“Allí donde se queman los libros, se acaba por quemar a los hombres”. Heinrich Heine
La comprensión lectora es, para comenzar, la verdad de la lectura como procedimiento de descodificación. Si no comprendemos, no leímos, porque leer es comprender.
Ahora bien, todos podemos creer que comprendemos lo que leemos. Y podríamos incluso quiero decir que hay distintos grados o niveles de comprensión.
¿Qué significa comprender? ¿Es reproducir más o menos literalmente o en un resumen lo leído?
La inmensa mayoría de las personas estamos convencidas de que “entendemos lo que leemos” y los sesgos cognitivos correspondientes nos refuerzan esa autopercepción.
J.W. Irwin define cinco procesos básicos de comprensión que trabajan juntos simultáneamente y se complementan entre sí:
microprocesos,
procesos integrativos,
macroprocesos,
procesos elaborativos y
procesos metacognitivos.
Microprocesamiento
Los microprocesos se refieren a la fragmentación inicial por parte del lector de unidades de ideas dentro de oraciones individuales. La “fragmentación” (chunking) implica agrupar palabras en frases o grupos de palabras que tienen significado y requiere una comprensión tanto de la sintaxis como del vocabulario.
Un lector no suele procesar de manera separada, rosas rojas, por ejemplo. Por un lado, el concepto de rosas y por otro la cualidad cromática de rojas, sino que visualiza las rosas rojas, procesa ambos conceptos juntos.
En el microprocesamiento también opera el recuerdo selectivo. El lector decide qué fragmentos del texto o detalles recordar. Esto se vincula tanto a la relevancia que da el autor del texto al fragmento o detalle, como a la relevancia personal del mismo para el lector, en función de su cultura e historia personal.
Los procesos integrativos
Al hacer conexión entre las distintas oraciones, el lector realiza el proceso integrativo. Las subhabilidades que integran el proceso integrativo incluyen la capacidad de identificar y comprender los referentes pronominales y de inferir la casualidad o secuencia.
En una frase como
Armando se apresuró a encerrarse en la casa, cerrando
puertas y ventanas. Él temblaba de miedo.
El buen lector sabe que el Él de la segunda oración se refiere a Armando, sujeto de la primera oración. Y saben que el Él de la segunda oración que temblaba de miedo era Armando.
Macroprocesos
Al hacer un resumen de las ideas claves, el lector decide cuál es la información relevante que conservar y cuál puede ser obviada. El lector eficiente suele emplear una estructura o patrón organizativo para ayudarle a organizar estas ideas claves. El más útil que conozco es el mapa mental, que va reproduciendo la estructura expositiva que emplea el autor para organizar sus ideas.
Procesos elaborativos
Al leer aprovechamos nuestros conocimientos previos y, por igual, hacemos inferencias que pueden o no corresponderse con las previstas por el autor del texto. Podemos basarnos en la información proporcionada anteriormente en el texto o en nuestras propias experiencias previas. Por ejemplo, el lector puede recordar una experiencia propia en que se sintió seguido de manera evidente o percibida y que lo hizo protegerse encerrándose en una vivienda. Este proceso se denomina procesamiento elaborativo.
Procesos metacognitivos
La metacognición es la conciencia de los procesos cognitivos por parte del lector. Los procesos metacognitivos que emplea el lector son aquellos involucrados en monitorear la comprensión, seleccionar qué recordar y regular las estrategias empleadas al leer. Algunas estrategias metacognitivas que puede emplear un lector son elaborar un ensayo, hacer un resumen, subrayar, hacer un mapa mental, repetir la información para afianzarla, repasar, tomar notas y hacer un pequeño test.
El método FIVES
Mary Shea y Nancy Roberts desarrollaron un método en cinco procesos que llamaron FIVES, que compartieron en el 2016 en su libro The FIVES strategy for reading comprehension. Allí escriben: “Las letras de FIVES representan una competencia o habilidad para comprender conceptos, el mensaje y el vocabulario del texto. También representan establecer conexiones personales con conocimientos y experiencias previas, así como elaborar y expandir para construir significado personal y expresarlo de manera sucinta y precisa.”
Son cinco cosas que, en su opinión, como lectores debemos coleccionar. Y son
Hechos (Facts): Los lectores buscan recordar con precisión los hechos expuestos y distinguir las ideas clave de los detalles significativos y los interesantes, pero no esenciales.
Inferencias (inferences): El lector suma a lo que dice el texto sus propias conclusiones e ideas, deduce, amplía, enriquece con sus conocimientos previos e intereses.
Vocabulario (vocabulary): Corresponde al lector comprender completamente las palabras, los conceptos o términos del campo del saber y las expresiones utilizadas en el contexto del texto leído.
Experiencias personales (experiences): Los lectores elaboran, amplían, evalúan y establecen conexiones basadas en experiencias (de conocimientos previos y de la vida).
Resumen (summary): aquí el lector reformula la esencia del texto con un mínimo de inferencia, o ninguna en absoluto.
Es útil combinar el método FIVES con el enfoque que expuse en el 2012 en mi ebook Los siete tesoros a encontrar en un libro y que son:
- Conceptos;
- Teorías;
- Procedimientos;
- Datos;
- Ejemplos e historias de apoyo;
- Creencias y opiniones.
- Cuadros y esquemas.
Crear imágenes mentales
Una de las habilidades a nivel de los procesos elaborativos tiene que ver con la capacidad de crear imágenes mentales al leer.
El cerebro piensa en imágenes, nosotros todos pensamos en imágenes. Luego traducimos (codificamos) esas imágenes en distintos tipos de lenguajes o códigos. Puede ser el verbal como puede ser el pictórico, el fotográfico o el kinestésico como en la danza, el musical o el dramático. En todo caso, para completar el circuito de la comunicación debemos descodificar el lenguaje y reconvertirlo en lo que originalmente fue: imágenes.
Muchos lectores se quedan atrapados en el mundo de las palabras. No han cultivado la habilidad de transformar esas oraciones y frases en las imágenes que las originaron.
Familiarizarse con el tema y hacerle preguntas
La comprensión lectora demanda que nos familiaricemos con el tema. Eso se logra con la frecuentización.
Al principio puede resultarnos un poco árido y ajeno el tema, no nos sentimos relacionados con los conceptos, las teorías, procedimientos, etc.
La única manera de superar esta etapa es frecuentar el tema, la asiduidad; buscar información adicional, consultar con un conocedor y conectar lo que aprendemos con lo que ya sabemos.
De igual manera, es importante ampliar de manera continua el repertorio verbal, nuestro vocabulario.
Simultáneamente, mientras leemos convertir todo en preguntas. Si el título es: “El canal de Suez” procede preguntarnos: ¿Qué es un canal? ¿Qué es el Suez? ¿Qué significa el canal de Suez?
El cerebro se activa con preguntas. Las preguntas despiertan nuestra curiosidad, nos sacan de un modo pasivo a un modo activo.
También hay que preguntarse y preguntarle al texto:
- ¿Cuál es el tema? ¿De qué habla?
- ¿Qué dice del tema?
- ¿Cuál es la tesis o argumento central del autor?
- ¿En qué datos o argumentos se fundamenta?
- ¿Con qué propósito escribió ese texto?
- ¿Qué busca hacernos pensar?
- ¿Qué quiere inducirnos a hacer?
- ¿Quiénes opinan distinto a él? ¿Qué otro punto de vista hay?
- ¿Qué hechos corroboran y respaldan su punto de vista?
- ¿En qué grado estamos de acuerdo o en desacuerdo con el autor?
Entender la agenda, propósito, intereses y estrategia expositiva del autor
No existen mensajes inocuos. En todo acto de comunicación hay, implícito o explícito, un propósito, algo que el emisor se propone obtener del receptor, un cambio que pretende producir.
No nos sintamos por eso alarmados o desconfiados. También nosotros, al comunicarnos, poseemos una agenda, tenemos un propósito, un interés y aplicamos una estrategia expositiva.
Es, entonces, algo natural.
El que no sea tampoco significa que lo ignoremos. Al revés.
Siempre procede preguntarnos:
¿Cuál es el propósito del emisor al comunicarme lo que me comunique?
¿Qué quiere que yo piense?
¿Qué pretende que yo haga como resultado de lo que me comunica?
¿Cuál es su punto de vista?
¿En qué fundamenta sus recomendaciones y aseveraciones?
Lo que dice, lo que sugiere, lo que no dice
En todo texto hay declaraciones, sentencias, juicios, que el autor respalda con argumentos, datos, testimonios.
Es la parte literal del texto.
También está lo implícito, lo dicho de forma no explícita.
Si digo “En noviembre estuve en Orlando, Florida”, implícitamente estoy diciendo que ahora mismo no estoy, que tengo visado norteamericano, que tengo recursos para viajar, etc.
Hay también inferencias que se pueden deducir de esa frase.
También hay puntos ciegos, que el mismo expositor no es capaz de ver.
Nuestra tarea como lectores es hacerle preguntas al texto y ver qué nos dice, de manera explícita o implícita.
Y entendamos, como el poeta norteamericano James Russell Lowell escribió: “Los libros son las abejas que llevan el polen de una inteligencia a otra”.
Las 7 llaves de la comprensión lectora
Otro enfoque complementario y útil lo proporcionan Susan Zimmerman y Chryse Hutchins en su valioso 7 Keys to comprehension.
Estas llaves son:
- Crear imágenes mentales
- Utilizar el conocimiento previo
- Hacer preguntas
- Hacer inferencias
- Determinar las ideas o temas más importantes
- Sintetizar la información (hacer un resumen) y
- Emplear estrategias de solución de problemas de comprensión, que incluyen saltar hacia adelante, releer, repreguntar, usar el diccionario y leer el pasaje en voz alta.
Leemos desde nuestra historia e intereses
Cada persona, al leer, interpreta lo que lee en función de su set particular de creencias, actitudes, intereses, historia personal, cultura, referencias, valores y grado de madurez.
Todo acto de lectura y todo nivel de comprensión siempre es, en el fondo, una aproximación.
Nunca agotamos un texto.
También es importante saber que nunca leemos algo dos veces, porque cada vez quien lee es distinto en a quien leyó, aun releamos en lo inmediato. Así como, según Heráclito, no podemos bañarnos dos veces en el mismo río, no podemos leer dos veces las mismas páginas, porque quien lee no es el mismo.
El indicador real de comprensión
¿Cuál es el indicador real de comprensión lectora, lo que me indica que una persona en realidad entendió lo que leyó? El óptimo y evidente es el cambio comportamental.
Hay un nivel de comprensión superficial, en que repetimos las ideas, pero no las internalizamos, no las asumimos, no nos dejamos transformar por ellas.
¿Cuántos conocen médicos que llevan una vida poco sana y que prescriben a sus pacientes un estilo de vida que ellos mismos no llevan? ¿Realmente entienden la disciplina que estudiaron y de la que viven?
Hay personas que recitan, como para impresionar a otro, Los 7 hábitos de las personas altamente efectivas de Stephen Covey, pero sus vidas y comportamientos andan bien lejos de las conductas que las prácticas de esos hábitos recomiendan.
¿No sucede lo mismo con las recomendaciones de Jesús, en La Biblia? A eso Jesús le llamaba fariseísmo. Bien, hay mucho fariseísmo en todos los ámbitos, apariencia de comprensión sin que exista transformación.
La comprensión auténtica es un elevamiento del nivel de conciencia, del darse cuenta, y esa conciencia no se expresa en una declaración verbal (aunque no la excluye), sino en un cambio conductual.
La simple repetición de la información no implica que se la entendió, que se comprendió. Únicamente se memorizó. Memorizar no es entender.
Para mí, entonces, el único y real indicador de comprensión se expresa en el cambio personal. Leemos no para entender, leemos para mejorar, para cambiar, para alcanzar un nuevo nivel de conciencia que se expresa en un comportamiento más íntegro, más coherente, más decente con uno mismo y con los demás.
Todo lo otro es simple fanfarria.