De entrada, veremos estos primeros versos: “La muerte, última pantomima” (pág. 17). Aquí el humano ve la muerte como una farsa y que está fingiéndose a sí misma. No la ha conocido, la imagina y hace cosas como: “Vomité sobre el umbroso lecho / del chinche de la muerte” (pág. 17) y "dentro de la farsa bebió su amarga leche materna” (pág. 17). La conoció. Murió con ella el poeta.

Y entonces, entra a los páramos de la muerte, “En la larga noche”, los “aullantes perros”, desde puentes colgantes, vio “lanzar a los ángeles / hacia el río de la nada” (pág. 17).  El humano ya tiene el mapa mental de la muerte y sigue describiéndola como si la viviera. Aquí, humano, autor y poeta son una misma cosa. Una tríada en franca vinculación. El poeta sigue diciendo cosas: “Y la luna colgando / de un hilo en el vacío / y allá en la inmensidad / sombras que son cadáveres” (pág. 18). Como se aprecia, en la muerte hay un cementerio de muertes, hay vacíos, abismos e infinitos. Hay un enorme vacío y un congelado abismo. Esa muerte es algo ajeno a este mundo: “La muerte no es de este mundo / sino cuando se balancea / sobre nosotros / como sombra o quimera” (pág. 66). Entonces el infortunio es una “posesión íntima del hombre” y la nada “no tiene razón”.

En esta poesía, en la inmensidad hay “sombras que son cadáveres” y la “eternidad” es un “fantasma que cava en sus propias ruinas”. Inmensidad-espacio, eternidad-tiempo, ejes donde el humano y la muerte se encuentran y el humano se regresa para exclamar: “Oh, mi país, bella alcoba de un tísico”. Es ahí donde se hace la relación con los versos primeros del poema: Vomité-tísico, umbroso lecho-mi país. Y es ahí que el humano enfermo sobre el lecho de su país vomita en el “umbroso lecho de la muerte”. Porque el lecho de la “bella alcoba” es el mismo lecho “del chinche de la muerte”. El humano vivió la propia muerte, mientras la muerte hacía pantomima. Y como la muerte aludida era pantomima, también pantomima era la muerte del humano. Por eso regresa y lo expresa en estos últimos versos: “Oh, noche. / Te estoy oyendo paso a paso. / Yo, insensible criatura / que chapotea el cieno / de su felicidad” (pág. 19). Y aquí culmina con la palabra “felicidad” que no es más que el esplendor de lo humano del autor-poeta.

En medio de esa contemplación y esa sensación que asocia a la muerte, tomando a Ferrater, citado por (Cañas, 1994), “Si en la auto-realización y autorrevelación de la persona humana puede descubrirse su ser en cuanto libre, cabrá decir que la muerte de cada cual es lo que más lo acerca a la libertad”. Es por esa vía, por la creación de su mundo simbólico, representado en el espacio, ciudad o ciudades (Cárcel- alcoba – cuarto – hospital) que el poeta entra en relación con la muerte, la cual entra a sus imaginarios a veces como sensación de libertad o como a alguien a quien se le debe temer porque habita en una región de cráneos y de cadáveres.

En el circo y las visiones

En el poema “En el circo” encontramos al mago, al equilibrista, al payaso y el malabarista. El que “sueña”, el que “reivindica el milagro”, el de la “extraña alegría” y “el que balancea la belleza / de la muerte inminente” (pág. 60). Son los personajes aplaudidos de la escena de la vida representada en el circo. En este caso asumen otro papel.

El orden de salida de los personajes nos da varias lecturas para el análisis literario. Veamos una: El mago es aquel que sueña para luego de una forma equilibrada demandar el milagro y hacer salir los payasos que producen la extraña alegría y después ve llegar la muerte inminente, esta última representada en el malabarista. Es que la muerte es astuta en todo el laboratorio literario del poeta. Puede que vista camuflaje, que sea la realidad real o el delirio, la locura, lo demencial o lo absurdo. La muerte proclamada en el poema es bella y no está impactada por el mínimo espanto.

Ese circo es también una ciudad grande que está construida entre el sueño y la muerte. En esa ciudad el “cielo no existe”, para decirlo con las palabras del poeta.

En la obra aparece el poema “Las visiones” primero que “En el circo”. Lo he cambiado. He analizado primero el poema “En el Circo” y ahora “Las Visiones”, por seguir una ruta lógica: muerte y después de la muerte, temas que se tratan en ese mismo orden en que presentamos el análisis. Lo hemos hecho de forma arbitraria para mantener el tema en sucesión. Y básicamente, porque en este último poema se presenta un contexto cuasimágico, que bien estas visiones pueden registrarse en otra dimensión, más allá de la inminente muerte referida en el poema “El Circo”: “La tarde / contra el filo / de un árbol / se desgrana” (pág. 57). Una imagen mágica portentosa. El tiempo se ha hendido, se ha desgranado. Ya se ha entrado a otra dimensión, donde “Hay música de azogue / y crepitaciones” (pág. 56), “auspiciosos violines / que crispan como ángeles”, donde se burla al demonio, “con una burla al demonio / en este día” (pág. 56).

La angustiosa existencia

En el poema “La existencia”, un asombro de paradojas en la voz del poeta, un asombro que es la existencia, “es la llama fría” que “arde solitaria”, y lo hace “en la sombría llanura”, (fría-arde-llama-sombría) establecen vínculos extremos, relación de opuestos que tratan de explicar el fenómeno de la soledad en la existencia, “por donde nadie pasa” (pág. 20).

Y en esa jornada de la existencia nosotros nos comportamos como indiferentes y nos angustiamos ante la soledad, en esa llanura donde solo uno es el protagonista del paisaje: uno mismo, multiplicado en nosotros. Ya la individualidad empieza a ser absorbida por la gran llanura sombría, estando confinados, conminados a un “Umbroso lecho / del chinche de la muerte” (pág. 17).

Conquistada la llanura que al mismo tiempo es la frontera donde nadie pasa, siguen tras nuestros pasos “los chinches de la muerte”, replicándonos todas las soledades, las angustias, las visiones que trajimos del lecho, de la alcoba, la cárcel o cualquier lugar donde estábamos encerrados. Eso será siempre una angustiosa existencia que paradójicamente amamos. En eso se convierte la vida.

En el poema “Jornada” nos encontramos amando ese sentido de orfandad y ese sentido es la vida: “Indiferentes / amamos esta gran orfandad / que es la vida” (pág. 21). Nos angustiamos y amamos al mismo tiempo en esa llanura, en esa ciudad grande y desbastada como lo es la existencia. Si la existencia es la vida y la vida es orfandad, entonces la existencia es orfandad. La lógica nos inclina a pensar que, ante la trampa de explicar la existencia como seres solos o vinculados, ante la soledad y la angustia, nos quedamos ensimismados en la infeliz mentira de la jornada existencial. No seremos capaces de auscultar la sombra de la muerte, la cual vence la existencia, “Y el hombre…/ aferrado al momento / al insomne instante / en la alegre jornada / de un fraternal café / no oye pasar / la sombra liviana de la muerte” (pág. 22). (CONTINUARÁ EL PRÓXIMO DOMINGO)

 

12 de noviembre del 2023

 

Virgilio López Azuán en Acento.com.do