Perplejidades
Te deslizas,
agitas tus piernas
en el leve suspiro de una hoja.
Ves que el riachuelo
tiene solo dos destinos:
secarse o llegar al abismo.
Tú sigues.
Voy hacia tu horizonte.
Miles de garzas
te circundan risueñas;
vas hacia un océano de cenizas.
Sigo detrás de ti;
no soporto el enorme peso del silencio.
*
Reinicio tu recuerdo
cuando el lagarto adquirió su tono gris-azul
ante nuestras extrañas miradas.
Sé que te nacieron alas:
te volviste órfica.
Te husmeo en pudendas vigilias.
Transversales a tu huida,
Hay otras aves.
Tu unicidad impide
que formes parte
de sueños etéreos.
No vas ahí;
te alejas demasiado.
INASIBLE.
Navegar sobre aguas más profundas
Aguzas las briosas
cabalgaduras de lo ignoto,
serpenteas en escalas de abastos.
Sé que te vas en tu marea de burbujas.
Lanzo mi anzuelo.
Quizás esa prenda extraída
seas tú,
la que en los ceremoniales ofrece solo el cuerpo
mientras el espíritu navega en piélagos
más profundos.
*
No abordaré más la arena que reclamas,
los colores marinos
diseñados por tus dedos.
Este encuentro fugaz,
furiosamente hermoso,
trazó la línea
entre el amor y el deseo.
Ignoro de qué lado estamos,
qué paisaje nos cubre,
pues el mar no sabe
de respuestas precisas.
Su movimiento juguetea
con nosotros.
Anochece…
Nada que no sean estos
instantes inciertos
nos pertenece.
La densidad de las texturas
Los poetas que amaban las noches
guardaron sus vocablos
y nos dejaron huérfanos de sílabas.
Los días se cargaron de verbos
que se mueven en vías confundibles,
producen ásperos versos que ameritan limaduras
en talleres citadinos.
Los ruidos acosan
la densidad de sus texturas.
*
Los románticos
elogiaron las ruinas, el canto de los pájaros
y el linaje de las sombras.
El brillo de las ciudades
endurece el poema,
las nubes acechan
para lanzar sus bocanadas,
que rescatan, una a una,
las liras secuestradas por las urbes.
Diluido el amor en las aceras
Nunca fue equilibrada la existencia
después de fornicar en las aceras,
despojados del miedo a que las calles
revelaran nuestras desnudeces.
¿Para qué cubrirnos con abrigos
si nuestra ternura
es diluida en las nieves?
A treinta grados bajo cero,
y nosotros ahí, calentándonos en las cunetas,
viendo pasar la esplendidez
mientras frotamos cada suspiro de piel
en dos anatomías desechas.
Azuladas por la brisa
No sabemos qué vientos nos trajeron aquí
sin preguntar nuestros destinos.
¿Quiénes decidieron que este era el lugar
de penumbra que nos tocaba recorrer?
¿Fuimos incapaces de elegir nuestro refugio?
Ahora, sobre este suelo movedizo,
no se puede construir nada perdurable.
¡A seguir flotando como mariposas o como moscas
azuladas por la brisa!
Transferencia de estrellas
Debiste de haber transferido las estrellas
que cazaste en tu última aventura.
Las dejaste morir
por falta de regadío.
Los astros no perdonan la muerte
por descuidar sus luces.
Yo las hubiera paseado por el bosque
en las orillas del lago.
Ahora no tenemos estrellas,
y las luciérnagas fueron envenenadas
en una ciudad que solo acepta
sus propios artificios.