Comunicadores fácticos, algo más que comunicadores, gente siniestra que creen que no se conocen sus pasos en las sombras, con un mundo hecho, que viven como príncipes, que nunca se preocuparon por los periodistas, por su situación social, por sus hambres y bajos sueldos, su desempleo y su inseguridad, que miraban para otro lado cuando asesinaban a un periodista que no era de su bando ideológico, machacan todavía contra leyes que protegen a los comunicadores de a pie, sobre todo.
Aseguran, todavía a estas alturas, que la ley emitida por el Congreso Nacional, en sus atribuciones constitucionales creando el Colegio Dominicano de Periodistas, va contra el ejercicio de una prensa “libre”.
En realidad, los propulsores originales del desafío de esa ley eran campeones del no pago de impuestos, irritados por la obligación que le imponía esta ley.
Y más irritados aún cuando se iban a Miami a jugar a los casinos y venían con pérdidas importantes.
“He vivido por la alegría, por la alegría voy al combate, que nadie ate mi nombre a la tristeza".
El espectro de la libertad de prensa amenazada-libertad de editores, no de periodistas propiamente- venía defendido por la Sociedad Interamericana de Prensa que reúne a dueños de periódicos guiados durante décadas por el anticomunismo estadounidense de la guerra fría.
De ese modo, todo lo que llevara el dispositivo “interamericano” era creación estadounidense y sus impulsores los editores que manipulaban en la guerra fría desde el lado del “mundo libre.
Ahí, hasta medios propiedad de la familia Somoza en Nicaragua bailaban en esa fiesta mimética, simulatoria, de doble moral y falsamente libre.
La libertad es su libertad, la de exhibir sus silencios calculados, la de no decir no inconveniente a los que pagan sus espacios.
Pero la libertad verdadera no se halla a su alcance.
Es aquella que impulsa a periodistas no maleados, que no hacen facturas, no tutelados, a arriesgar el pellejo por decir lo que piensan.
Es la de Julius Fucik, el periodistas Checo que escribió: “he vivido por la alegría, por la alegría voy al combate, que nadie ate mi nombre a la tristeza".
Un periodismo, una libertad sin patrones, sin dólares de por medio, sin autocensura, sin pusilanimidades escogidas, sin simulaciones.
Esa es la que vale más que su peso en oro.