Que las partículas de polvo expuestas en la teología cristiana, encuentren en el escritor Eladio De Los Santos otra vertiente interpretativa apelando al “verdadero polvo mágico” de la eyaculación, representa una conceptualización metafórica que, en el continuum del lenguaje religioso, transciende el más profundo nivel de nuestra existencia en cuanto fuimos conformados por la polvareda divina creada por Dios o la copulación mundana del macho y la hembra. En todo caso, de acuerdo a De Los Santos, esta última, polvo “húmedo”, constituye, en sus orígenes, “el verdadero… milagro” del embrión y el feto.
En su libro Infarto al Penervio, De Los Santos desvela, en su breve relato “El polvo”, un trazo de semejanza, característica ordinaria de la metáfora, entre dos objetos diferentes: el polvo de la tierra (1Corintios 15:47-49) asociado a la invención del primer hombre, y el polvo de la fecundación, “procreación”, pertinente al semen, “babaceite”, de la venida genésica, trastocada en “Este polvo mojado que conseguimos moliéndonos cuerpo a cuerpo.”
Asistimos, pues, tanto en la propuesta teológica como en la literaria del susodicho escritor, a un proceso de aconteceres donde la principal tarea del pensamiento conceptual descansa sobre la base de las similitudes de un objeto en el contexto de las disimilitudes del mismo. Y ello así, en virtud de que todo pensamiento es intrínsicamente metafórico.
Reflexionando, además, a que dicho “polvo mágico”, en la teología metafórica cristiana, simboliza la muerte desde su fundamento (Génesis 3:19), “Hombre, acuérdate de que polvo eres y al polvo volverás”, en Eladio De Los Santos dicha figura crítica no sólo “convierte a humanos en animales y objetos y viceversa”, sino que también “abre caminos y laberintos en esta y otras dimensiones”, implicando, eventualmente, la conciencia de la nada y la vanidad de las cosas, “Un polvo que realiza infinidad de magias”, hasta convertirse, quizás, en las cenizas que el sacerdote habría de estampar en tu frente.
Definitivamente, en su obra Infarto al Penervio, el escritor De Los Santos magistralmente interpreta, en sus ensayos seculares, el universo metafórico de la cristiandad en términos de otras improntas alegóricas que nos permiten observar, a través de las habilidades bisociativas del autor, nuevas y brillantes aproximaciones entre componentes que no poseen una relación o contexto común. Resultado este fruto de nuestra misma naturaleza como criaturas metafóricas adiestradas a “tirar un polvo”.
El polvo
Desde el principio de los tiempos se han referido leyendas sobre algún polvo mágico que convierte a humanos en animales y objetos y viceversa, un polvo mágico que abre caminos y laberintos en esta y otras dimensiones. Un polvo que realiza infinidad de magias. Sin embargo, el verdadero polvo mágico es aquel que permite la procreación. Este polvo húmedo, mojado, que obtenemos en el ejercicio de la mascarne, es el verdadero polvo mágico con que se realiza el milagro de la vida (y con ello todos los demás milagros de la fantasía y la imaginación). Este polvo mojado que conseguimos moliéndonos cuerpo a cuerpo, estrujándonos a fuerza de ansia, y humedeciéndolo con sudor y babaceite, es el real y verdadero polvo mágico que el tiempo fermenta hasta obtener el rango del respiro existencial. Este polvo, húmedo, mojado por la gracia divina, es el verdadero polvo del milagro. Este y no otro. Este.