En La Romana hay un dirigente político de dilatada trayectoria que ha sido diputado cuatro veces. Su eslogan es invariable: «Hechos, no palabras». Se trata del legislador Eugenio Cedeño quien, ahora sí sirviéndose exclusivamente de las palabras, ha estrenado una faceta que le desconocíamos, la de escritor. Lo ha hecho con la publicación del libro De África y Canarias a Anamuya por amor y otros relatos (Santuario, 2023), una colección de cuatro relatos que versa sobre las vidas de sus ancestros durante los siglos XIX y XX.
Fue una sorpresa agradable cuando Cedeño me invitó a almorzar en Shish Kabab hace pocas semanas y me obsequió un ejemplar dedicado de este libro recién nacido. Más adelante se puso en circulación en la Alianza Juvenil, en La Romana, y participé como panelista junto a los escritores José López Larache, Justiniano Estévez Aristy, Joel Julio García, Isael Pérez y el autor.
Cedeño sabe escribir. Sabe abrazar la atención del lector desde el examen de los ínfimos detalles que alteran la historia humana. Nos muestra en su libro las raíces variopintas de su árbol genealógico, que creció combinando etnias (africana, canaria y venezolana) y componiendo el destino tortuoso de viajeros en alta mar desde Venezuela a República Dominicana, desde Baní a la Otra Banda. Mientras relata las peripecias de sus ascendientes, que nunca tuvieron nada seguro en la vida y se trasladaban hacia donde fueran posible el pan y la esperanza, el autor evoca una República Dominicana antigua, miserable, insufrible, rural, inocente, honorable, una república sin carreteras donde el medio de transporte eran las mulas y los caballos, donde los gobiernos duraban lo que permitieran las municiones, donde las mujeres de 20 años (como ocurrió con la madre del autor, Marcia Estela Areché) eran consideradas solteronas o «jamonas».
Los cuatro relatos son «El sombrero del abuelo», «De África y Canarias a Anamuya por amor», «Tu hermana por mi hermana» y «Cariñito».
El primero recrea la actitud de apego emocional desarrollada por su padre respecto al sombrero, «esa reliquia adorada», que había pertenecido a su progenitor, tradición que fue repetida por Cedeño. A través de las anécdotas del sombrero, se hilvanan recuerdos del amor filial y el estado de ánimo jovial que unía a sus padres.
En el relato que da título el libro se remonta a los albores de la República Dominicana, que entre finales del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX hizo una transición escabrosa del colonialismo español, francés y haitiano a la independencia cristalizada con la gesta de los trinitarios. En esa secuencia política, una vida anodina, la del esclavo liberto Francisco, trastarabuelo de Eugenio Cedeño, nos muestra los dilemas existenciales propios de una época tan caótica, especialmente en quienes habían sufrido el trauma de la esclavitud. Todo el libro es un alegato antirracista, por cuanto defiende el mestizaje como una acontecimiento natural y necesario en la evolución social, política, cultural y económica del país. El relato sigue una línea histórica que desemboca en Eugenio Cedeño Reyes, padre del autor y quien le contó muchas de estas historias aderezadas con la ficción. Me llama la atención la historia de Mariano (o Manuel) y Mauricia, hija de Francisco, tatarabuelos del autor, unidos en matrimonio por un embarazo inesperado, y que se desplazan desde el Sur hacia el Este, donde arraiga definitivamente el linaje de los Cedeño Areché y los Areché Cedeño. En ese periplo, sin saber cómo vivirán y sin nadie que les aguarde, Mauricio y un desconocido sostienen un diálogo casual que le cambia la suerte al primero y a su esposa porque encuentra techo y trabajo. La oferta laboral de Juan Martínez refleja los dramas de la época:
[…] En estos campos hacen falta hombres como usted. Hay mucha tierra vaga y pocas manos que la trabajen. […] En mi campo tengo un rancho que, con algunos arreglos, se puede vivir y, si usted quiere, puede trabajar conmigo, ayudando en el ordeño, y nos ponemos de acuerdo en otros trabajos. (2023:35,36)
«Tu hermana por mi hermana» es un relato basado en las historias familiares que le contaba al autor su abuelo materno Wenceslao Areché. (Me he acordado de cómo los abuelos se convierten tantas veces en nuestras primeras referencias históricas y mitológicas. Ocurrió, caso famoso, con García Márquez). Esta es la historia de dos parejas de hermanos, Vicente y Viviana, y Lorenzo y Francisca, descendientes de españoles radicados en Venezuela, que emigran a la República Dominicana en la segunda mitad del siglo XXI, huyendo de las guerras y la consecuente inestabilidad política en el país sudamericano. Era la época de la anexión dominicana a España, y ese mandato imperial generaba una sensación de serenidad para los inmigrantes. La travesía por las costas del Caribe se convierte en una lucha por la vida y una ardiente fe en el futuro, donde habrá que sobreponerse a tempestades, orcas y desánimos. Con aquel remoto viaje llegan nuevos apellidos al país. En esa descendencia se inscribe el diputado.
El libro termina con una historia de amor de los años cincuenta del siglo XX. La historia de cómo sus padres se conocieron y se casaron. Además de la intriga y el deleite argumental de la narración, me ha interesado el examen del código de honor de la época, los rituales del cortejo, la circunstancia demográfica (familias de entre diez y veinte hijos). Hay un final feliz. Se siembra la semilla de una familia digna donde la superación personal será ardua pero posible. El ser humano es siempre un sujeto de la historia. Mientras nos cuenta, con gran rigor documental, con humor y con una bien razonada técnica literaria la historia privada de sus antecesores, el doctor Eugenio Cedeño nos lleva a una expedición historiográfica y sociológica en la que nos familiarizaremos con las luchas y la resiliencia de personajes típicos del devenir dominicano.