El Popol Vuh, la biblia de los mayas, contiene la mitología y las creencias del pueblo precolombino quiché. Esta colección de relatos nos presenta una cosmogonía fascinante y compleja. A través de sus historias, podemos adentrarnos en la concepción maya del mundo y de la divinidad. Una de las características más notables de esta cosmovisión es la naturaleza de los dioses creadores, quienes, lejos de ser seres perfectos, omnipresentes y omnipotentes, se muestran como entidades en constante evolución y aprendizaje.

La cosmogonía maya presenta a los dioses como entidades que experimentan frustraciones y éxitos en su búsqueda de la creación perfecta (Recinos 1992). En los primeros capítulos del Popol Vuh, asistimos a un nacimiento, el nacimiento de los humanos fallidos. Estas primeras creaciones, hechas de barro y madera, carecían de alma y eran incapaces de adorar a sus creadores. Estos fracasos evidencian la imperfección inherente a los dioses maya, a quienes se le dificultaba dar con la fórmula perfecta para la creación de un ser capaz de alabarlos.

La imperfección de las divinidades, así como de sus creaciones no es una característica exclusiva de la mitología maya, de hecho, esto parece ser la universalidad de las antiguas religiones. Desde Seth hasta Loki, pasando por Hades podemos encontrar toda una amalgama de conductas reprochables e inmorales. Asimismo, en la literatura sumeria, los dioses son descritos como entes en conflicto, cuyas disputas y celos provocan desastres en la tierra o sea, desde la primera civilización el hombre está consciente de que su suerte se encuentra a merced del temperamento de los dioses. En este contexto, la imperfección divina se convierte en un reflejo de las luchas humanas, mostrando que los dioses no son entidades lejanas y perfectas, sino seres que también enfrentan sus propias limitaciones y conflictos.

En muchas culturas y mitologías, los dioses son representados como seres superiores, omnipotentes y perfectos. Sin embargo, al analizar diversos textos y relatos, se revela una faceta diferente: la imperfección y, en ocasiones, la odiosidad de estas deidades. La odiosidad de los dioses puede manifestarse en sus acciones hacia la humanidad. En muchas narrativas, los dioses parecen disfrutar del sufrimiento humano. Por ejemplo, en el mito de Prometeo, Zeus castiga a Prometeo por haber otorgado el fuego a la humanidad, condenando a los mortales a una existencia de sufrimiento.

Los dioses, a menudo, son retratados con características humanas, lo que les confiere una naturaleza imperfecta. En la mitología romana, por ejemplo, Júpiter es poderoso, pero también caprichoso y propenso a la ira. Sus decisiones no siempre son justas; en lugar de actuar como un guía moral, muchas veces actúa impulsivamente, lo que genera caos en el mundo humano. Esta representación sugiere que incluso aquellos que poseen un poder inmenso pueden ser vulnerables a los mismos defectos que los mortales.

Los dioses en el Popol Vuh son seres en constante lucha por crear a la humanidad, lo que refleja la naturaleza imperfecta de su divinidad (Tedlock 1996). Experimentan emociones como la frustración, la ira y la alegría. Su búsqueda por crear seres a su imagen y semejanza los lleva a cometer errores y a aprender de ellos. Esta humanización de los dioses los acerca a la experiencia humana y los convierte en figuras más comprensibles y relacionables.

La creación de los humanos de maíz representa un hito en la cosmogonía maya. Sin embargo, esta creación no es definitiva, para que los humanos puedan adorarlos, los dioses requieren sacrificios. El sacrificio de sangre en las mitologías antiguas a menudo se presenta como un requisito para mantener la relación con lo divino (Campbell 1949). Esta dualidad entre creación y demanda de sacrificio plantea preguntas morales. No obstante, los dioses continúan modificando y perfeccionando a los humanos, dotándolos de diversas habilidades y conocimientos. Esta búsqueda constante de la perfección refleja la idea de que la creación es un proceso dinámico y en constante evolución.

Los dioses creadores y supremos, descritos en el Popol Vuh, mostraban ira, hambre, compasión y realizaban actividades concretas. Esta dualidad del bien y el mal, según (Burkert 1987) refleja las complejidades morales de la experiencia humana. Además, en el contexto de una religión politeísta o monoteísta, la idea de que un dios exija devoción absoluta a menudo conduce a la opresión y al miedo. La concepción de un dios que castiga a quienes no cumplen con sus mandamientos refuerza la noción de que la divinidad puede ser, en su esencia, odiosa y tiránica. Esta percepción de la deidad como un ser que no tolera la disidencia resuena en muchas tradiciones y revela un aspecto sombrío de lo que significa lo divino.

Los dioses del Popol Vuh nos ofrecen una mirada desafiante y humana de la divinidad. Su imperfección y sus relaciones ambivalentes con los humanos los convierten en figuras más cercanas a nuestra propia experiencia, invitándonos a cuestionar nuestras creencias sobre lo divino. Si los dioses reflejan nuestras luchas y defectos, ¿por qué no considerarlos como representaciones de la complejidad de la existencia humana? Los relatos mitológicos, como el Popol Vuh, nos muestran que los dioses no son seres perfectos e inalcanzables, sino figuras complejas que encarnan tanto cualidades divinas como defectos humanos. Al explorar estas imperfecciones, podemos profundizar en nuestra propia condición y comprender que la búsqueda de la perfección absoluta puede ser una ilusión. Estos mitos nos invitan a reflexionar sobre la naturaleza de la moralidad, la divinidad y nuestro lugar en el universo, desafiando nuestras nociones preconcebidas sobre lo divino y lo humano.

Referencias bibliográficas

  • Campbell, J. (1949). El héroe de las mil caras. Novato, CA: New World Library.
  • Burkert, W. (1987). Greek Religion. Harvard University Press.
  • Recinos, A. (1992). Popol Vuh: las antiguas historias del Quiché. Guatemala, Editorial Guatemala.
  • Tedlock, D. (1996). Popol Vuh. New York: Free Press.

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Socorro Batista Sánchez. Es educador y escritor, egresado de la carrera de Lenguas Modernas mención francés en la Universidad Autónoma de Santo Domingo.