En un país de hogares rotos, disfuncionales y donde los padres no tienen idea alguna de su rol (muchos de ellos agobiados por la función de obtener recursos, hacer malabarismos con las deudas y sobrevivir), no esperemos que en los hogares los niños aprendan nada.
De hecho, asustémonos de lo que aprenden, porque suele ser nocivo.
Si en vez de aceptar y entender la realidad, hacemos declaraciones fantasiosas basadas en los que “debería ser” o “querríamos” que sucediera, por las razones que fueran (que hay muchas posibles a escoger), sustituiríamos la situación real por un constructo mental, ideologizaremos y llenaremos de frases bonitas y bienintencionadas, pero inútiles, lo que conviene hacer.
Solo en muy pocos hogares hay la posibilidad de que los niños reciban educación. En la mayoría de los hogares de República Dominicana eso es imposible por muchísimas circunstancias. Así que la educación del niño depende de la escuela, incluyendo la salud mental.
Y a esto tenemos que prestarle urgente atención.
Las espantosas cifras de nuestra degradación familiar
Los datos que hay sobre la situación de las familias dominicanas no pueden ser más lúgubres.
Veamos.
El 54% de los niños y adolescentes de 0 a 17 años en República Dominicana viven en entorno familiar donde falta el padre, la madre o ambos. Según la encuesta “Enhogar MICS 2019” presentada por la Oficina Nacional de Estadística (ONE), con el apoyo del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).
Los datos que se pueden recopilar son alarmantes, aun lo insuficientes, precarias y poco fiables que son las estadísticas y las cifras en nuestro país, donde hay más allante y movimiento y maquillaje estadístico que autenticidad, sea dicho. Veamos algunos de esos datos.
El 44% de los hogares en nuestro país son encabezados por una mujer. No hay presencia del progenitor.
El 64% de los niños han sido maltratados y golpeados como forma de disciplinarlos (y en la mayoría de los casos, como desahogo de las frustraciones de sus padres, que descargan sobre sus hijos su malestar).
Un 8% de los hogares tienen a niños menores de 10 años cuidando a otros niños menores de 5 años.
Un 32% de las madres inició una relación de pareja antes de los 18 años.
El 63% de las madres entre 15 y 49 años tuvieron parto por cesárea (una de las causas más conocidas de autismo).
Los castigos con maltrato físico, golpizas, en niños de 3 a 4 años asciende al 70% y los menores entre los 2 y los 17 años reciben agresión psicológica por parte de sus padres y figuras de autoridad.
1.2 millones de hogares en República Dominicana tienen a una mujer como cabeza de familia.
Se estima que un 10% de la población infantil en República Dominicana, presentaba en 1919 alguna discapacidad motora o psicológica.
Y juraría que todas esas cifras están convenientemente maquilladas y que la realidad es peor, mucho peor.
Lo que llegan a las aulas son niños traumatizados, abusados, maltratados, violentados y expuestos a escenas, situaciones y abusos que en nuestro país hasta normales se consideran.
Hijos, muchos de ellos, de mujeres adolescentes sin mayor formación, preparación o capacidad para ser autónomas e independientes y mantener una familia.
¿Qué valores esperamos que sean capaces de formar en sus hijos, a los que sienten como una carga y un obstáculo, abandonadas por sus parejas?
¿Cómo esperamos que en esos hogares presten atención a la educación y a la formación de los niños?
Ahí está la tragedia social en que nuestra sociedad se encuentra.
Las aulas no solo son un espacio de aprendizaje, también de terapia
Lo que llegan a las aulas son niños rotos, que han sufrido todo tipo de violencia, maltrato y abusos.
El hogar dominicano suele adolecer de mucho analfabetismo emocional. Padres que lidian con sus propios traumas de origen sumado a las tensiones de una relación que no se suele saber manejar.
Conflictos entre padres que se proyectan a los hijos, víctimas de agresiones verbales y también físicas.
Rompimientos, pleitos, abandono.
Mujeres frustradas que cargan con hijos de varias parejas y se sienten atrapadas, con ingresos insuficientes y una carga insoportable.
Y de ahí llegan los niños a las aulas, tanto públicas como privadas. Y por igual los adolescentes. Y los jóvenes.
En las aulas es importante que los niños no solo aprendan, sino que en muchos aspectos se equilibren y sanen.
La escuela tiene que convertirse en una alternativa a los hogares.
Urge que se habiliten más puestos de psicólogos infantiles y juveniles que ayuden a esos niños y jóvenes a sanar y equilibrar sus mentes y corazones y les den una oportunidad.
La escuela como segundo hogar
Si entendemos lo anterior, si no nos tapamos convenientemente los ojos, si abandonamos los “debería” y aceptamos la realidad, entonces nos conviene entender que la escuela hay que convertirla en un equilibrio a esos hogares disfuncionales que abundan en nuestro país.
En algún sitio el niño debe recibir un espacio de reconocimiento, aprobación, apoyo y crecimiento.
Un niño traumatizado, violentado, abusado y agredido no está en capacidad de aprender.
Simplemente, el sistema nervioso vegetativo que predomina en él es el simpático, el de lucha o huida, el de supervivencia y ese estado impide el aprendizaje y el disfrute.
Conviene que la escuela, reconociendo esa realidad, diseñe todo el currículo y la intervención en desmontar ese estado y estimular el sistema parasimpático que lo ponga en modo de aprendizaje y crecimiento.
Y eso nos lleva a un elemento crítico: entrenar al maestro.
La escuela está a las puertas de un gran cambio
Bill Gates acaba de pronosticar en en 18 meses los chatbots de inteligencia artificial estarán en capacidad de ayudar a los niños a aprender a leer y escribir.
"Las IA llegarán a esa capacidad, a ser tan buenos tutores como cualquier ser humano", afirmó Gates durante una charla en la Cumbre ASU+GSV, en San Diego, California, Estados Unidos.
"Si miramos los próximos 18 meses, las IA entrarán como ayudantes de los profesores y darán retroalimentación sobre la escritura", dijo el conocido filántropo y figura clave de la Tercera Revolución Industrial.
Definitivamente, habrá muchas funciones que en los próximos años serán cubiertas con eficiencia por los robots y la inteligencia artificial.
Y varias de ellas estarán en el campo de la educación, la formación y el entrenamiento.
Unan a eso que Elon Musk afirma que a finales del 2025 ya podrán adquirirse las unidades del robot humanoide Optimus Gen 2.
Unan a eso los avances en hologramas y en deepfakes.
No está lejos el día en que sea el propio Einstein con su voz quien nos explique su teoría de la relatividad, que Pablo Neruda (su imagen en holograma) con esa manera cantarina de declamar nos lea sus poemas y que veamos ballenas y delfines inundar el aula. Estamos a pocos años de esa nueva aula y esa nueva escuela.
¿Qué necesidades quedarán a los maestros que ni la IA, los hologramas y los robots podrán sustituir? ¡La relación humana y el apoyo emocional, la mentoría y la aceptación, la aprobación y el reconocimiento!
Los niños, adolescentes, jóvenes, adultos, maduros y envejecientes, el ser humano en cualquier etapa, tiene necesidades emocionales que solo pueden ser suplidas por otros seres humanos, en particular por figuras de autoridad al que esa persona respete, aprecie y valore.
Entre esas necesidades es importante destacar las siguientes:
Atención
Aprobación
Reconocimiento
Aceptación
Valoración
Apoyo
Amor incondicional
Esas siete necesidades emocionales todos las experimentamos y su carencia explica muchos comportamientos disfuncionales que en gran medida son gritos implícitos, maneras de expresarnos su falta.
Llenar ese vacío, suplir esas necesidades y brindar mentoría, coaching, estímulo, respeto y guía al niño, adolescente, joven, adulto, maduro o envejeciente, porque todos tenemos vivas esas necesidades en menor o mayor grado, es el rol insustituible del maestro, el que ninguna IA o ningún robot podrá reemplazar.
Un nuevo maestro para una educación distinta
Entendido lo anterior vale la pena reparar en que previo a trabajar con los alumnos, hay que prestar atención a nuestros maestros.
Muchos experimentan burnout, viven en estrés, con distintos grados de problemas financieros y de pareja, se enfocan en impartir sus contenidos y no tienen orientación a generar aprendizaje en sus estudiantes. Vienen con serias lagunas formativas y no crecen intelectualmente.
Y, sobre todo, no están calificados lamentablemente para lidiar con esos estudiantes rotos, desamparados y agredidos que les llegan a sus aulas.
Los maestros dominicanos tienen que formarse en inteligencia emocional tanto como en inteligencia financiera.
En comunicación no violenta tanto como en asertividad.
Y aprender a estructurar sus materias y clases según los canales perceptivos de sus alumnos, colocando el aprendizaje de estos y su involucramiento como tarea fundamental.
No es llenar un currículo, es lograr un resultado: el aprendizaje, lo que tiene que estar en la mira.
Hay que abrirles un espacio de crecimiento, adecuación y reskilling, porque sin buenos profesores no habrá nunca buenas escuelas, colegios ni universidades.
Es una tarea ciclópea.
Acepto que una gran masa de los actuales docentes rechazará esta idea. Es más fácil seguir haciendo un trabajo fracasado y de resultados mediocres y excusar todo con eslóganes y frases manidas.
También creo que hay otros que entienden que como se está y se va, ni se está bien ni se va bien, y están dispuestos a hacer cambios.
En ellos cifro mi confianza.