Lo más ápero que le puede pasar a un aficionado a la lectura es encontrar libros que fundamenten su tesis. Esto más que nada es lo que hace la colección El principio de Arquímedes del dominicano Franz García. Multipremiado narrador y guionista, se define a sí mismo como publicista y coleccionista de camisetas de bandas de rock. A estos relatos de su segunda colección de cuentos hay que lanzarse de una, de chapuzón, y se leen igual, dejando en el lector una suerte de seguidilla y atracción por la sorpresa. Hablamos de un libro que contiene diez cuentos, concentrados bajo un mismo concepto: las piscinas. Aprovecho aquí para conectar con otro gran libro, La piscina, del boricua Edgardo Rodríguez Juliá, en donde este elemento forma parte esencial de la narrativa y se convierte, de manera perceptible, en una fuerte referencia en la trama. Añado también que enfocar el tema alrededor de un núcleo demuestra la versatilidad del esfuerzo de Franz García y brinda al lector un lugar común al cual relacionarse durante la lectura.
Los cuentos son buenísimos, bien escritos, breves, punzantes, uno mejor que el siguiente y así de forma sucesiva. Desde el primero nos adentramos en las aguas de un estilo narrativo que se precia en la sorpresa y el delirio descrito en la mejor tradición cuentística. Con esto quiero asentar que, en cuanto a técnica del género, los cuentos son estrictamente eso y denotan una gran calidad narrativa. Con todo, no he encontrado un mejor ejemplo para definir un cuento que lo expuesto hace años por nuestro Juan Bosch cuando establece en su tekné que “un cuento es la narración de un hecho”. Cada uno de los diez relatos de El principio de Arquímedes guarda dentro de sí ese golpe, esa coherencia con un hecho único, ese punch que va más allá de la complacencia o bonitura y redondea perfectamente la trama. Las modalidades narrativas de estas historias abarcan el relato fantástico hasta la más cruda crítica social. En este punto, me interesan sobremanera las formas en que el escritor tasajea la sociedad dominicana actual y muestra sin pudor sus entretejidos más interesantes; quizás éstos resultan obvios en el trajín del día a día más, al ser vistos y leídos en un estilo limpio, claro y sin edulcorantes, nos invitan a reflexionar sobre las particularidades de un Caribe de todo incluido que lucha y baila entre limitantes, violencia y escasez.
En cuanto a preferencias, mis cuentos favoritos son “Todo incluido”, una breve historia de enamoramiento enmarcada en un retrato de postal, con sangre y violencia de fondo. Otro de mis predilectos es “El Almirante”, al cual el lector asiste como inmiscuyéndose en un chisme y termina mordiendo el señuelo ante una posible tragedia. “Noelle” también me gustó bastante, consciente de que no hay nada como el amor adolescente para incitar la pasión. Podríamos, luego de leas este libro, discutir por horas frente a un buen vino sobre cuál es el mejor, pero “La Pool” es quizás uno de los mejores cuentos que he leído en mucho tiempo. Aquí el escritor Franz García echa mano de una de las mejores técnicas de la ficción (el McGuffin) y cual presdigitador, va con habilidad haciendo aparecer conflictos y dificultades que van llevando a quien lee hacia un final inesperado y brutal. Añado, por no dejar, que el referido McGuffin puede definirse como un evento, objeto, o personaje que sirve para establecer y mantener la trama en movimiento y progresión, sin importar que la intención de quien narra es obviar la importancia de este. Es decir, el truco está en hacer pasar ese elemento tan importante como algo casual. Si te interesa esto, te recomiendo cosas de Alfred Hitchcock, quien fue el más duro en esta técnica.
He mencionado arriba que Franz García es también guionista y esto queda claro en estas historias, que pueden verse como escenas o cortometrajes unidos en el gran concepto que es la piscina, que es en sí un símbolo muy particular en el Caribe de playa, gozadera y eterno veraneo, y que puede también leerse en este Caribe como un símbolo de estatus o definición de clase. La piscina en estos cuentos es el espacio del terror y de lo fantástico, pero también el lugar de esparcimiento, de negocios, la esperanza o el nacimiento. El cuento final, que da título a la colección, es uno de los textos más bellos e ingeniosos del conjunto y una gran forma de cerrar el libro. Antes de marchar, destaco que el autor en una nota final agradece las lecturas de sus pares pero sobre todo, el trabajo de edición de Soraya Pina, quien también ha editado textos de Miguel Yarull, por ejemplo, y que pone de manifiesto la importancia de la figura del editor en el proceso creativo-editorial. Celebro esto con pasión. Por último, ahora sí, te recomiendo este texto con los ojos bien abiertos, ya que es un punto de referencia y comprobación de la tesis que estamos desarrollando, o sea, recuerda que Escenas de la novela dominicana es una manera de leer nuestra más reciente narrativa desde el punto de vista de “el performance de la ficción”, esto es, un estudio en donde analizamos las razones por las que nuestra narrativa actual comulga profusamente con la poesía y el performance, pero sobre todo, en una confluencia entre el texto de la ficción narrativa y la puesta en escena, ya sea en el arte dramático o el cine. Agradezco a Rubén Lamarche por poner este grandioso libro de Franz en mis manos y espero con ansia seguir leyéndole dentro de poco con una novela ya premiada, El aire del olvido. En buena hora.