ESCENA 1 

[El escenario está a oscuras. Al iluminarse, hay un hombre maniatado y sentado en una silla. Un militar con rango de general lo está interrogando.]

GENERAL 1: [Se quita las gafas oscuras y se dirige al público.]

Yo sé que éste momento resulta repugnante para algunos de ustedes. Que se van a llevar las manos a los ojos en un gesto totalmente hipócrita, como si verdaderamente no quisieran escuchar el próximo golpe que tratará de encontrar la confesión o por lo menos la admisión de debilidad del torturado.

[Al hombre amarrado.] Pero me da igual lo que ellos piensen o lo que a ti te pueda parecer. Yo soy un hijo de la guerra. No tengo amigos ni enemigos, no tengo valoración de esos sentimientos inútiles. Para mí eres o no eres el soldado al que tengo que eliminar para ganar otra batalla.

HOMBRE MANIATADO: [Escupiéndolo desde lejos.]

Pero sabe que no ganará ni esta ni ninguna otra contienda, general. Ese uniforme le queda muy grande para llevar con honor esas insignias. Hubo un tiempo donde sí era glorioso vestirse de gala para la fiesta de la patria, pero el pus rebosa los galones y su quepis no tapa la inmundicia.

GENERAL 1:

[Lo agarra por el cuello violentamente, lo mira por un tiempo breve y lo suelta]

Aquí no te sirven tus alegatos de grandeza. Ya estás muerto. [Se le acerca al oído.] ¿Me escuchas bien? ¡Ya estás muerto! Y los muertos no escriben las historias. Solo los que sobreviven al horror pueden contar su versión de la tragedia. [Se sienta a un lado del escenario, revisa su arma varias veces. La luz cae sobre el hombre maniatado.] 

HOMBRE MANIATADO: [Soliloquio.]

¿Alguno de ustedes me conoce? Mañana verán mi rostro perforado por el tiro de gracia. Quemado por un flash de la cámara tardía que vendrá a documentar mi fracaso. Pero antes de que eso pase, ¿no le asalta la duda de si tengo o no tengo la razón para correr perseguido por la sombra de uno de los jinetes del apocalipsis?

GENERAL 1: [Interrumpiéndolo.]

¿Cómo te llamas, mal nacido?

HOMBRE MANIATADO:

Yo soy Amín.

GENERAL 1:

¿Amín qué? ¿No tienes un maldito apellido?

HOMBRE MANIATADO:

Amín Abel Hasbún.

Amín Abel Hasbún, antes de graduarse Summa Cum Laude, fue asesinado en su casa.

GENERAL 1:

¿De quién eres hijo?

HOMBRE MANIATADO:

Soy el hijo de Mahoma.

GENERAL 1: [Enojado.]

¿De quién? 

HOMBRE MANIATADO:

De Mahoma. [Aclarando la respuesta.] Sí, mi padre tiene el mismo nombre del símbolo religioso de una multitud de pueblos, de decenas de naciones lejanas, pero no busque en mi alma las raíces de esos dogmas ni los cantos de guerra de esos hombres. No hallarás en mis palabras una frase de invocación, ni pidiéndole protección a Alá. Ellos tuvieron sus luchas y yo tengo las mías. Quizás en una vida pasada fui beduino, o poeta como Omar, o pensador como Gibrán, pero no tuve esas lecturas de cabecera, ni esos faros enrumbaron mi barca. A mí me formó la idea de otro nómada ilustre; el hijo de don José y de doña Manuela inspiró mis pasos y mi Corán no fue un libro antiguo, sino un manual de combate del General Luperón; esa espada que tanta falta le hace a la república.

GENERAL 1: [Saca un expediente y lee frente al hombre amarrado.]

El informe dice que eres un turco revoltoso. Que no te han doblegado las tres pelas con el guevoetoro. [Pasa algunas páginas.] Con que eres árabe… [Incrédulo.] De esa jodida nación que siempre ha estado en guerra. Dicen que para ustedes la muerte y la vida están separadas por un hilo tan breve que le da igual pasar del amor a la barbarie. [Vuelve a leer el expediente.]Para el DNI eres un caso más técnico; cinco pies y nueve pulgadas de terrorismo andante, 125 libras de una masa podrida que lo infecta todo. Eres una lepra para la juventud tranquila, para los muchachos obedientes que adoran la música norteamericana y la comida rápida. [Se le acerca.] Entonces tú eres el pelo en el sancocho del Doctor. [Con ironía.] Pero tienes una ficha y un número de expediente subversivo y por lo tanto también tienes una lápida esperándote. [Se sienta y lee el expediente.]

HOMBRE MANIATADO: [Caminando lentamente en dirección al público.]

¿Y ustedes qué piensan? ¿Quién soy para los que me ven en la distancia? Es tan sumisamente estúpido escuchar siempre una sola campana. ¿Alguno de ustedes quiere saber realmente quién soy y por qué estoy proscrito en mi propio vecindario? ¿Por qué escogí este camino de cizañas donde las luces se apagan a mi paso?

GENERAL 1: [Halando con violencia y sentándolo de nuevo en la silla.]

¿Por qué tuviste que complicarte la vida y dificultar la mía? ¿Por qué no te quedaste en la universidad y seguiste siendo el ingeniero de Obras Públicas?

¿Por qué tanto joder por esa gente que no te lo agradecerán?

HOMBRE MANIATADO: [Hablando sin mirarlo.]

Yo no fui educado para la guerra ni preparado para la venganza de la sangre.

Nací para la grandeza de la ciencia. Para escudriñar los cuadrantes de las galaxias, allá donde la oscuridad es un lienzo para que escriban las mentes superiores, donde el número infinito es la verdadera poesía del universo. Pero no todo en la vida es tan exacto como el binomio o las raíces de los números reales. A veces se tienen todas las variables, pero la ecuación termina en desconcierto, en un callejón sin salida, en un túnel que no conduce a parte alguna.

GENERAL 1: [Colérico.]

¡Pendejadas! ¡Este país se levanta y se deshace como a nosotros nos venga en ganas! Te puedes meter tu título de ingeniero por donde más te convenga. Porque solo la guardia lee como quiera. Los demás importan un carajo.

HOMBRE MANIATADO: [Soberbio.]

General, digamos que nuestra desgracia como pueblo es a equis, como los gringos son a la reelección de un títere del pentágono, o que por un hombre pasan infinitas muertes y por cada muerte pasan infinitos hombres. Si este teorema es cierto, la única respuesta posible es 38 o 45, dependiendo de tu preferencia para empuñar el arma. Porque siempre habrá gentes que prefiere la aguja en el ojo ajeno, la plancha caliente en las nalgas de tu novia, la descarga eléctrica en el pezón más sensible de tu pecho.

GENERAL 1: [Agarrándolo por el cuello.]

¿Para esa mierda es que se usa el dinero del gobierno? Para educar a un carajo a la vela con la cabeza caliente. Para que a un pendejo se le infle el pecho y crea que puede decir cómo es que se gobierna.

HOMBRE MANIATADO: [Con rabia.]

¡No General! Yo fui formado para construir sobre la vastedad del espacio la armoniosa vida de las formas. Crear esos mundos paralelos de las líneas, que de repente muestran a los ojos incrédulos la simetría de las transformaciones, los vericuetos de los puntos que convergen, los cristales que le dicen al acero, que la belleza está en el ojo del que mira. [Con resignación.]

Pero tuve que renunciar a todo. Escuchar el llamado lejano de la piel que no resiste un golpe más y se derrumba, la voz del puño crispado por el horror de la próxima estampida del ultraje. Yo tuve que abdicar frente al amor para que otros tuvieran el amor y la esperanza de ver los árboles crecer, mirar los ríos levantarse con su racimo de peces tropicales, luchar para que otros tuvieran la posibilidad de ver esa paloma que presagia la alegría.

[Pausa larga. Se oyen ruidos de cámara de tortura.]

Por eso estoy aquí, a mitad de este túnel que alucina. Sin las más mínimas posibilidades del regreso. Estoy justo en el punto donde un hombre se conoce íntegramente, cuando descubre para qué vino a la vida. [Se dirige al público.]

A cada uno de ustedes le llegará sin duda este momento, y cuando esto ocurra, entonces ya no habrá vuelta atrás. Todo el pasado será un aluvión de sonidos y espejismos. Solo tendrán claro quiénes querrán ser desde esa hora y en qué se habrán convertido cuando la muerte pronuncie en voz alta su nombre.

[Entra un hombre con una capucha y saluda militarmente sin descubrirse.]

GENERAL 1: [Hace una señal al hombre encapuchado ladeando la cabeza hacia donde está el hombre maniatado. El Hombre de la capucha se acerca lentamente hacia donde está Amín mientras la luz se apaga lentamente. Cuando está totalmente a oscuras se escuchan pasos bajando unas escaleras y luego un disparo. Una voz en Off trae las noticias de la muerte de Amín.] 

 FIN DE LA ESCENA