Partiendo de la lectura de los libros de poemas, publicados por Ramón Pérez, vemos que su tratamiento temático va trillando los senderos de los poemas irreverentes, al lirismo intimista del poeta, apegado, esta vez, al instante breve del caer de la luna sobre el mar.
"El breve instante en que la Luna cae al mar" (Poemas, 2024). Impresión: TNEditores. Diagramación a cargo de Ludwig S. Medina. 79 págs. República Dominicana.
En su estructuración temática, esta obra consta de cincuentisiete (57) poemas; una dedicatoria al poeta Ángel Hernández Acosta, in memoria (Pág. 11). Agradecimientos a los hermanos/as del Movimiento Académico Nuevo Humanismo (Pág. 13) y una presentación, firmada por el poeta, ensayista y narrador, Oscar Acosta Pérez (Págs. 15/17).
En la contraportada de este libro, hay un denso comentario crítico sobre la poética del sujeto-autor, firmada por el editor, poeta, periodista y narrador, Mtro. Luesmil Castor, basado en el concepto de "lectura demorada", asumido por el filósofo H. M. Gadamer.
Entrando a un enfoque analítico de la poética de este sujeto-autor, teniendo como referente el ya citado libro de poemas, podemos plantear que, de aquella mirada dada al mundo desde sus "Versos irreverentes" (2021), pasa a una lírica intimista, llegando a levantar un discurso poético romántico y/o lírico.
Es esta una poética personalista e intimista. Es un canto a la amada, vista y mimada, a partir del soñar despierto del poeta. Es esta la expresión patética de piropos de quien pone los pies sobre las nubes y la cabeza sobre los horizontes infinitos del poeta enamorado.
Aquí no hay otro mundo para el sentir que no sea la divagación del piropo del amante. En este caso, la alternativa está sobre el mar y sus laberintos de sal, espuma y yodo.
El sujeto-autor se apoya en una simbología que le es natural, para, desde su discurso poético, asumir la postura del amante frente al mar, en busca de su propia angustia, para diluirla sobre las olas, mientras, en un breve instante, ve caer la luna sobre el mar.
Lo extraño es que este sujeto-autor sureño, desprovisto del mar, lo simboliza y lo incorpora a su voz, para darle sentido de existencia, a pesar de sus pasos sobre la tierra seca, la bayahonda, los tabardillos, los cayucos y la extensión acuática de un lago que nos llena de asombro y distancias.
El título del libro responde al primer verso del primer poema que encabeza el contenido de los poemas recogidos en esta obra. Nos referimos, al poema titulado "En el breve instante" (Ver pág. 19, obra citada): Veamos:
"En el breve instante en que la luna cae al mar/se hunde tu boca y mi boca en un océano de silencio/Tropical/Y breve/detrás de tus ojos enormes/contemplo la emoción que nos invade/Y breve/Un cóctel de colores/El breve instante en que tu boca se rinde a la mía"/
(…)
(Fragmento del poema "En el breve instante", pág. 19).
Las pausas, en los poemas de este libro, están marcadas por el ritmo de la lectura que el sujeto-lector haga del verso en la travesía del poema, porque no hay uso de los signos de puntuación en su escritura. Nada más podemos ver el uso del punto, como marca del final del poema.
El otro signo utilizado en la escritura de estos poemas, es el signo de interrogación, al abrir y cerrar la pregunta del sujeto-autor, en el verso. Lo usa en estos poemas, pocas veces al iniciar y terminar el verso como interrogante, permitiendo darle cierto matiz clásico a la construcción del poema.
Otras veces, el verso que interroga no lleva el signo de interrogación, como ocurre en el poema titulado "Por qué te busco". Veamos:
"Por qué te busco/si habitas en las palabras que pronuncio/Cuando le hablo a las rosas/O cuando abro un libro/Cuando hablo conmigo mismo/
Por qué te busco/Si habitas en mi silencio/Eres el centro de esta dialéctica/que me ofrece tu boca/Otro día me la niega/Yo amándote/Tú huyendo hacia mi interior/Fundiéndote con mi ser/Mi sombra/Tu sombra/Por qué te busco/Si en breve/nos pertenece la noche y las entrellas/Por qué te busco"//.
(Ver pág. 75, obra citada).
Para el sujeto-autor, esa forma libre en la escritura, se hace una rutina, y es como algo normal en el discurso poético que nos presenta en este poemario, como si procurara fijar una trayectoria hacia lo experimental, desde su uso de la lengua, en su estatus de creatividad estética.
El concepto de lo "breve" se engarza en su práctica poética, como parte de un rejuego semántico en la estructuración del verso, en este libro. No ha pasa lo mismo en la pragmática escritural existente en sus ya publicados "Versos irreverentes" (2021).
Aquí no hay irreverencia, aquí hay mirada amorosa y sabor a mar. Esa búsqueda del mar y su universo yodado, se mezcla con un tono de angustia y cieto dejo de soledad, presente en esta obra.
Razón ha tenido con haberla dedicado al poeta Ángel Hernández Acosta (Quinito), porque en él también se alimenta la angustia del amante que extiende su canto sobre orillas de lagunas, ríos, sequedad y lompanares. Ambos son dueños de una simbología poética sureña y cimarrona.
La mujer es el espacio de luz y sombra que el sujeto-autor ha elegido, para incorporar su canto a la melancolía que brota y se decanta en estos versos.
El sujeto-autor sabe que el mar es nuestra añoranza alejada y el sueño que me, como sureños, hemos tenido como deuda geográfica, en esta mirada marina que hoy nos invade el alma.
Esta es la mirada romántica de quien, queriendo y sin querer, procura extender su voz de añoranza, sobre aquel espacio de amor que pervive entre el deseo, en lo intangible y la melancolía intrínseca del poeta.