Para acercarse a la escritura de este sujeto-autor es recomendable, primero, aprender a leer su vida, y, después, desentrañar su discursividad. No porque sea una tarea difícil de asimilar, sino, porque en su utopía se transcribe su posición unipersonal y estrambótica, como quien persiguiera la sombra de algún poeta maldito.
Lo extraño de este creador, es que se confiesa ser un fanático de Federico García Lorca, y, en los hechos, patentiza el quehacer de algún Charles Baudelaire aplatanado, asumiendo la poética de "Las flores del mal", de ahí su extraña presencia y su accionar hacia la innovación discursiva y metafórica en su narrar y en su poetizar.
En nuestra literatura eso no es nada raro o sorprendente, porque ya hemos tenido otras figuras innovadoras, como es el caso de Vigil Díaz ( 6-4-1880/1961-) y su poema titulado "Arabesco", publicado el 10 de noviembre de 1917, en la revista "La Primada de América" (Año 1 No. 2),  y la creación del movimiento literario "El Vedrinismo"  (1917).
Pero más reciente, tenemos otro poeta que también ha fijado su impronta en esas lides vanguardistas, me refiero al amigo poeta y académico polemista, Pedro Pablo Fernández de la Cruz (27 de abril-1953,  Rancho Arriba, San José de OcoaRepública Dominicana).
Entonces, podemos ver que no es un quehacer exclusivo y único, sino que ya hay bastantes antecedentes nacionales, al respecto. Ahora bien, ¿dónde está la novedad en la producción de este sujeto-autor? Su novedad reside en su dominio de reiventar y reinventarse, desde la lengua, apegado, de manera comprometida, a la ritmicidad de la palabra y a sus simbologías.
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Portada de la novela "Hipnagedón" (2014), de Lorgio de los Santos García. 
Ese rejugar con la palabra, lo hace desde su discurso poético y desde su discurso narrativo. Cuando narra, lo hace poetizando, convirtiendo su decir en un discurso poético-narrativo.
 La brecha aquí es muy espinosa para los críticos literarios, pero a los transcriticos, como, yo, se nos hace fácil mediar entre los linderos del narrar y del poetizar de este sujeto-autor, a pesar de su enfoque, entre lo onírico y lo lúdico, existente en su discurso.
De los libros publicados por Eladio de los Santos García (1977-Cotuí, R. D.), he leído la mayoría. En esta ocasión, intervendré de manera transcrítica, su libro titulado, "Hipnagedón" (2014), –Historia del transpersonaje de antimismos-, Editora Búho, Santo Domingo, República Dominicana, 2014). 168 pgs.
Antes, este sujeto-autor, ya habia publicado los siguientes libros: Estaciones de muerte (2000); Catarsis del tiempo (Editorial Perla, R.D 2005); Alucinaciones (2007); Sonrisol (1995); Romances (1997); Agonía del silencio (1998); Los poemas sexuales (2001); y La Comiluna y La Escuelinda, 2008); 
 
Tambien había escrito, las obras  "Infarto al penervio (2009); "Hipnagedón", novela (2014); -Textos mascarnales (2016); "Mientras disponible la suma locura" (2017); "Sueños de polen" (2017); "El sueño engendra" (2018), y las obra "Ritual del memorio" (Ámazon, Cuentos,2024); "Máscaras del sueño" (Ámazon-De la serie Máscara y utopía-2024); "Quijotura radical"-, y el libro "Testamento del Equíloco"-(Ámazon, 2024).
 
En esa novela, dedicada a sus padres Felicia y Pablo de los Santos y a sus hijas Elaydi y Nida Eladís, hay una aventura experimental,  desde su discurso narrativo y los espacios de acción de los personajes, sus marcas señalativas o nombres y el rejuego con la temporalidad, con el recuerdo, con la vida y con la muerte.
Los sentidos de la creación, desde la imagen del huevo, como manifestación de los entes generados desde la evocación del primismo y el promismo, como marcas de los sujetos actuantes, en una entretegida esfera del absurdo.
 
Vientre y tiempo son presentados en una coordinación de nacimientos,  donde los antimismos recíprocos, se interponen, desde un planificado reto existencial.
José Asencio, el que se sabía huérfano, desde el vientre de su padre, conlleva a la configuración de la angustia de su madre, quedando sobre su vida la esperanza, desde el olor de Flora, su madre, cada vez que olía aquellas flores de noche, en la tumba.
Hay aquí un narrador omnisciente, sabe o domina todo el proceso del accionar de los personajes que aquí interactúan, y, además, es parte del transcurrir en cada escena.
Cien (100) capítulos integran el corpus narrativo de esta novela, donde José Asencio, el matarife de animales, procura no ser la sombra de José Avaricio, su jefe, para seguir siendo el antimismo de sí, mientras el otro es el antimismo suyo, dejando al lectora en aquella maraña de dos José "igualmente joseídos por un mismo destino".
(Ver pág. 29)
Esta novela no es un texto para mente dormidas, sino para gente de juicio despierto, porque, para entenderla y degustarla, hay que estar bien claros en que no está escrita desde una normativa gramatical lineal, sino, a partir de un narrar de inventivas en la escritura.
Otra de las extrañezas que pueden asaltaron al lector en esta obra, es el uso de la simbología matemática en su espacio comunicativo, lo cual se constituye en un recurso que dificulta que sea asimilable su narración, por un "lector sombi" o dormido.
Otro detalle que hay que resaltar aquí es la influencia espiritual,no religiosa, que el sujeto autor evoca en esta novela, presentando algunos números sagrados como el número tres (3), en representación de santísima Trinidad y el siete (7), como el número perfecto e inmortal de la creación divina, dentro de las creencias cristianas.
Taria es el centro de las irrealidades y misterios que ambientan, en parte, estos espacios novelados, donde los José (Avaricio y el José Asencio), se entrecruzan, saltando a la vista la imagen del padre que, dejándolo en el vientre de su madre, Flora Asencio, edificó y fijo la orfandad de José Asencio.
De la misma forma en que giran los absurdos en esta obra, así también aparecen y reaparecen, los espectros entre la vida y la muerte, en acecho, buscando otros mundos, mientras el otro José Deambula, enloquece entre la nostalgia del recuerdo y la ausencia de Florany y Rosa, en la infinita lucidez del sueño.
Entre los cien capítulos que organizan este narrar, se van escalando infinitas laderas, colmadas de matices surrealistas, inventadas por el sujeto autor, en su trance de inventivas y antilógicas  situaciones vitales.
Esta es la novela del absurdo. El lector no puede buscar "entender" lo que aquí se plantea, porque en sí mismo, es el no replantear los hechos, a la vez. Es una obra para saber qué se dice y qué se desdice, en este narrar de los coexistencias paralelas de los sujetos actuantes.
El transpersonaje, aquí, es parte de las inventivas y las búsquedas narrativas, en ese reiventar y reinventarse del sujeto-autor, en su narrar.
En esta novela, los personajes de los antimismos, representan al transpersonaje, en su aventura de olores, de rosas y fantasmas. Hay aquí un estado de conciencia en trance que fluctúa entre lo real y lo irreal; entre el sueño y el despertar y entre lo real y la irrealidad dominante en cada punto de partida y de regreso.
El sujeto-autor, entra en la clave de una "narrativa algebraica", donde los antimismos suelen reciprocarse, en su tránsito por la novela o en su estado de surrealismo confeso.
Entre el sujeto autor y los personajes que aquí intervienen, hay un íntimo vínculo de correspondencia, y, por algo la locura creativa queda al descubierto en estos "antimismos" novelados, entre los "joseses" y el olor a rosas.
La obra contiene un objetivo texto de presentación, escrito por el poeta y académico, doctorando, Gerardo Castillo.
 
Lo onírico y la ultrarealidad de lo fantasmagórico y espiritual, encuentran un punto de convergencia en esta novela, en el tejido de su malditismo poético, lo que se evidencia en el discurso surrealista simbolismo, introspectivo e irracional que fluye  del narrar que recoge la accion de sus extraños personajes.
 
Por algo, lo absurdo es el eje de coexistencia con la ilusión y los delirios repentinos que invaden el accionar y la memoria de los personajes actuantes, en esta novela, exponiendo un reto abierto, entre la reflexión y la recreación del lector.