Un día de 1946 que los dominicanos no podrán olvidar, el historiador y sacerdote capuchino, natural de Andalucía, cuyo nombre verdadero era Manuel Arjona Cañete, se paró frente a un auditorio compuesto por diplomáticos, entre ellos el ministro plenipotenciario de España en República Dominicana, Pedro E. Schwartz y Díaz-Flores, el obispo de Santo Domingo Ricardo Pittini, así como por funcionarios civiles y militares del gobierno de Trujillo y destacados intelectuales, y llamó “cornudo cacique” a Enriquillo.
Ese día, dice el historiador dominicano Juan de la Cruz, se sentaron las bases para distorsionar la gesta de Enriquillo en las montañas del Bahoruco y reducirla a un simple pataleo pasional.
“Al tratar de cornudo al eximio cacique -expresa De la Cruz- Utrera quiso indicar que doña Mencía, la esposa de Enriquillo, sostuvo relaciones con el encomendero Andrés de Valenzuela por mutuo consentimiento.”
Y añadió: “Con esa afirmación, Fray Cipriano de Utrera pretendió obviar que se trató de un ultraje e intento de violación lo que pretendió hacer Andrés de Valenzuela con doña Mencía.”
La referencia de Utrera fue hecha en la conferencia Enriquillo y Boyá el 7 de junio de 1946 en Casa de España, en Ciudad Trujillo, que años después fue publicada por Emilio Rodríguez Demorizi, como un encargo que le dejara antes de morir su amigo Utrera.
Habían masacrado a su pueblo, arrasado su cultura, asesinado a su familia y suplantado a sus dioses. Habían ultrajado a sus mujeres, empezando por los desaforados integrantes del Fuerte de la Navidad, los habían empujado al trabajo forzoso, les habían robado todo su patrimonio y les habían dado motivos suficientes para reaccionar y sublevarse, y lo más creativo que se le ocurrió al español Fray Cipriano de Utrera fue decir que Enriquillo se sublevó en Bahoruco porque Mencía, según él, le puso los cuernos.
“Esa es una de las grandes mentiras que nos han contado sobre nuestra historia”, dice Juan de la Cruz.
Según él, hay que seguir rescatando a Enriquillo y los demás caciques de la distorsión histórica y de la manipulación.
En la página 221 del libro “Polémica de Enriquillo”, Utrera también denostó a Fray Bartolomé de las Casas el hombre que salió en defensa de los aborígenes, llamándolo “abogado pelafustán” y otros epítetos.
Juan de la Cruz acaba de presentar el libro El cacique Enriquillo y la rebelión de Bahoruco entre los años 1519-1534, que fue editado por la Alcaldía del Poder Ciudadano de Managua, Nicaragua, como parte de la Biblioteca Digital organizada por las autoridades de esa nación centroamericana para difundir la historia de América.
La obra se suma a otras publicadas en Santo Domingo, entre ellas “Enriquillo. Historia y Leyenda”, de Juan Daniel Balcácer, "Enriquillo: Símbolo de la resistencia taína", que contiene las ponencias de un panel realizado en la Biblioteca Nacional “Pedro Henríquez Ureña” el 27 de enero de 2022, con la participación de Manuel García Arévalo, Lidia Martínez de Macarrulla, Juan Francisco Martínez Almánzar, José Guerrero y el propio Balcácer.
También “Notas sobre el Enriquillo”, de Pedro Conde Sturla, “La Rebelión de Enriquillo”, de Roberto Cassá, y “Enriquillo, ídolo de barro”, de Juan Francisco Martínez Almánzar, este último un libro polémico que cuestiona la vida, la lucha y las razones del cacique, que provocó la respuesta del historiador Ismael Hernández Flores, en el libro “En rescate del Enriquillo ultrajado”.
“El propósito que me planteé cuando escribí ese libro en torno al cacique Enriquillo y la Rebelión del Bahoruco -explica el historiador dominicano De la Cruz- fue desmitificar a la figura del héroe aborigen y a la gesta que encabezó, ya que hasta ese momento había sido llevado y traído entre leyendas, fábulas, mentiras y verdades a medias.”
De la Cruz precisa que quiso presentar en su libro a un Enriquillo de carne y hueso “que cometió errores y tuvo muchos aciertos, que sufrió la perdida de sus seres queridos siendo apenas un niño de seis años, en la Matanza de Jaragua protagonizada por el gobernador Nicolas de Ovando y su lugarteniente Diego Velázquez.”
¿Cuál es el propósito de escribir un nuevo libro sobre Enriquillo?
El propósito que me planteé cuando escribí ese libro en torno al cacique Enriquillo y la Rebelión del Bahoruco fue desmitificar a la figura del héroe aborigen y a la gesta que encabezó, ya que hasta ese momento había sido llevado y traído entre leyendas, fábulas, mentiras y verdades a medias.
Con este ensayo me propuse rescatar al luchador anticolonialista, que por primera vez en América puso en práctica el método de guerra de guerrillas, con cuya acción obligó al emperador Carlos I de España y Carlos V de Alemania y a la reina Isabel de Portugal a que le pusiera atención a sus demandas de justicia y libertad para él y los suyos, al lograr derrotar todas las expediciones que se internaron en la sierra del Bahoruco intentando capturarle, al poner en práctica un sistema de combate, sobrevivencia, espionaje y control tan efectivo e inexpugnable que aún al día de hoy nos quedamos boquiabiertos.
¿La figura de Enriquillo ha sido objeto de muchas alteraciones?
Sin lugar a dudas, los sectores dominantes han contado la historia dominicana a su manera, por aquello de que la historia la escriben y la cuentan los vencedores y los que ostentan el poder político.
Sin embargo, a partir del ajusticiamiento de Trujillo en la República Dominicana se fue configurando un nuevo movimiento intelectual e historiográfico, de orientación marxista y progresista, que hizo posible una nueva reinterpretación de la historia dominicana, entre los que destacan Juan Isidro Jimenes Grullón, Pedro Mir, José Ramón Cordero Michel, Hugo Tolentino Dipp, Franklin Franco Pichardo, Emilio Cordero Michel, Roberto Cassá, Luis Gómez Pérez, Wilfredo Lozano, Max Puig, Walter Cordero, Otto Fernández, Rubén Silié, José Serrulle Ramia, Jacqueline Boin, César Pérez, Ángel Moreta, Juan Francisco Viloria, Lusitania Martínez, Isis Duarte, Pedro Catrain, José Oviedo, Frank Báez Evertsz y Filiberto Cruz Sánchez, entre otros.
El cacique Enriquillo y su epopeya han sido vituperados y vilipendiados desde la época colonial por cronistas oficiales, como el entonces gobernador de la fortaleza Ozama, Gonzalo Fernández de Oviedo, en su obra “Historia General y Natural de las Indias”, quien llegó a calificar al cacique como un hombre malagradecido, al sublevarse por la defensa de sus derechos y de su etnia.
No obstante, fue ampliamente defendido y su rebelión justificada en función del denominado “derecho de gentes” por Fray Bartolomé de las Casas en su texto “Historia de las Indias”, quien le apreciaba y sabía de sus desvelos y afanes en procura de la libertad de su pueblo.
En el siglo XIX la figura de Enriquillo fue retomada por escritores como el hispanófilo Manuel de Jesús Galván en su destacada novela “Enriquillo”, publicada entre 1879 y 1882, con la cual nos presenta a un cacique culturalmente hispánico que se vio obligado a rebelarse por los atropellos a que fueron sometidos él y su esposa Mencía por el encomendero Andrés de Valenzuela y el gobernador de San Juan de la Maguana, Pedro de Vadillo, obviando con ello las causas estructurales que motivaron la Rebelión del Bahoruco: la lucha por la libertad de su etnia taína.
En el siglo XX escriben en torno al cacique historiadores como Fray Cipriano de Utrera, que dictó una conferencia en el Centro Cultural de España de la avenida George Washington en 1946, donde pretendió disminuir la grandeza de Enriquillo, en la cual se le fue la mano y hasta le denominó “cornudo”, con lo cual quiso decir que su esposa Mencía estaba de acuerdo con el acoso a que le sometió el encomendero Andrés de Valenzuela.
Esta intervención de Cipriano Utrera sería publicada posteriormente en su obra “Polémica de Enriquillo” que editó Emilio Rodríguez Demorizi en 1973. Manuel Arturo Peña Batlle en su obra “La Rebelión del Bahoruco”, publicada en 1948, refuta gran parte de los argumentos de Cipriano de Utrera y defiende la dignidad y el decoro del cacique Enriquillo ante los improperios e irrespeto del sacerdote capuchino.
El destacado sociólogo e historiador Juan Francisco Martínez Almánzar, cuando escribió el polémico libro “Enriquillo, ídolo de barro” publicado en 1986, acabó con el cacique del Bahoruco, donde le acusa de haber traicionado a su raza y a sus aliados, los negros cimarrones, sin situarlo en el contexto en que le tocó vivir y sin tomar en cuenta la situación de desgaste en que se encontraba su lucha, tras 15 años de haberla iniciado.
En tanto que el recién fallecido profesor de historia de la UASD, doctor Ismael Hernández Flores, en su obra “En rescate del Enriquillo ultrajado”, publicada en 1988, asumió la defensa Enriquillo ante la actitud despiadada asumida por Martínez Almánzar ante el cacique del Bahoruco.
¿Cuando Fray Cipriano de Utrera llamó "cornudo" a Enriquillo y limitó su gesta a una reacción de tipo personal, estaba trazando una línea sesgada para enfocar la historia del cacique y la historia nacional, en sentido general?
La obra Polémica de Enriquillo, de la autoría del sacerdote Capuchino español Fray Cipriano de Utrera, cuyo nombre verdadero era Manuel Arjona Cañete, la que escribió antes de su muerte ocurrida en 1958 en las proximidades de Sevilla y que dejó el encargo de que la publicara su gran amigo Emilio Rodríguez Demorizi, tenía por objeto impugnar el texto “La Rebelión del Bahoruco” del destacado intelectual dominicano Manuel Arturo Peña Batlle, así como también el artículo del Dr. Alcides García Lluberes “Historia de un nombre.”
El libro “Polémica de Enriquillo” contiene el texto completo de la Conferencia que dictara Fray Cipriano de Utrera en Casa de España el 7 de junio de 1946, en Ciudad Trujillo, titulada Enriquillo y Boyá, en la que calificó de “cornudo” al eximio cacique dominicano, con lo cual quiso indicar que Doña Mencía, la esposa de Enriquillo sostuvo relaciones con el encomendero Andrés de Valenzuela por mutuo consentimiento.
Con esa afirmación Fray Cipriano de Utrera pretendió obviar que se trató de un ultraje e intento de violación lo que pretendió hacer Andrés de Valenzuela con Doña Mencía, lo que motivó que esta y su esposo Enriquillo se mudaran a otra casa pequeña en San Juan de la Maguana y este se decidiera por acudir primero ante el teniente Pedro de Vadillo, Jefe Militar de la Común de San Juan, y posteriormente ante la Real Audiencia de Santo Domingo, para pedir que se hiciera justicia ante ese caso y ante otros abusos cometidos por el encomendero contra él y varios de los aborígenes bajo su tutela como cacique encomendado.
Fray Cipriano de Utrera dictó su conferencia “Enriquillo y Boyá” en el Salón de Actos Culturales de la Casa de España frente al Ministro de España, S. E. don Pedro E. Schwartz y Díaz-Flores; ante el Arzobispo de Santo Domingo, S. S. I. don Ricardo Pittini, prelado arquidiocesano; el Lic. don Pedro Troncoso Sánchez, decano de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Santo Domingo; el Lic. don Emilio Rodríguez Demorizi, director del Archivo General de la Nación, y don Jacinto Peynado Soler, subsecretario de Estado de Guerra y Marina, ante destacados intelectuales dominicanos, ante el cuerpo diplomático y consular acreditado en el país, así como ante funcionarios civiles y militares del Gobierno del dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina.
En la obra Polémica de Enriquillo, Fray Cipriano de Utrera pretende impugnar de una forma desconsiderada y vil gran parte de las narraciones que hizo el cronista de Indias Fray Bartolomé de las Casas en torno a la Rebelión de Bahoruco al calificarlo de ser un cuentista, fabulador o “antiguo abogado pelafustán” en favor de los indios, ya que según él “no se puede escribir hiperbolizando, ni defenderse la conducta del indio en plano subjetivo lleno de fobia, al estilo de un Las Casas desmemoriado y mendoso”[1], que solo usa su pluma para ofender a los españoles y defender a los pobres indios, sin basarse en fuentes y hechos veraces.
Sin embargo, al cronista oficial de la corona, Gonzalo Fernández de Oviedo, lo califica de más objetivo, aunque le observa que su ofuscación en contra de la rebelión de Enriquillo no le permitió acordarse de que:
“Enriquillo era un rey, pues le llamó gusano; ni bebió en derecho alguno, sino en el hecho; ni honró ni ensalzó la bienaventuranza del indio por haber conseguido su libertad, sino por haber acabado su rebelión con dicha gracia a la clemencia y misericordia del Soberano, ni entre las cosas que al indio se les ocurrieron para en vida de paz hubo petición de facto, ni concesión de pacto, pues tan importante cosa hubiese tenido el recuerdo que pide la sinceridad de la narración, y la efectividad de la concesión, como hecho glorioso para el capitán español, y provechoso para el sumiso”[2].
De esta manera Fray Cipriano de Utrera acaba con las dos fuentes primigenias para conocer los detalles de la rebelión del cacique Enriquillo:
“Dos son los escritores antiguos, clásicos para el asunto, que refirieron este alzamiento. El P. Las Casas, famoso forjador de ficciones a base de crueldades reales, vistas todas por él a la luz interna de su fajín con deshago de apología y de maldición, según escribía de indios o de españoles; y Gonzalo Fernández de Oviedo, que sabía hablar y escribir muy bien y muy mal, conforme a su humor; gran colector de noticias, pero cuya veracidad, a veces, daba testimonio su propio arbitrio. Oviedo supera aquí a Las Casas por ser realista; su crédito entre cuantos le conocen es el del maldiciente empedernido, y cuando alaba, poderosa es la fuerza que le hace salir de sus costumbres. Escribiendo es moderado para decir mal; y para decir bien, por aquello mismo en contrario, razones tuvo en él salirse de molde de mal hablador. Las Casas es aquí todo un iluso idealista”[3].
En definitiva, esta obra de Fray Cipriano de Utrera, basada en supuestos nuevos documentos que prueban que Enriquillo no fue el héroe que todos los historiadores y la tradición popular señalan, se deshace en denostar al cacique sublevado, hasta el punto de calificarlo de “cacique cornudo”, al considerar que su esposa accedió a las pretensiones de su amo de forma voluntaria y no por un acto de violación forzosa.
De igual manera, acaba con los cronistas que vivieron esa época y cuentan la historia con más objetividad o certidumbre que él. También cuestiona las afirmaciones que hicieron historiadores anteriores y contemporáneos a él en favor de la lucha exitosa de “guerra de guerrillas” que libró el cacique Enriquillo en las montañas del Bahoruco.
¿Hay un renacer de la figura de Enriquillo?
En el año 2006 el destacado historiador y crítico literario, Pedro Conde Sturla, escribió un interesante texto titulado “Notas sobre el Enriquillo”, donde hace un análisis ponderado y pormenorizado de los puntos luminosos y los puntos débiles de la novela “Enriquillo” del intelectual conservador Manuel de Jesús Galván.
En el último año, en el país se han realizado varios eventos y publicado varias obras y ensayos en torno a Enriquillo, lo que revela que hay una revaloración de la importancia de la lucha que desarrolló el cacique en favor de su etnia.
Entre las actividades que se realizaron en este año hay que destacar el Coloquio "Enriquillo: Símbolo de la resistencia taína", organizado por la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña el 27 de enero de 2022, con la participación de los destacados historiadores e investigadores Juan Daniel Balcácer, Manuel García Arévalo, Lidia Martínez de Macarrulla, Juan Francisco Martínez Almánzar y José Guerrero, cuyas ponencias fueron recogidas en un libro colectivo que fue puesto a circular el 27 de septiembre de 2022 en el auditorio Aída Cartagena Portalatín de la BNPHU, a propósito de cumplirse ese día el 487 aniversario de la muerte del cacique del Bahoruco.
En mayo del 2022 el historiador Juan Daniel Balcácer publicó el libro “Enriquillo. Historia y Leyenda”, con los auspicios de la Academia Dominicana de la Historia, de la que actualmente es su presidente, donde hace un análisis crítico de la novela “Enriquillo” para deslindar los elementos de ficción o leyenda contenidos en ella y situar aquellos elementos que corresponden a la historia.
Asimismo, en el mes de mayo, en el marco de la XXIV Feria Internacional del Libro, la escritora Lidia Martínez de Macarrulla puso a circular el libro “Enriquillo, guerrillero de América”, donde, en forma de cuento, se aborda la vida y la lucha del cacique del Bahoruco por la consecución de justicia en la Isla.
De igual manera, la revista Ecos No. 23 en su última edición trae el ensayo “La Rebelión de Enriquillo”, del historiador y director del Archivo General de la Nación, Roberto Cassá, donde el veterano investigador desempolva un escrito que hacía 30 años tenía guardado, a propósito de que la figura del cacique y su lucha ha concitado un nuevo interés en sectores intelectuales del país.
Este escrito es una mirada crítica y un balance histórico sobre la revuelta indígena iniciada en 1519 capitaneada por el cacique Enriquillo. Este texto aborda los temas más complejos de aquella rebelión, contextualizando las acciones de los sectores en conflicto y poniendo énfasis en las cuestiones que realmente dieron origen al conflicto, en el interés de desmitificar la idea manejada por la historiografía sobre las razones del alzamiento.
Más recientemente, en el mes de octubre de 2022, la Alcaldía del Poder Ciudadano de Managua, Nicaragua, publicó en formato digital el libro “El Cacique Enriquillo y la Rebelión del Bahoruco entre los años 1519-1534”, de la autoría del historiador dominicano Juan de la Cruz, en que se valora en toda su complejidad y en base a fuentes documentales primarias la rebelión de Enriquillo como el hecho más trascendental que sacudió a la isla La Española durante las tres primeras décadas del siglo XVI.
¿Qué importancia tiene la búsqueda arqueología de los restos de Enriquillo, así como de Cotubanamá, Caonabo, Anacaona y demás figuras aborígenes?
Tiene una importancia capital por cuanto permitiría que los dominicanos tengamos lugares a donde ir a tributarles los honores que merecen estos portaestandartes de la lucha anticolonialista, que mantuvieron siempre en alto la antorcha de la libertad, la dignidad y el decoro.
Los restos de Enriquillo es necesario buscarlos en Pueblo Viejo de Azua, razón por la cual apoyo todas las iniciativas que emprendan arqueólogos, antropólogos e historiadores en aras de alcanzar este preciado objetivo.
En los casos de Cotubanamá y Anacaona es necesario rastrear aquellos documentos coloniales que yacen en los archivos españoles que permitan ubicar en qué lugares de la ciudad de Santo Domingo fueron enterrados los restos de estos dos caciques, los cuales fueron ahorcados por el gobernador Nicolás de Ovando en la Plaza Mayor de la Zona Colonial, donde se encuentra actualmente el parque Colón.
En cuanto a Caonabo es necesario continuar profundizando en fuentes documentales fidedignas, para determinar si en verdad la embarcación en que iba el cacique del Maguana zozobró o no y cuáles otros caciques y españoles iban en el barco en que supuestamente naufragó.
Soy de la idea que en la denominada Plaza Ceremonial de los Indios de Juan de Herrera, San Juan de la Maguana, debe construirse un gran museo taíno con la colaboración de los ayuntamientos de Juan de Herrera, San Juan de la Maguana, la Dirección Nacional de Museos, el Ministerio de Cultura y el Gobierno Dominicano, en cuyos alrededores se erijan sendas estatuas en honor a Caonabo y su esposa Anacaona, así como en honor a Enriquillo y su esposa Mencía.
¿Está haciendo falta una nueva mirada histórica y un nuevo enfoque sobre Enriquillo?
La nueva mirada y el nuevo enfoque que se le debe dar a Enriquillo es el que le damos en nuestro libro “El cacique Enriquillo y la Rebelión del Bahoruco entre los años de 1519-1534”, la de un ser humano de carne y hueso, que cometió errores y tuvo muchos aciertos, que sufrió la perdida de sus seres queridos siendo apenas un niño de 6 años, en la Matanza de Jaragua protagonizada por el gobernador Nicolás de Ovando y su lugarteniente Diego Velázquez.
Pero que, con el paso de los años, se convertiría en un hombre que tuvo la oportunidad de asimilar y practicar las costumbres de los españoles, lo que le permitió conocer a fondo cómo pensaban y cómo actuaban ellos, sin distanciarse nunca de las costumbres de su gente por su condición de cacique encomendado, todo lo cual le sirvió de experiencia cuando comprendió que había llegado el momento de rebelarse para lograr sus propósitos de justicia y libertad.
¿Es cierto que la historia tradicional hace de los héroes nacionales seres intocables para que no sean emulados por los pueblos de la posteridad?
Así es, la historiografía tradicional elevó a Anacaona, a Caonabo, a Cotubanamá, a Enriquillo, a Sebastián Lemba, a Juan Pablo Duarte, a Francisco del Rosario Sánchez, a Ramón Matías Mella, a María Trinidad Sánchez, a Gregorio Luperón e incluso a Olivorio Mateo, a Francisco Alberto Caamaño, a las hermanas Mirabal, a Manolo Tavárez Justo y Amaury Germán Aristy, entre otros; después que los persiguieron, los deportaron o los asesinaron, los llevó a niveles tan elevados y sagrados para que el pueblo dominicano los vea como seres intocables e inalcanzables, cuya posición inmarcesible les impide aspirar a ser como ellos.
A la actitud irreverente del gran investigador, médico-psiquiatra, historiador y sociólogo Juan Isidro Jimenes-Grullón le debemos el habernos enseñado a valorar críticamente a nuestros héroes y mártires para situarlos en la verdadera condición humana que merecen, con sus aciertos y sus errores.
[1] De Utrera, Fray Cipriano. Polémica de Enriquillo. Prefacio de Emilio Rodríguez Demorizi, Academia Dominicana de la Historia, Santo Domingo, 1973, p. 221.
[2] Ibidem, p. 245.
[3] Ibidem, p. 444.