Publicado el 16 de julio de 2023 en Review: Literature and Arts of the Americas Elizabeth Russ es Profesor Adjunto de Español de la Southern Methodist University en Dallas, Texas. Su libro "La plantación en la imaginación post-esclavista (2009)" explora a la plantación como una alegoría literaria transamericana. Su artículo “Contando otras historias: Cosmopolitismo negro dominicano en el Tablero de Aida Cartagena Portalatín” será publicado próximamente in PMLA. Actualmente se encuentra trabajando en una obra que analiza nación, raza y género por escritoras de la República Dominicana, incluyendo a Aida Cartagena Portalatín y a Jeannette Miller.

Color de piel (2019); Skin Color, de Jeannette Miller, se enfrenta a las complejidades de la identidad racial en el contexto de la República Dominicana. Miller, que nació en Santo Domingo en 1944, empezó a publicar poesía como miembro de la Generación del 1960, se estableció como una insigne crítica de arte en los 1970s y 1980s, y produjo sus primeros libros de ficción al principio de los 2000s.1

Desde el inicio de su carrera diversa y fecunda, ha sabido retratar con gran honestidad la angustia y los placeres que definen sus experiencias como mujer y artista dominicana, al mismo tiempo criticando el autoritarismo político en su país y la intervención neocolonial extranjera, particularmente de los Estados Unidos. Desde los 1990s, ha dirigido su ojo crítico hacia la globalización, la cual asocia con el dominio continuo de los EUA que, como ella argumenta, representa una amenaza directa a “nuestras costumbres, creencias y maneras de enfrentar la vida” (Miller 2009, 11).2

En Color de piel, Miller se apropia de estas tendencias personales, políticas y socio-culturales para producir una versión ficcionalizada de su propia historia de vida en la que abarca la incursión de la blancura en la élite dominicana en el contexto de un siglo de dominio de los EUA en la política, la economía y en la cultura.

Estudios recientes de Anne Eller y Dixa Ramírez ilustran el enfoque de Miller sobre la blancura destacando hasta qué punto, históricamente, la sociedad dominicana ha evadido el binario blanco-negro que consolida la lógica de la Plantación. Por otro lado, como argumenta Eller, “Santo Domingo Español fue el asentamiento más antiguo de aniquilación indígena y de administración colonial europeo en las Américas, así como también el primer núcleo de la esclavitud y del cimarronaje” (Eller 2016, 2). Por lo demás, España abandonó a Santo Domingo por colonias más ricas, dejando a los habitantes hispano-hablantes de La Española a su propio destino en las zonas orientales, mientras Francia, en el transcurso del siglo XVIII, convirtió a las zonas occidentales en la colonia productora de azúcar más rica del mundo. Viviendo al margen del sistema de la plantación establecido por el proyecto colonizador europeo, la población hispano-hablante de la isla, que se mezclaba rápidamente entre las razas, quedó empobrecida, aunque relativamente autónoma con una economía de pequeña escala nunca regida por la institución de la esclavitud. Con certeza, la esclavitud fue abolida a partir de 1801, cuando el cabecilla de la Revolución Haitiana, Toussaint Louverture, invadió Santo Domingo.

Aunque fue temporalmente restablecida cuando Francia y luego España retomaron el control, la abolición se instituyó de forma permanente en 1822, cuando Jean-Pierre Boyer, presidente de la nueva nación de Haití, unificó ambas partes de la isla, la franco-parlante y la hispano-hablante, en un único gobierno. Así pues, cuando la República Dominicana declaró su independencia en 1844, su populacho mayormente rural, mayormente raza-mezclada había vivido sin esclavitud por generaciones. Como resultado, según argumenta Ramírez, la lógica de la Plantación “jamás se impuso en toda la sociedad dominicana como lo fue en otras Colonias Caribeñas” (Ramírez 2019, 17). A pesar de que permanecióuna élite que continuó extrañando “una sociedad estructurada por la lógica de la Plantación, en la que los no-blancos se mantuviesen sometidos a los blancos” (Ramírez 2018, 18).

No obstante, para mantener su visión supremacista blanca en la nación, esta élite debía erradicar una larga tradición de “insurrección y autonomía negras, conjuntamente con otras formas de expresar-se y que, al mismo tiempo, desestabilizara la lógica de la Plantación” (Ramírez 2018, 18).

Color de piel examina esta historia desde una perspectiva hondamente personal, mediante una dramatización de la historia de la familia que revela la carga impuesta a los hijos de la élite, y a la nación en su totalidad, adhiriéndose a la blancura y a la negación concomitante de la negritud. La narrativa empieza con la generación de la abuela y culmina con la suya propia, lo cual resulta en un relato multigeneracional que abarca diez décadas y consta de cuatro partes. Primera parte, “Antes” (Before), comprende la mitad del libro y cubre el período desde la primera Ocupación Norteamericana en la República Dominicana (1916-1924) hasta 1960, el año anterior al asesinato de Rafael Trujillo, el dictador que gobernó la nación con manos de hierro desde 1930 hasta 1961. La Segunda parte, “Después” (After), se inicia durante los meses que siguen al asesinato y acaba en 1985, enfocándose principalmente en los acontecimientos turbulentos de los 60s, abarcando la Guerra Civil y la segunda Ocupación Militar norteamericana en 1965, y el regreso al poder del presidente títere de Trujillo, Joaquín Balaguer, en 1966. La Tercera parte, “Ahora” (Ahora), da un salto de dieciocho años y abarca desde 2003 a 2016; sus páginas abandonan la estructura de suelta narrativa que conforma “Antes” y “Después”, para dar paso a ensayos y viñetas centradas en temas personales (los hijos de Isabel que parten del hogar, las vidas de sus hermanas, su despertar espiritual) y públicos (corrupción, violencia, descomposición urbana). El único capítulo en la última sección, “Hoy” (Today), está también fechado en 2016. La estructura secuenciada de Color de piel ayuda a organizar los capítulos y las secciones que de otra manera parecerían desconectados. En vez de discurrir en orden cronológico preciso, las historias se superponen con frecuencia debido a que múltiples narradores regresan a visitar los recuerdos claves y así los recrean, los revisan, o en vano tratan de darles un significado. Dentro de esta corriente narrativa fracturada, la historia familiar de Isabel adquiere valor privado y público, en tanto las circunstancias personales se tornan confusas debido a los conflictos sufridos por la nación dominicana a lo largo de un siglo.

Julieta Otero Damirón.

Color de piel se inicia con la historia de Violeta, una versión ficcionalizada de la abuela paterna de Miller, Julieta Otero Damirón, quien fue notoriamente reconocida como gran cantante Soprano antes de contraer matrimonio con Joseph Hamilton Miller, un oficial de las fuerzas invasoras de la Marina Norteamericana.

En la novela, Joseph Miller es Peter Jacob, un alcohólico inculto e indisciplinado oriundo de Savannah, Georgia. Violeta, aunque cortejada por una ristra de patriotas y poetas locales, se casa con Peter ante la insistencia de su madre, seducida ésta por el pelo rubio y ojos azules del norteamericano—por el color de su pìel, como nos recuerda el título de la novela. Sin lugar a dudas, el primer capítulo de la novela, que se toma todo un párrafo, introduce un concepto racista binario basado en la lógica de la Plantación: negro contra blanco. Titulado “Savannah” y situado en Savannah, Georgia, en 1916, éste describe el asesinato de un negro sin nombre a manos de cinco blancos, mientras la madre de la víctima implora (en inglés en el original): “Don´t shoot him! Don´t shoot him!” (Miller 2019, 17).

Esta escena corta y violenta contrasta con el capítulo siguiente, que se sitúa en el refinado hogar familiar de Violeta, encumbrado por la música de Liszt y de Chopin, donde se sirven delicados entremeses, mientras tiene lugar una competencia pacífica entre poetas, políticos y oficiales militares por el favor de la sofisticada cantante. Implícitamente, estos dos capítulos destacan la manera cómo la lógica de la Plantación, la cual determinaba la naturaleza jurídica de los negros en los Estados Unidos, no influía en la sociedad dominicana. En el Sur de los Estados Unidos, los hombres de piel marrón son asesinados a plena luz del día, delante de sus madres, por las turbas blancas enfurecidas. En la República Dominicana, hombres y mujeres de piel marrón conforman la élite: cantan ópera, escriben poesía y encabezan gobiernos y milicias. Habitan un mundo, como ha puntualizado Ramírez, organizado de manera muy diferente al de la dicotomía del negro contra el blanco impuesto por la lógica de la Plantación, que depende de “un imaginario colonialista que poco tiene que ver con la dominicanidad” (Ramírez 2018, 215). Pese a todo esto, el libro de Miller no opone el racismo brutal de los Estados Unidos a un multiculturalismo idealizado asociado a la identidad dominicana. En cambio, ella argumenta que el discurso racial de los EUA ha penetrado sutil, aunque enteramente en la imaginación dominicana, en perjuicio perdurable del pueblo y de la élite que lo encabeza.

Al comienzo, Violeta se describe como trigueña, un término racial amorfo que significa “color del trigo” y que a menudo se utiliza para describir una tez clara, pero sin llegar a ser blanca. Además, en su indumentaria—un vestido color chartreuse hecho a la medida en satín y encaje—se intuye la elegancia europea. Su familia sirve las bebidas en fina cristalería, su piano se engalana con candelabros, escuchan
música europea y asisten fervorosamente a la misa católica. En las noches, sin embargo, Violeta conversa con los sirvientes del hogar, campesinos que fuman cigarros fabricados a mano (túbanos) y cuentan cuentos populares acerca de fantasmas y demonios que cambian de forma llamados bacá.

Más adelante, vemos que la madre de Violeta, Adelita, desciende de antepasados franceses y de libertos (una descripción que implica una ascendencia haitiana que nunca se llega a investigar), en tanto, su padre, Confesor, se jacta igualmente de provenir de un linaje mezclado de gallegos y dominicanos negros (22-23). En resumen, Violeta encarna la rica historia cultural de La Española, en la cual gente de origen europeo y africano se mezclaron libremente para conformar una sociedad en la cual la lógica de la Plantación pudo haber tenido poca influencia—y algunas veces ninguna.

Mas, ante la amenaza de la invasión norteamericana, la madre de Violeta, Adelita, anhela la blancura y estimula a Violeta a casarse con Peter Jacob. Unos años después de la boda, Violeta se muda con su voluble esposo y su primer hijo, Tedy (la versión ficcionalizada del padre de Jeannette Miller, Fredy Miller), al pueblo de origen de Peter Jacob en el Sur de los Estados Unidos. Ya establecidos allí, ella es abusada por su suegra, miembro orgulloso del KKK, tiene un segundo hijo y, en 1922, temiendo por la seguridad de sus hijos, regresa a Santo Domingo.

Peter desaparece más tarde en la historia, pero su presencia se evidencia visiblemente en el color de la piel de sus descendientes y de manera invisible en el daño psicológico duradero que inflige en Tedy y, eventualmente, en Isabel, la hija mediana que es su alter ego y actúa a veces, como narrador de la novela. La blancura, encarnada por Peter y vivida por los descendientes dominicanos que él abandona, se convierte en presencia inquietante, una parte indeleble de la identidad de la familia, y un recordatorio de la persistente opresión norteamericana.

La figura de Peter Jacob destaca la blancura mientras circula en la lógica de la Plantación, como lo hacen los capítulos iniciales situados en su lugar de origen y que fija al Sur de los EUA como un bastión brutal de racismo antinegro. Así pues, las categorías y conceptos de raza norteamericanos son fundamentales, insertándose e impactando las experiencias dominicanas de identidad racial y cultural y que permanecen fundamentalmente distintas. Así nos enteramos desde el principio que Violeta desciende de colonizadores franceses y españoles, pero también de africanos traídos inicialmente a ambas colonias, la francesa y la española, como esclavos.

Vislumbramos a las élites dominicanas emulando la cultura europea aun cuando sus sirvientes preservan las tradiciones y costumbres populares. Entendemos que esta es una sociedad muy compleja, en la que gente no-blanca que sirven y gobiernan, abrazan la modernidad y preservan el pasado al mismo tiempo, deliberando cómo avanzar como pueblo y como nación. La llegada de los norteamericanos cristaliza este debate en torno a asuntos de raza y de soberanía.

Inmediatamente desembarcaron las tropas, la población se dividió entre los fascinados por la piel blanca y el tono azul de los ojos de los invasores, y los que veían su entrada como un atropello malintencionado que pretendía apropiarse del país. La misma división se dio en el hogar de Violeta: Confesor no los podía ver; Adelita esperaba a que pasaran en grupos para deleitarse con una belleza física inculcada por los valores europeos de sus ascendientes. (29-21) Del original.

En este fragmento, Miller describe las divisiones sociopolíticas que surgen en respuesta a la llegada de los marinos norteamericanos: aun cuando algunos dominicanos rechazan lo que reconocen como una amenaza a la autonomía nacional, otros caen presa del canto de sirena de la blancura.

Color de piel sugiere la naturaleza perdurable de este dilema al exponer, no sólo el devastador legado de Peter Jacob, sino también la contradicción representada por una realidad vivida en la cual la mayoría de los dominicanos—aún los de tez clara como Tedy e Isabel— pueden tener antepasados negros, incluso los fascinados por la blancura.

A pesar de su título, en la mayor parte de la novela la raza constituye un subtexto en vez de un tema principal. Peter Jacob está vinculado simbólicamente a la identidad racial dominicana y al imperialismo norteamericano; y también está involucrado en un legado familiar dominicano.

Las dos primeras partes del libro dedican un espacio importante al aspecto personal, mostrando cómo Tedy reincide en el rasgo mujeriego y en el alcoholismo de su padre norteamericano ausente. Se desposa joven y, sin dilación tiene tres hijas. Luego abandona a la esposa que, a su vez, abandona a sus niñas, que son criadas por Violeta. Finalmente, Tedy -al igual que su verdadero padre- desaparece bajo circunstancias misteriosas y se presume que fue asesinado por “Carrillo” -la versión novelística de Trujillo- en represalia por las diatribas antigobiernistas que soltaba durante sus borracheras. Isabel sufre por la ausencia de Tedy durante su infancia, y en la adultez es propensa a depresiones y al aislamiento. Después de la desaparición de su padre, la consignan como opositora del dictador, lo que la deja vulnerable a las fuerzas gubernamentales oscuras. Como estudiante universitaria, se involucra en actividades izquierdistas y acaba siendo prisionera de la milicia norteamericana durante la invasión de 1965, antes de huir a exiliarse en Madrid en 1966.

Debido a sus intrincadas características, la saga familiar del libro cumple la función de alegoría de la historia de la nación. La búsqueda de Isabel para comprender su pasado personal adquiere relevancia cívica. A veces, Miller utiliza esta estructura alegórica para estimular la actitud moral, como demuestran los dos ensayos en la tercera parte del libro, que, de manera sutil mueven a los lectores a abrazar la negritud como un rasgo inherente de la identidad dominicana y a rechazar “la injusticia provocada por un herencia cultural distorsionada en la que negro significaba esclavitud, y blanco dominio, poderío, autoridad…” (117-18). Del original.

Los capítulos finales de Color de piel aluden de nuevo a la relación dominicana con la blancura, tal como fue refractado por la lucha constante de Isabel en busca de sentido a la historia de la familia. Intencionalmente, el penúltimo capítulo “Ahora” se titula “Savannah.” Fechado en 2016, exactamente cien años después del capítulo inicial, describe el viaje de la protagonista al lugar de origen de su abuelo paterno, donde ella pretende descubrir alguna realidad sobre sí misma. La Savannah que explora se mantiene enquistada en la supremacía blanca, con las calles aún flanqueadas por banderas Confederadas. Debido a un inesperado oscurecimiento que cubre la ciudad causado por una tormenta repentina, Isabel cancela su visita a la tumba de Peter Jacob. En el período de epifanía que sigue, ella comprende que nada en Savannah puede dar luz a su realidad: “Entonces supo definitivamente que había vivido un escape hacia el pasado, idealizando lo que no tenía y convirtiéndolo en memorias, donde era más lo que soñaba que lo que realmente había pasado”. (135) Del original.

Es así como abruptamente descarta otros planes para investigar la vida de su abuelo y regresa a Santo Domingo, donde se entrega a la experiencia espiritual de su Dios Católico: “Agarró el crucifijo y una energía indecible la abrió al conocimiento y supo que vivir era eso, detenerse en el tiempo, escuchar los minutos, disfrutar la conciencia del respiro, del permanente amor de Dios”. (137). Del original

La colocación de esta epifanía, a tres páginas del final del libro, crea una tensión irresoluble entre el texto que reflexiona continuamente sobre el pasado y su mensaje final, confirmando que esa reflexión es inútil. Tensión que se acentúa en la sección final del libro, “Hoy” (Today), compuesta por un solo capítulo, también ubicado en 2016, y que repite la escena descrita en el primer capítulo de la novela, que se desarrolló en 1916: la muerte en Savannah de un negro en manos de hombres blancos, en tanto una mujer negra observa e implora: “Don´t shoot him! Don´t shoot him!” (17 y 139).

Dibujo sin nombre de Fernando Peña Defilló,

A pesar de la afirmación de Isabel de haber escapado de los vínculos del pasado, el libro mismo está conformado por incidentes horrendos de violencia antinegra enraizada en una ideología supremacista que, aunque representada por el Sur norteamericano, se replica a sí misma a través de los siglos, continentes y generaciones, para distorsionar las estructuras sociales, históricas y políticas, apuntalando la noción de la identidad dominicana promulgada por la élite.

Estas escenas de violencia racial, están envueltas en un segundo dispositivo de encuadre, un par de capítulos titulados igualmente: “Hablando sola” (Talking to herself), que, impresos en cursiva, nos ofrecen monólogos interiores fluidos, de la voz de Isabel, que se resiste a la brutalidad de los capítulos sobre “Savannah” y también proporcionan una ideología alternativa, ilustrada por la ubicación insular de la isla.

El primer monólogo reúne pequeños recuerdos de la historia de vida de Isabel, los
cuales, empezando con la muerte de su padre “…ha sido una cadena de tanteos, de
errores repetidos, reiterados…” (16).Del original

El cuerpo de la novela refuerza este esquema básico, proporcionando los detalles, los antecedentes y esforzándose por una narrativa profunda, continuamente reproduciendo la estructura circular, o “cadena de especulación,” hasta que declara inútil toda esa actividad y, en su lugar, abraza el éxtasis místico.

El último monólogo emula la lógica de ese éxtasis al rehusar cualquier intento de forjar una narración coherente. En su lugar, sus cinco frases recurren al lenguaje lírico del mar. Destellos de imaginario acuático rehúsan cohesionarse con formas que creen significados. Luz y sombra se persiguen una a la otra sobre la superficie mientras filamentos flotantes de algas forman y deforman símbolos gráficos indescifrables. El narrador se encuentra con pedazos del todo. Ella ve “fragmentos de palabras” y oye “gritos ahogados y risas escandalosas” (140) Del original. Es sólo cuando detiene el pensamiento consciente que emerge el significado.

De pronto, un rayo de luz hiere la superficie movediza, atravesando los círculos oscuros que se van aclarando y dejan emerger figuras definidas que paran el pensamiento llevándome a la paz.

Ahora soy una con el agua, una con la luz, una con É l… (140) Del original

Color de piel termina con esta escena de unión con el divino como se manifiesta en la vastedad acuosa del mar. Como sugiere la última alusión a Dios, el final se ve indudablemente influenciado por su adhesión tardía al catolicismo de su juventud 6. En vez de una experiencia dogmática de conversión, ella adopta un éxtasis confuso de una concepción de la insularidad que reitera lo que Ramírez describe como “el poder de no ser descifrado y no ser registrado para la posteridad” (Ramírez 2018, 222).

Para Ramírez, es el monte, el terreno accidentado asociado con las comunidades cimarronas establecidas por los esclavos fugitivos, lo que mejor simboliza esta oportunidad para la evasión. Miller, por el contrario, escoge la tradición ricamente evocadora y profundamente ambivalente de la insularidad. Librándose de la lógica de la Plantación, su alter-ego, Isabel, encuentra la libertad, al menos por ahora, en las aguas primarias del mar.

Notas

Traducido al español por Lissette Vega de Pucell
1.La bibliografía poética de Miller incluye Fórmulas para combatir (1972), (Fórmulas to Battle Fear); Fichas de
identidad (1985), (Identity Cards; y Polvo eres (el miedo 2013), ( Dust You Are). Su prosa de ficción Incluye dos
colecciones de relatos y cuentos: Cuentos de mujeres (2002), (Women´s Stories) y A mí no me gustan los boleros
(2009), I Don´t Like Boleros); y una novela, La vida es otra cosa (2013), (Life is Something Else). Ha publicado
cientos de artículos y libros sobre artes visuales dominicanas.
2.Todas las traducciones son mías.
3. Sobre el bacá, ver a McInerny 2019.
4. En blog corto subido acerca de la vida de su abuela, Miller no menciona una estadía en Savannah, sin embargo dice que pasó un tiempo estudiando música en Nueva York.
5. Durante la primera Ocupación Norteamericana, muchos intelectuales dominicanos preocupados acerca de su autonomía nacional abrazaron la identidad latina o española que se oponía a la identidad anglo-sajona encarnada por los EUA. Esta identidad latina era multifacética, pero incluía un aspecto racial vinculado a la blancura europea. Ver Capítulo dos de López, 2011. Como sugiere el análisis más arriba expuesto, Miller no se compromete directamente con estas complejidades en su novela.
6. El poemario más reciente de Miller, Polvo eres (2013), proporciona un ejemplo importante de la naturaleza profundamente religiosa de algunos de sus escritos recientes.