Nuestro miedo a la Inteligencia Artificial (IA) es una manifestación más de nuestras propias inseguridades y temores frente a lo desconocido. El pensamiento de que la IA puede llegar a apoderarse del mundo, controlar decisiones globales e incluso desencadenar guerras es un reflejo de la incertidumbre humana frente al futuro. Y es que el miedo es una respuesta natural del ser humano ante lo desconocido y lo impredecible.
En la actualidad crece el temor a la IA y a la vez al ser humano. Somos una generación llena de miedo y lo es porque nunca en la historia hemos experimentados cambios tan rápidos como en la actualidad Este temor se ve reflejado en cómo construimos nuestras ciudades y hogares. En todo el mundo, arquitectos están diseñando casas que son tan seguras como cárceles de alto riesgo. En mi propia ciudad, San Francisco de Macorís, existen urbanizaciones donde sabemos que viven personas, pero desconocemos quienes son. Son como ciudades amuralladas construidas casi inconscientemente, producto de este temor. Y el argumento es el mismo: “allá afuera hay gente muy peligrosa”.
Creada con IA
Jean-Paul Sartre, una de las figuras más destacadas del existencialismo, propuso la idea del «otro» como una fuerza definitoria en nuestra existencia. Para Sartre, el miedo del hombre al otro hombre proviene de la conciencia de que somos vistos, juzgados y definidos por los demás. Esta idea se manifiesta en su famoso pronunciamiento «el infierno son los otros», en su obra «A puerta cerrada».
Según Sartre, la mirada del otro nos convierte en un objeto y reduce nuestra libertad, ya que comenzamos a ver y a juzgarnos a nosotros mismos desde la perspectiva del otro. Este miedo al juicio y a la percepción del otro puede limitar nuestra libertad y generar angustia existencial.
Friedrich Nietzsche, otro filósofo que ha influido en el pensamiento existencialista, también se ocupó del miedo en sus obras, aunque de manera indirecta. Nietzsche veía el miedo como un mecanismo de auto-protección y auto-conservación. En «Así habló Zaratustra», él sostiene que el miedo que sentimos hacia los demás es un reflejo del miedo a nosotros mismos, de nuestras propias capacidades y posibilidades.
Considero que el pensamiento de Nietzsche es el que mejor se posiciona frente al miedo del mundo actual a la IA: miedo al saber que somos limitados y que otros seres podrían demostrar mejores capacidades que nosotros. Cuando este miedo nos embarga caemos en lo que yo llamaría Misiaantropía, entendida como el rechazo del ser humano a la inteligencia artificial por entenderla como una amenaza existencial.
Los medios y la cultura popular también han jugado su papel en alimentar este miedo. Las producciones cinematográficas han presentado escenas apocalípticas de guerras de máquinas, lo que ha llevado a que muchos se pregunten: ¿Realmente puede suceder una guerra entre robots y humanos? Aunque la pregunta permanece abierta y es aún temprano para dar una respuesta definitiva, el temor persiste.
Desde el ángulo cristiano vemos que los discípulos también fueron atrapados por el miedo a lo que les vendría en su seguimiento a Jesús. En el Evangelio de Mateo 10,29-31, Jesús está alentando a sus discípulos a no tener miedo, asegurándoles que Dios cuida de todas sus criaturas, incluso las más pequeñas. Si Dios cuida de las aves, cuánto más cuidará de los seres humanos, que son mucho más valiosos para Él. (en otro artículo abordaré el cristiano actual y la IA.
Es cierto que la IA, como cualquier tecnología emergente, puede ofrecer riesgos y posibilidades a la vez. Promotores de la IA como Elon Musk, Tim Berners-Lee y Stuart Russell, han señalado que la IA conlleva un riesgo si no es controlado, pero a la vez reconocen que los beneficios son incalculables. Hay temor a la capacidad autogenerativa de los nuevos algoritmos, que en teoría podrían tomar decisiones más allá de nuestro control.
Sin embargo, aquellos que temen a la IA deben recordar que la criatura más peligrosa para la existencia humana ha sido siempre el ser humano. A pesar de nuestros instintos más oscuros, hemos encontrado el equilibrio y la razón para coexistir gracias a las leyes, la ética y la religión.
De igual forma, deberíamos abordar el desarrollo de la IA. No se trata de evitar su progreso, sino de establecer controles adecuados que garanticen su uso para el beneficio de la humanidad. En lugar de temer a la IA, deberíamos verla como una oportunidad para mejorar nuestra calidad de vida y resolver problemas que hasta ahora han sido inalcanzables para nosotros.
El verdadero riesgo no reside en la IA en sí misma, sino en su uso sin control. En este sentido, el miedo a la IA es un recordatorio de que todo en este mundo necesita de un equilibrio, y que cuando se pierde el control, cualquier cosa puede convertirse en una amenaza para nuestra existencia. Este temor debe ser utilizado como un catalizador para garantizar que el desarrollo de la IA se realice de una manera responsable y ética, priorizando siempre el bienestar humano sobre cualquier otro objetivo.