Yo pienso que a veces todos nuestros pensamientos son ruedas/Continuamente rodando por el mundo decorado/Conmovidos por la astucia de mil payasos/Vestidos de papel, con máscaras redondas, descaradas/Que llevan sus caravanas coloreadas /De un lugar a otro, y actúan y saltan y cantan. (Nancy Cunard)*
Uno tras otro después del atardecer, la rueda proyecta los recuerdos en la pared agrietada por el tiempo y las balas. Por momentos, la acción es corta o larga y suscita sensación de luz alrededor de los hilos unidos estrechamente como puntos de arena en una sola imagen, recuerdo y figura.
El patio se despliega como un lienzo de algodón propenso para el baile al compás del balsié, y por esa vía, transitar por los caminos de la memoria. Mi patria temporal, punto de partida desde la cual transitamos a otros lugares atravesando montañas/escapar/da morte e da guerra/e de todo o demais.
Aunque no lo hemos logrado, tenemos la certeza de que crearemos el holograma si coordinamos la sincronización de nuestros pasos, creando en armonía, saltando, creando y estampando las sombras (algunas de las cuales carecen de forma física y nombre) sin importar las piedras en el camino.
Tomamos un último trago de clerén antes de regresar a nuestras celdas.
En la mañana intentamos olvidar los cuerpos lacerados por los despiadados latigazos del juiquiquiqui, el olor a chinchilín y la insoportable humareda de cabello calcinado. Luego de desayunarnos con clo-clo ingerimos la semilla y aplicamos sombra alrededor de nuestros ojos usando trocitos de carbón, sentimos el aroma del polen que poco a poco va flotando por nuestros cuerpos, recogiendo el barro, y con nuestras manos, uñas, codos y orejas esculpimos réplicas o maquetas de nuestro cuerpo tatuado en sangre; le vamos dando forma y gracia a estrechos e islas; a estatuarios y acantilados y a las muñecas morenas sin rostros. La arcilla deforme se desliza en combinación con huesos pulverizados ad infinitum y pedacitos de conchas marinas.
Vivimos en un horno, la costumbre hace el hábito al continuo estado de hastío y desesperación. Para darle terminación a nuestra hechura, hacemos combinaciones: fango-orina, barro-saliva; mezclamos la arcilla con una que otra reliquia muerta o viva o con una reliquia ni viva ni muerta enterrada en lo profundo de la tierra.
Nada más llegar, las prisioneras se unen a la conjura y no tardan en reunirse para estudiar una de nuestras formas de recopilar palabras, historias e ideas. Pero esto es solo una de muchas porque existen muchos otros lenguajes y formas de vida de la misma forma que existe un montón de arena en el mar.
El estudio se centra nuestro proceso de escritura: PRIMERO, se recortan, tachan y mutilan frases, letras, palabras e imágenes de las siguientes publicaciones: Bahoruco, La Nación, actas de bautizos, La Isla de la Tortuga de Peña Batlle, Historia de Santo Domingo de José Gabriel García (primera y segunda edición), The History of the Decline and Fall of the Roman Empire de Gibbons, Almanaque de Bristol, Diario de la Marina, letras del Star Spangled Banner, Informe de la Comisión de Investigación de Santo Domingo (1871) entre otras fuentes. SEGUNDO, se procede a comer, masticar y desmaterializar las fuentes, es decir, los esquejes impresos que tenemos a mano. Y POR ÚLTIMO, a través de emesis inducida, las prisioneras reorganizan su entorno a base de una forma lúdica y abierta de pensar, leer, tocar y escribir.
*Tomado del poema Wheels (Ruedas) traducido por el autor.