oeste, mayor, capitán, primer teniente dentista y mayor inspector de la 16 Compañía del Ejército. El hoy héroe nacional, Juan Tomás Díaz, ocupó la cuarta.
En 1948-49, el gobierno edificó diez casas de concreto armado con un diseño particular. Aljibes en el techo. Están ahí: tres en la calle Mella, entre la Braulio Méndez y 27 de Febrero; tres en la Juan López, entre la calle Braulio Méndez y la 27 de Febrero; y cuatro en la Braulio Méndez. Casi todas conservan su diseño original.
El 16 de octubre de 1955, el municipio fue abatido por el huracán Katie, categoría 3. Los daños fueron graves. El sistema constructivo estaba basado, fundamentalmente, en madera, tablas de árbol de palma y, en el techado, zinc y palmas.
Había casas simbólicas como la que alojaba la administración de la colonia de 1927. De dos pisos, en madera, frente a la actual vivienda de los de Enriqueta y Benigno Pérez. Allí vivieron luego el funesto Aquilino Collado y su mujer Bienvenida “Trujillo”. En el primer piso tenían una bodega; en el segundo: ella y él, venerados, por decisión o por miedo. Hoy no existe.
OTRAS RELIQUIAS
No todo lo haría el Gobierno. Familias que alcanzaron una relativa bonanza económica construyeron sus casas en diferentes puntos del municipio. Unos dicen que después del huracán del 55; otros, antes. Comoquiera, han desafiado el tiempo y las tempestades. El diseño es similar a las de Duvergé, de donde llegó la mayoría de los fundadores de la comarca.
Según Julio Mella (Cucuyo), 80 años, su padre, el albañil Pedro Mella, de humor inimitable, trabajó en la construcción de las primeras 50 casas de la colonia de 1927 y, luego, en los años 51-52 hizo la logia (en la Duarte), las casas de Vencedor y Antonio Bello, en la 16 de Agosto, entre otras.
“Quien construyó las viviendas que están en la parte alta fue un señor de Enriquillo, de nombre Hipólito. Él trabajó en las casas de galería de concreto con madera”, afirma.
Arquitectos e ingenieros consultados valoran la arquitectura vernácula de Pedernales, y entienden que el Gobierno debería restaurar las viviendas que forman parte del patrimonio cultural de la provincia.
El ingeniero civil nativo, Antonio Bretón, está en esa línea y establece tres etapas en el desarrollo urbano:
Primera: las casas de tabla de palma y algunas de clavó, años después de la fundación de la colonia de 1927. En 1945 eran menos de cinco.
Segunda: las demás de clavó, de fines de los 40 y finales de los 50, con la llegada de la Alcoa Exploration Company.
Tercera: las que tienen bloques de concreto, en los años 60 y70, época posterior a Trujillo.
“Las de clavó, como la de Moreno Rocha y Vencedor Bello, y la de Ariel y Evín (antes farmacia de Colita y Pillo), Sánchez casi con Duarte, fueron construidas, unas, por sus propietarios, y otras, por Danilo Trujillo y Rafael Vásquez (al servicio de Trujillo), y los exploradores de la Alcoa, antes de iniciar las construcciones en Cabo Rojo”.
Milagros Caraballo, arquitecta oriunda del pueblo, opina que “vale la pena restaurarlas con su estilo original, su esencia, reviviendo los colores de la época. Resaltar, conservar con materiales duraderos, acondicionando el entorno. Para eso tendrían que ponerse de acuerdo con quienes las habitan”.
Andrés Pérez y Pérez, ingeniero civil también de la provincia, pero residente en Estados Unidos:
“Estas casas, aunque hoy parezcan viejas y obsoletas, tienen un gran significado para nuestro pueblo. Primero, eran casas buenas y fueron construidas por sus propietarios, sin la intervención del Gobierno; es decir, fueron símbolo de estatus socioeconómico. Pocas personas podían costear su construcción. Tienen características similares aunque difieren en la distribución del espacio. Consisten en paredes de madera con techos de zinc a dos aguas. En la mayoría de las casas de esa época, daban prioridad al espacio interior para alojar una familia numerosa. La galería era una especie de lujo. Deben ser restauradas y conservadas porque su valor cultural e histórico nos pertenece a todos”.
El urbanista y catedrático Marcos Barinas:
“Son bellísimas. Tienen mucho valor. El estilo es sureño. Las casas del sur no tenían amplias barandas como las del Cibao, porque, al hacer mucho calor, la brisa resulta caliente. Por eso, básicamente, la apertura de puertas”.
Aprovecha para precisar: “Como conjunto, tienen un gran valor. No es que no lo tengan individual. Sólo que no tienen etiquetas (victoriano, republicano, neoclásico). Son vernáculas, que es quizá a lo que deberíamos darle más valor, pues, es la verdadera adaptación al clima y a la sociedad… Son muy buenos ejemplos de lo que somos como pueblo”.
Barinas tiene sus peros para las declaraciones de inmuebles como patrimonio nacional.
“El problema de nuestro país es que cuando lo declaran como patrimonio, ahí mismo declaran su muerte como inversión y como herencia. Por eso, en vez de ganar valor, lo pierden. Por eso pasa lo que pasa en Montecristi: las queman”.
En cuanto a la posibilidad de restauración por tener valor arquitectónico vernáculo, tiene una propuesta: encontrar primero una manera de que los dueños reciban algún beneficio del Estado por mantener una vivienda o edificación patrimonial para que, entonces, se proceda a su restauración. Un modelo que entienda que se preserven entornos como éstos, se traduce en beneficio económico porque hace estos pueblos atractivos al turismo. Y, por otro lado, preservar nuestra historia y tradiciones, porque es muy importante, por lo cultural.
De todas las muestras presentadas al profesional, identifica tres de gran valor: la de Baronito Fernández (58-59), por ser -a su juicio- la más característica; la de Vencedor Bello (51-52), porque incorpora una galería que parece fachada, no un aditamento. Y la de Tatá y Atila, que califica de muy buena en tanto modelo de uso mixto, residencial-comercial.
“Son muy buenos ejemplos de lo que somos como pueblo; el pueblo caribeño que dejamos de ser”, enfatiza.
El director ejecutivo del Proyecto de Desarrollo Turístico de Pedernales, viceministro de Cooperación Internacional de Turismo, arquitecto Carlos Peguero, asegura que el gobierno que preside Abinader acogerá las sugerencias sobre la preservación del patrimonio cultural de Pedernales. Ha pedido que esperen al mandatario en los próximos días.
La casa de madera y zinc más vieja de la provincia existe en la calle Sánchez esquina Juan López. Data de los años 40 del siglo XX. Ha resistido ciclones poderosos como katie (1955) e Inés (1966). Consta de una sala y una habitación de siete metros cuadrados, cada una, y la cocina rústica en una enramada en el patio, hacia el sur, a menos de dos de la costa caribeña.
No es una joya arquitectónica, tal vez. Es sólo una casita, la más vieja, donde vivió la pareja Bautista Pérez Nin (Macho Bao) y Sulina Pérez y Pérez, hasta que, en 1957, el gobierno de Trujillo le asignó una de las viviendas construidas por el ingeniero banilejo Wascar Tejeda Pimentel, al lado, en la calle Juan López esquina Sánchez. En la casita de madera y zinc, ahora viven su nieto Darío Reyes Pérez y familia; en la otra, también parientes. El tronco ha muerto.
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