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Desde el momento en que vi el título de la novela El mundo es ancho y ajeno de Ciro Alegría, algo en mí despertó curiosidad. Porque en buen dominicano, solemos decir “el mundo es pequeño” al encontrarnos con personas en lugares inesperados o al sentir que todo parece conectado. Sin embargo, la idea de un mundo “ancho y ajeno” me dejó con inquietantes preguntas: ¿Por qué el autor diría que el mundo es ajeno? ¿A qué se refería con este título y que significado tendrá? Por tal razón comencé a leer por la curiosidad que despertó en mí.

Al comenzar a leer la obra, fui descubriendo como se narra la lucha del pueblo indígena por la supervivencia, un tema que, si bien se centra en la historia peruana, resuenan situaciones que también hemos vivido en República Dominicana, especialmente en las zonas rurales, donde la lucha por la tierra y los derechos básicos ha sido una constante pelea.

Pero aparte de la intriga del título mi conexión se profundizó más con la novela, cuando noté la lucha de los personajes por su tierra y su identidad, un tema que he escuchado en muchas conversaciones de nuestra realidad dominicana. En especial, me impactó la figura de Rosendo Maqui, el alcalde de la comunidad, quien siente una profunda conexión con la tierra que le rodea, pero a la vez una gran impotencia ante las fuerzas que buscan despojarle de ella. En un momento de la novela, Rosendo observa el horizonte de su comunidad y siente que el peso de su responsabilidad lo aplasta: “Amaba los amplios espacios y la magnífica grandeza de los Andes… pero la serpiente de la desgracia lo seguía de cerca, presagiando lo inevitable” Esta corta e interesante cita tan triste  en sentido de significado, me recordó el sentimiento de muchos campesinos dominicanos que, a pesar de trabajar incansablemente la tierra, se ven constantemente amenazados por leyes, intereses políticos y económicos que les arrebatan su sustento, sin importarle poco lo que sea de esas persona, porque sus intereses están por arriba de los del pueblo.

Esta novela es un vivo ejemplo de cómo el poder, las leyes y la injusticia pueden distanciar a las personas de lo que debería ser suyo y también que se ve que el abuso de poder existe hace siglos y las cosas cada vez empeora para el más pobre o el más vulnerable, porque el rico solo piensa en hacerse más rico, y mucho peor a costillas de los vulnerables que se encargaron de llevarlos al poder pensando en el cambió de las cosas, algo que nunca pasara. Me hizo pensar en cómo, en nuestra país, muchas personas también sienten esa ajenidad, esa desconexión con lo que les rodea, por ejemplo, es común escuchar historias de campesinos que, a pesar de trabajar la misma tierra que sus abuelos, ven cómo los grandes intereses económicos se imponen, convirtiendo su mundo, una vez conocido y acogedor, en algo extraño, fuera de su control, y si nos vamos más allá no solo la tierra sino nuestros propios derechos vemos como día a día se nos son arrebatados en nuestras caras sin explicación alguna, solo porque el que ya tiene aun tiene deseo de más, los que nos convierte a inquilinos en un país nuestro, generando desconexión nacional.

Lo que más me impactó es ese sentimiento de pérdida. No es solo una pérdida física de la tierra, sino también de identidad, de conexión con las raíces. Rosendo Maqui lo expresa con dolor cuando reflexiona sobre la injusticia de la ley y cómo la comunidad, a pesar de su resistencia, está destinada a perder: “La ley se movía lenta pero inexorable, como una enfermedad que lo devora todo”. Este pasaje me golpeó profundamente, ya que es similar en mi país, donde las comunidades, especialmente las más vulnerables, luchan por sobrevivir en un sistema que parece no estar diseñado para ellas.

En la cultura dominicana, la conexión con la tierra también es fundamental. Desde pequeños, muchos de nosotros crecimos escuchando historias de nuestros abuelos sobre la importancia de la agricultura, de vivir de lo que la tierra nos da, del amor a nuestro país. Pero, al igual que en la novela, hay una sensación de que esa conexión se va perdiendo, ya sea por el avance de las grandes corporaciones o por la falta de apoyo del estado. Me parece que la “ajenidad” de la que habla el autor es una realidad que también compartimos: un mundo amplio y lleno de oportunidades, pero que a menudo parece estar fuera de nuestro alcance.

Al continuar la lectura se entiende que el título habla de más que solo de tierras grandes. Es como si dijera que aunque nuestro país es enorme, para mucha gente se siente lejano y ajeno. Así como los personajes de la novela, muchos de nosotros, sentimos que la tierra donde vivimos y trabajamos no es realmente nuestra. Es como si fuéramos inquilinos en nuestra propia casa. Los poderosos hacen leyes y toman decisiones que nos alejan de lo que nos pertenece y nos hacen sentir que no tenemos control sobre nuestras vidas. Es como si estuviéramos viviendo en un país que no es el nuestro, pero sin tener la opción de mudarnos.

Algo que me impresionó mucho fue cómo se usan las descripciones de la naturaleza para reflejar el estado emocional de los personajes. En una cita particularmente bella, describe el paisaje como algo majestuoso, pero al mismo tiempo inalcanzable para los personajes: “El camino descendía como una culebra interminable… y aunque el sol brillaba, en el corazón de Rosendo solo quedaba la sombra de lo que estaba por venir”

Esta cita, refleja la realidad que viven los personajes: están rodeados de belleza, pero esa belleza no es suficiente para detener la injusticia que los acecha. Es una sensación que, como dominicana, puedo entender profundamente. Hay momentos en los que, a pesar de la belleza de nuestro país, la realidad social y económica nos deja con una sensación de desespero, como si la belleza no fuera suficiente para curar las heridas profundas de la desigualdad.

Leyendo la obra puede entender la curiosidad que me hizo comenzar a leer la y ver que este título no es solo una referencia a la inmensidad de las tierras andinas, sino una reflexión sobre cómo las personas pueden sentirse excluidos en su propio hogar, despojados de lo que debería ser suyo.

Esto no es solo una novela sobre el Perú indígena, sino una obra universal que refleja la lucha de los oprimidos, de aquellos que, a pesar de vivir en un mundo vasto y lleno de recursos, se sienten excluidos y ajenos a él. A través de esta obra, me ha quedado claro que, aunque el mundo sea ancho, la injusticia puede hacerlo ajeno para muchos.

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La autora del artículo es estudiante de la Licenciatura en Lengua Española y Literatura en el Instituto Superior de Formación Docente Salomé Ureña, recinto Félix Evaristo Mejía de Santo Domingo.