El pasado 15 de septiembre, se celebró el Día Internacional de la Democracia, establecido en el mes de noviembre año 2007 por la Asamblea General de las Naciones Unidas con el objetivo de promover y defender los principios democráticos en todo el mundo y resaltando la importancia de la democracia como un sistema de gobierno inclusivo que permita la participación activa de la ciudadanía en la toma de decisiones políticas. De acuerdo a la agenda de la ONU, el tema del Día Internacional de la Democracia del 2023 fue: "Empoderar a la próxima generación".
Miradas conceptuales al empoderamiento y la democracia
Si hablamos de empoderamiento desde la mirada de la educación popular basado en la pedagogía liberadora del educador Pablo Freire (1970), para este pensador el empoderamiento implica que las personas han de adquirir nuevas capacidades en el contexto de la vida diaria, en vez de provenir de expertos o expertas. Sobre esta base, son las personas involucradas en procesos de empoderamiento las únicas que pueden decidir los factores de éxito de los mismos.
La revisión bibliográfica del concepto de “empoderamiento” muestra una amplia variedad de ideas que han dado origen, a su vez, a diversidad de definiciones en diferentes disciplinas relacionadas con diversos contextos socioculturales y políticos. Es por eso que ha recibido aportaciones teóricas desde otras disciplinas como el modelo establecido por (Julian Rappaport, 1987) en el desarrollo teórico de la psicología comunitaria, el estudio del poder desde la ciencia política realizado por Max Weber (1977) o Michael Foucault (1999), o los trabajos sobre empoderamiento de las mujeres, desde una perspectiva de género, llevados a cabo, entre otras, por Jo Rowlands (1997) o Naila Kabeer (1999).
En la actualidad, en estudios y práctica del desarrollo el concepto “empoderamiento” ha trascendido la perspectiva de género y ha adquirido una amplia utilización en los estudios sobre desarrollo, trabajo comunitario, social, cultural y de cooperación al desarrollo, siendo estos utilizado por agencias de desarrollo, como Naciones Unidas, Banco Mundial, UNESCO entre otros (Hegoa, 2006).
La democracia y el empoderamiento, aunque para muchos en ocasiones suene como un cliché, sobre todo al tratarse de sistemas políticos y democracias como los nuestros, son aspectos que deben ir juntos, como dos hermanos de padre y madre. Si lo vemos desde las Ciencias Sociales, esta va siempre detrás de los procesos del mundo, mirando los contextos y procesos históricos e identificándolos. Aunque sigue de moda el termino empoderamiento, parece necesario traer otra vez al debate democrático la cuestión, como una vía para replantear y reflexionar sobre el sujeto o los sujetos y su papal en la democracia, sobre todo en el aspecto político.
Estudiando a la reconocida socióloga y feminista colombiana Magdalena León, experta en el tema de empoderamiento y democracia, ella refiere que el termino tiene sus raíces en la importancia adquirida por la idea de poder, tanto para los movimientos sociales como para la teoría de las ciencias sociales, enfatizando el discurso radical del movimiento por los derechos civiles para la población afroamericana en los años sesenta, de manera particular en los Estados Unidos que identificó la búsqueda del ‘poder negro' como estrategia de reivindicación.
Si estudiamos el concepto desde el nivel institucional encontramos el extenso trabajo a nivel realizado por el Banco Mundial en este campo (FRIDE, 2006). El Banco Mundial, en un sentido amplio, considera el empoderamiento como una expansión de la libertad de elección y acción, lo que implica que las personas adquieran control sobre los recursos (activos y capacidades) y las decisiones que afectan a la propia vida. Para que esto sea posible el Banco identifica cuatro elementos presentes en los proyectos de empoderamiento, a saber (Narayan-Parker, 2002): Acceso a información: la ciudadanía informada está mejor preparada para aprovechar las oportunidades, acceder a los servicios, ejercer sus derechos o negociar de forma efectiva; Inclusión y participación: es necesario crear los espacios oportunos para que las personas puedan debatir los problemas que les afectan y participar en la toma de decisiones al respecto (establecer prioridades, determinar presupuestos y definir servicios); Rendición de cuentas: ha de ser posible poder exigir tanto a actores públicos como privados la justificación y explicación de sus decisiones y acciones y Capacidad local de organización: se refiere a la habilidad de las personas para trabajar juntas, auto-organizarse y movilizar recursos para resolver problemas de interés común.
¿Qué entiende la gente por empoderamiento?
Las Naciones Unidas (2012) en el marco del proyecto de reducción de la pobreza, la integración social y el trabajo para todos, realizó una extensa revisión de la literatura y de los progresos alcanzados en la promoción del empoderamiento de personas y grupos, además llevó a cabo procesos de consultas con grupos focales en diferentes países del mundo, y partir de este trabajo, el grupo define el empoderamiento como un proceso iterativo que requiere un entorno proclive que permita y aliente la participación de cualquier persona a lo largo de su vida, de forma individual o colectiva, en la toma de decisiones sobre aspectos que afectan a sus vidas en los niveles económico, social y político. Esto incluye acceso al conocimiento y la información necesaria, para lo cual las tecnologías de la información y la comunicación juegan un papel fundamental.
Desde nuestra óptica, luego de conocer estas informaciones, hay una mirada de los organismos internacionales del replanteamiento del empoderamiento, desde la mirada del pueblo, así como lo plantea Freire en su pedagogía, desde la gente y para la gente. Entonces esta debió ser una de las razones por la que este año se ha dedicado la celebración del día de la Democracia al empoderamiento de las nuevas generaciones, que yo de manera particular siempre he entendido que nada es nuevo y más una generación como esta, inquieta, activa, critica y que incide y se desarrolla de forma constante.
Gobiernos democráticos y honestos dominicanos con gestiones efímeras
En la republica dominicana tenemos ejemplos de gobiernos que han contribuidos con el fortalecimiento de la democracia y se caracterizaron por la honestidad, aunque por la misma naturaleza de sus ideas políticas y gestión de gobierno, no contaron con el tiempo de lugar. Además de saber las situaciones de inestabilidad políticas y económicas de esos momentos históricos. Si estudiamos los periodos gubernamentales de cuatro gobiernos que hemos considerados los más democráticos y honestos, entre todos no duraron cuatro años en sus gestiones, como los casos siguientes: Ulises Francisco Espaillat: Gobernó del 29 abril de 1876 al 5 de octubre del mismo año, obligado a renunciar. Durando cinco meses y seis días. Gregorio Luperón: Gobernó del 6 de diciembre de 1879 al 1 de septiembre del 1880, su duración fue de doscientos setenta días. Fernando Arturo de Meriño: Gobernó del 1 de septiembre de 1880 al 1 de septiembre de 1882. Durando dos años en el gobierno.
Juan Bosch
Gobernó del 27 de febrero del 1963 al 25 de septiembre del mismo año. El miércoles 25 de septiembre de 1963, después de solo siete meses en el cargo, Bosch fue derrocado por un golpe de estado, encabezado por el coronel Elías Wessin y Wessin y sustituido por una junta militar de tres hombres. Bosch volvió a exiliarse en Puerto Rico, como resultado del acontecimiento que cambió el rumbo de la historia de la República Dominicana.
Este año 2023, precisamente el 25 de septiembre se cumplen los sesenta años de ese hecho político dominicano y se realizaran importantes actividades desde diferentes instituciones del país, como la organizada por la Fundación Juan Bosch los días 27 y 29 en la Biblioteca Nacional, con un Coloquio Internacional titulado: Gobernar para la trasformación a 60 años del gobierno de Juan Bosch. Dentro del evento nos honra participar en el conversatorio del día 28, titulado: Gestión Cultural transformadora, junto a varios colegas de esta generación que estamos incidiendo desde diferentes espacios en la gestión cultural en el país. Juan Bosch, demócrata por naturaleza, dedicó su vida a construir las bases de la democracia que hoy, como dominicanos disfrutamos. En uno de sus pensamientos sobre democracia, Bosch establece: "La democracia es una manera de vivir, no solo un sistema de gobierno, y el fundamento moral de la democracia es el respeto entre los hombres, entre los grupos sociales".
Democracia cultural
La democracia no es únicamente un estado de derecho, como propiamente conocemos, es también un sistema cultural, como sistema público de leyes iguales para todos y de instituciones políticas para fomentar y salvaguardar el pluralismo, la tolerancia, la igualdad de oportunidades y creencias. La cultura es ese molde configurador de una conducta compartida; consiste en materiales simbólicos que permiten a las personas predecir las conductas del vecino (Gombrich, E. H. 2004)
Desde el sector cultural es donde más debemos entender e integrar el concepto de democracia y empoderamiento, como ciudadanos con deberes y derechos en igualdad de condiciones, sabiendo que dentro de ese abanico de derechos se encuentra el cerco histórico a la cultura con su posibilidad de acceder a los activos culturales de la sociedad en la que vivimos y hablo de toda la comunidad cultural.
Por esa razón he querido compartir saberes sobre el tema desde la mirada de los derechos y la democracia, así como conocer las diferencias entre democracia cultural y democratización cultural desde las miradas de algunos autores estudiados, sobre todo por ser términos que se prestan a confusión en el mundo cultural y de los cuales es importante tener una noción clara. (Hoult, T.F.1969) refiere que la democracia cultural es la idea de que los hombres y mujeres son entes culturales que se deben formar de manera autónoma y libre, motivamos por sus intereses particulares respecto a los temas culturales que hay en su interior. De este modo, teniendo en cuenta lo anterior, ya podemos hacernos una idea de cómo se perfilan las diferencias entre democratización cultural y democracia cultural; la democracia cultural pone énfasis en la necesidad de dejar que sea el propio individuo quien participe de la vida cultural sin limitaciones impuestas.
En este orden, cuando hablamos de que existe democracia cultural nos estamos refiriendo a los propios individuos quienes se motivan a conocer determinados aspectos culturales, sin la necesidad de una dirección externa o imposiciones gubernamentales o empresariales.
No hacen falta planes estratégicos para que las personas se involucren culturalmente en actividades programadas por el estado o por algún otro grupo social que las promueva. Los incentivos para hacer que la población participe en actividades culturales pueden ser vistos como una forma de manipulación o sesgo que discrimina ciertas expresiones culturales para dar voz a otras. Si bien no hace daño que existan diversas alternativas culturales a disposición de la población, lo ideal es que sea el propio sujeto quien decida libremente en cuales prefieres participar, sin tener ningún tipo de expresión externa que lo lleve a involucrarse en alguna actividad de este tipo (Hoult, T.F.1969).
Democratización cultural
Este término se va haciendo común y muy difundido en el mundo cultural. La democratización cultural de acuerdo a lo que plantea Grosjean e Ingberg (1980:98) consideran que el concepto de democratización cultural reposa en un concepto patrimonialista de la cultural, es decir, lo que Carrier (1992) denomina enfoque clásico o humanista. Sin embargo, el concepto de democracia cultural, puesto en práctica a través de la animación sociocultural, parte de la concepción antropológica de la cultura (Trilla, 1998).
(Matarasso y Landry, 1999), establecen que las políticas de democratización cultural surgieron en la segunda mitad del siglo XX, cuando los gobiernos de los distintos países, intentando reducir las desigualdades culturales y bajo la creencia del valor civilizador de la cultura, trataron de democratizar el acceso a la misma.
Autores como (Ander Egg, 2000) y (Ariño 2010) sitúan concretamente el inicio a principios de los años sesenta en Francia, de la mano del ministro de cultura André Malraux. El objetivo de este tipo de políticas radica en fomentar el acceso de todos los grupos sociales a los bienes de la alta cultura (Ariño,2010). Desde los comienzos, numerosos organismos oficiales proclamaron su apoyo a este tipo de políticas y éstas se plasmaron en acciones orientadas a la creación de equipamientos y competencias, así como a la difusión de recursos para el conjunto de la población.
En España, la Constitución Española de 1978, plasmaba la filosofía de la democratización cultural en el artículo 44.1 de la siguiente manera: “Los poderes públicos promoverán y tutelarán el acceso a la cultura, a la que todos tienen derecho” (B.O.E., 1978:29320). También la UNESCO, ya en su Declaración de México de 1982, declaraba: Un programa de democratización de la cultura obliga, en primer lugar, a la descentralización de los sitios de recreación y disfrute de las bellas artes. Una política cultural democrática hará posible el disfrute de la excelencia artística en todas las comunidades y entre toda la población (Unesco, 1982: art.21).
Más recientemente, en la Convención sobre la protección y la promoción de la diversidad de las expresiones culturales celebrada en París en el año 2005, la Unesco redacta el punto 5 del artículo 2, donde reconoce el derecho fundamental de los individuos y los pueblos a la participación y disfrute de la cultura. De manera más explícita, y en la misma Convención, dedica el punto 7 del artículo 2 al Principio de acceso equitativo, que dice lo siguiente: El acceso equitativo a una gama rica y diversificada de expresiones culturales procedentes de todas las partes del mundo y el acceso de las culturas a los medios de expresión y difusión son elementos importantes para valorizar la diversidad cultural y propiciar el entendimiento mutuo (Unesco, 2005: art.2.7).
En resumen, la democratización de la cultura propone ser una especie de guía hacia una cultura ideal, la cual es planificada por el estado o por cualquier otro ente privado que se lo proponga; lo cual conlleva a una participación pasiva de parte de la comunidad, ya que no son los ciudadanos los que deciden libremente.
Diferencias entre democracia y democratización en la cultura
Por un lado, el modelo de democratización cultural promueve la difusión de la cultura mediante a instrumentos de propaganda y difusión masiva, mientras la que democracia cultural invita a las personas a que participen libremente de las actividades dependiendo de cuáles sean sus intereses particulares por la cultura. Pero (Gombrich, E. H.2004) en la obra: Breve historia de la cultura, establece cuatro maneras con las diferencias entre democratización cultural y democracia cultural.
El modelo: por un lado, la democratización cultural promueve la difusión de la cultura mediante a instrumentos de propagandas y difusión de la cultura mediante a instrumentos de propagandas y difusión masiva, mientras que la democracia cultural invita a las personas a que participen libremente de las actividades dependiendo de los intereses particulares por la cultura.
La forma de entender la cultura
La democratización cultural entiende a esta como un bien colectivo que por defecto no está al alcance de todos y que hay que hacerla llegar mediante métodos sofisticados. Mientras que, la democracia cultural entiende que la cultura es más bien un proceso personal y espontaneo, el cual se construye desde la convivencia cotidiana.
El origen de la cultura
En la democratización cultural el origen de esta proviene desde la oficialidad, es decir, que se elabora según los criterios de empleados públicos que se dedican a crear estrategias culturales para el pueblo. Por otro lado, en la democracia cultural es el propio sujeto quien decide en qué actividades participa según su motivación.
La propuesta de participación ciudadana
En la democratización de la cultura, las personas participan como una especie de público-espectador; están sujetas a las decisiones de otras personas sobre qué clase de contenidos experimentar. En cambio, en la democracia cultural, cada persona es un actor-participante en su propia experiencia cultural, no hay dependencia de ningún tipo respecto a los contenidos en los que el ciudadano desea participar.
Según lo analizado, democracia, empoderamiento y democratización cultural no son sinónimos de la expresión creación y desarrollo de públicos, sino que constituyen sólo una parte de ésta última, por eso implica la modificación de la estructura social de los hacedores. Para finalizar, es importante destacar, que nuestro interés de compartir con el público lector las miradas a estos conceptos, luego de estudiarlos y analizarlos, es para aprender, desaprender y manejarlos, sobre todo en el sector cultural, donde se hace necesario y cada vez se requiere más formación y actualización para fortalecer la práctica del trabajo cultural en toda la comunidad.
Será hasta la próxima queridos lectores.
Fuentes consultadas
Gombrich, E. H. 2004. Breve historia de la cultura. Península. Barcelona.
Houl, T.F., ed. 1969. Dictionary of Modern Sociology. Totowa: Littlefield, Adams & Co.
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