El anuncio del asesinato de Trujillo, ocurrido la noche del 30 de mayo de 1961, trazó el rumbo de la construcción del sistema democrático en la República Dominicana. A partir de esa acción valiente y decidida por la libertad, familiares y colaboradores del tirano, como Balaguer y Ramfis, buscaron con celeridad la recomposición de la dictadura decapitada. Con la misma prisa, los sectores con cierta incidencia en la economía intentaron ocupar el espacio que durante 30 años se les había negado. Contra estos reaccionaron los políticos que, con la persecución violenta, la cárcel, el exilio, y la muerte de familiares y seguidores, pagaban el precio de oponerse a los desmanes del dictador. Para los del ostracismo, como para los que residían en el país limitados por el silencio, envueltos en miedos y suspiros; la noche aquella cerraba las puertas del oprobio e inspiraba la lucha por la dignidad del pueblo dominicano.
Tras el acto tiranicida referido, una mayoría considerable de los electores cifró sus esperanzas en el Partido Revolucionario Dominicano al elegir, en diciembre de 1962, a Juan Bosch como presidente de la República. Investido en febrero de 1963, sus medidas desde la presidencia, resumidas en la promulgación de una Constitución negadora del orden despótico y de orientación democrática, fueron rechazadas por el liderazgo conservador del país. Tan firme resultó la oposición que no demoró la conspiración, había que derrocar a Bosch. Así pensaba la plana mayor de las fuerzas armadas y de la policía nacional, apoyada por la Unión Cívica, la Vanguardia Revolucionaria, la Alianza Social Demócrata y por la cúspide de la Iglesia católica… Movidos por el apoyo de Estado Unidos, por la falta de civismo y por los intereses grupales, el 25 de septiembre de 1963, estos sectores protagonizaron un golpe de Estado que, a decir de la Comisión Permanente de Efemérides Patrias (1998), cambió el curso de la historia dominicana. Al cumplirse 60 años de este acto inconstitucional, debemos pasar balance por la defensa de lo que somos en el ámbito institucional. También debemos definir las metas que por el golpe siguen pendientes, con el compromiso de asumir, uno a uno, lo que nos toca para que se cumplan. Demos ejemplo de ciudadanía responsable.