Desde hace casi treinta años, la Comisión Permanente de Efemérides Patrias tiene la responsabilidad de organizar las actividades conmemorativas del Mes de la Patria, de la Semana de la Soberanía Nacional, a propósito del aniversario de la Guerra de la Restauración de la independencia, y de otras jornadas patrióticas. Vale reconocer el rol jugado por esta Comisión, pero la casi exclusividad de sus acciones desde el ámbito oficial pone en evidencia sus limitaciones.

En sus inicios, el Mes de la Patria abarcaba desde el 26 de enero, natalicio de Juan Pablo Duarte, hasta el 27 de febrero, fecha de la proclamación de la independencia nacional. En este periodo destaca el 25 de febrero, cumpleaños de Matías Ramón Mella. Poco después, superando los límites que establece el calendario, se completó la trilogía festiva de los “Padres de la Patria” con la inclusión del 9 de marzo, aniversario de Francisco del Rosario Sánchez. En ocasiones, estas fechas emblemáticas han sido enriquecidas con la organización de ciclos de conferencias relacionadas con la confirmación de los primeros años de la independencia. En estas, historiadores y académicos de diferentes universidades han sido seleccionados como expositores.

Históricamente, en la conmemoración de estas y otras fechas patrias ha predominado un protocolo oficial basado en ceremonias religiosas heredadas de la época colonial, y en desfiles que muchas veces marcan, cansan e incomodan a los estudiantes que participan. Probablemente, sus abuelos y bisabuelos cumplieron el mismo papel durante la oprobiosa Era de Trujillo. Además, en estos actos rara vez faltan los discursos de exaltación a figuras políticas del presente que, muchas veces, relegan las efemérides a recordar. Se trata de un esquema rígido con escaso margen para lo diferente o nuevo, sí para la sumisión y el adoctrinamiento. Esto no quiere decir que se dejen de lado las ofrendas florales, sino que se les dé su verdadero sentido de reconocimiento y devoción por la tradición. Tampoco es un rechazo a las palabras de acción de gracias (tedeum) que alegran o ponen en vilo a los asistentes según el perfil del oficiante.

El comportamiento que exhibe una franja importante de nuestros jóvenes y de otras edades, indica que la reiteración añosa e interesada de los programas conmemorativos de las efemérides históricas no permite el avance en los objetivos que todos debemos anhelar como ciudadanos, entre los cuales destacan el fortalecimiento del sentimiento cívico, asegurar la asunción de la identidad e inspirar el patriotismo. Siendo conscientes, admitamos que la garantía en la consecución de estos propósitos está en la participación de toda la sociedad en el resguardo de la memoria histórica, no en la división como parcelas públicas y privadas. Cabe, entonces, parafrasear a José Martí en el sentido de que: ojalá la sociedad a medias no vuelva la espalda a la sociedad entera. Contra eso, debemos convenir en que la patria somos todos, especialmente en el 212 aniversario del nacimiento  del Padre de la patria, que hoy celebramos.