Es ya indudable, innegable. El turismo está en su mejor momento en nuestro país; el repunte comenzó a finales de la pandemia. El turismo de sol y playa está volando por lo alto, pero también está despegando, con buen ritmo y proyección, el turismo ecológico, el turismo gastronómico, el de la salud, el turismo deportivo y el turismo cultural.
El turismo gastronómico es parte de la oferta diversificada y resulta de singular importancia, ya que, por un lado genera valor agregado, y por otro, sirve de aliciente a las industrias relacionadas con el turismo cultural y sus diversas manifestaciones. Por ejemplo, remueve en igualdad de condiciones a los agentes vinculados con el sector del entretenimiento, la artesanía local, el arte, el agroturismo, el consumo de productos locales (miel, queso, entre otros). Vale decir aquí a modo de ilustración lo que me dijo un amigo andariego hace dos semanas: “Bro, fui a Santiago solo a ver el Son de Keka, vi también los murales de Los Pepines con mi pareja y luego para cerrar nos fuimos a comer en Campuno Restaurant. La pasamos súper bien”.
Recientemente fui invitado, en mi condición como gerente de Quieroloma (no como escritor) a participar en un evento que llamó mi atención poderosamente: me refiero a Saboreando la Isla, un proyecto significativo liderado por Luisa Féliz, una entusiasta comunicadora que ha recorrido el país con el fin de degustar los platos típicos de cada región y conociendo sus tradiciones, sus paisajes y a sus gentes. El evento fue celebrado en el primer nivel de Ágora Mall. Más que un panel aquello fue un performance para mostrar a través de gestos, palabras y degustaciones (música criolla y bailes), la calidad vibrante de nuestra comida y el gran potencial que tenemos para promover la gastronomía dominicana de muchas maneras.
Fue una noche de música, entusiasmo, compromisos y una descarga de emociones vibrantes y sinérgicas. El acto contó con la participación de dos clústeres de la región norte: el Clúster Ecoturístico de la Provincia Espaillat (con su directora Rosa Ánllela Rivas) y algunas de las empresas que lo integran, entre los que cabe mencionar a Las 4 F Restaurant, Quieroloma, Dominican Farm (La Granja), entre otros. El segundo clúster invitado fue el de María Trinidad Sánchez (encabezado por Carmen Suriel), el cual presentó al público una muestra variada de sus productos (quesos, hongos, dulces) y sus componentes culinarios.
Durante la actividad se realizó un interesantísimo panel en el que participaron figuras de alto calibre relacionadas con la gastronomía local, tales como Omar Cepeda, Elizabeth Tovar, Ana Lebrón, Lady Reyes, Onysela Valdez y Víctor Dionicio.
Se subrayó algo muy importante para mantener la salud de nuestra gastronomía: que cada restaurante siempre tenga disponible un plato dominicano, de que se haga una catalogación según el origen de los productos, que en cada convención celebrada en el país se hable, con orgullo y determinación, de nuestros platos y sabores (del magnífico chivo liniero, el mofongo, el sancocho) y se promueva la comida dominicana. La oportunidad de mejora según subrayaron los panelistas es que debe mejorarse el servicio al cliente, pues al decir de varios expositores es una de las grandes debilidades de este sector.
El placer de comer, de degustar sabores, comidas, olores y texturas son las expresiones de la ineludible convocatoria del paladar. Uno de los más grandes placeres desde la antigüedad, conocido y celebrado por reyes y emperadores, como puede apreciarse en la novela Memorias de Adriano de Margarite Yourcenar. Si nos situamos en Quisqueya, la bella, tenemos que mencionar una novela titulada Anadel: la novela de la gastrosofía de Julio Vega Batlle publicada en 1976. Sin olvidar el libro Lo comido por lo servido del poeta dominicano Dionisio de Jesús. Los textos son varios por lo que el corpus literario asociado a la comida es extendido, al igual que las exquisiteces del paladar que puede disfrutar quien se da a la tarea de explorar los sabores y los platos de nuestra cocina. ¿Ya probaste las cholas de San Cristóbal? ¿Sabes de dónde provienen? Nunca olvido a un profesor de literatura que tuve oriundo de Sánchez, Samaná, quien decía en clase que el verdadero orgasmo hipotalámico lo da el disfrute de una buena comida. Él inventó la mejor mermelada que he probado en esta vida y que denominó “ambrosía cocola”. Una delicia divina.
Al finalizar el acto, la señora Luisa Féliz expresó que la primera jornada de exploración de los sabores será en noviembre de este año y será en Moca. Allá nos vemos. Prepara tu paladar y tu mochila.