Un hombre discreto es carta de presentación que llega como producto de un narrador cuidadoso, dotado de un don para envolver la imaginación del lector.
Se trata de historias cortas de Gustavo Olivo Peña tienen la virtud de seducir a partir de lo simple, otorgándole una complejidad bien administrada que permite anunciar la instalación de una voz nueva en nuestra narrativa.
Desde la perspectiva del lector, el grave problema de tomar la primera obra de un escritor, es esa presunción, casi inevitable y previa de que lo que se va a leer ha de ser un esfuerzo trabajoso y necesariamente deficitario en cuanto a su definición de estilo y el correcto uso de sus técnicas narrativas.
Cuando se tiene la obra de un escritor que se inicia, invariablemente, en el fondo de todo, nace esa incómoda contaminación cognoscitiva, que lleva a suponer de entrada, que el material que se tiene en las manos, ha de ser un experimento, generalmente fracasado, de alguien que busca su derecho a una voz propia y diferenciada y eso no se logra con el primer paso de una larga carrera.
Ese es el primer valladar que logra superar Gustavo Olivo Peña, porque al acercarnos a sus textos, el sabor que se percibe, es el de un creador que tiene dominio de oficio, muchas lecturas, criterio para el abordaje de sus historias, habilidad para lograr tanto la paleta de detalles como de sus giros y capas argumentales.
Un sorprendente narratario breve que premia el gusto de sus lectores con historias cotidianas con el sabor de lo extraordinario
El cuento que da título a la obra y que sin dudas es el eje que ofrece imagen a la obra, Un hombre discreto, no parece ser producto de la primera incursión de un escritor. Por las conocidas condiciones de la literatura elaborada a conciencia, el lector apela al derecho de hacer su propia interpretación de la imagen final y la esencia y personalidad del Don Gonzalo Normando, figura central de ese bien manejado párrafo introductorio que apena a la técnica del detalle: el nombre y la imagen del médico forense y el descriptivo brutal de una escena del crimen, siendo intenso sin derivar al populismo literario que reduce la capacidad creativa a fórmulas probadas y previsibles de la narración enajenada por la carencia de originalidad y el extremo que procura impacto por la vía de la violencia descrita.
La mano que guía los acontecimientos, los sucesos que van descubriendo en aproximaciones sucesivas, hasta crear un universo de imágenes y figuras que conduce a la identificación con el pasado de veterano guerrerista y de ser servicial y bonachón, capaz del máximo sacrificio por el amor perdido, es la de un narrador consciente de su poder.
Los giros dramáticos de la historia, parten de un ser ordinario y cotidiano, pero al final se revierte en el cuadro en que lo que se corona como valor principal, es la validez del amor y el rechazo a la soledad y el abandono, cualesquiera que sean sus formas de ser.
Un hombre discreto es un narratario corto que premia el gusto de sus lectores con la configuración de una historia que tiene mucho de cotidiano con el sabor de lo extraordinario. Olivo lo sabe, no se autocomplace extraviado en el ego creativo, y prefiere que cada lector califique su creación.
En Un hombre discreto y las otras historias se muestran madurez y habilidad de un creador que parece tener a su favor un ejercicio previo, consistente y producto de una afición, que se hace público para ser una literatura que logra entablar esa imprescindible relación con el autor, en la cual creador y lector quedan unidos, aportando cada cual las características complementarias de las historias, el punto de vista del destinatario.
Hay un aspecto formal del libro, y que nadie le va a decir públicamente al autor, que nos llama la atención: su imagen formal. El libro en su presentación debía llevar al lector el mensaje que porta.
El diseño de portada y su color lleva a pesar que se tiene en las manos un libro de salmos y oraciones, que se trata de una publicación religiosa para el rezo y la oración, alejándose de su perfil de libro de historias cotidianas alucinantes y desacralizadoras, como la joya literaria de La profesora Campos, una de las más ricas recompensas de lectoría por sus apremios de destreza literaria y de su bien gerenciado mensaje contra el prejuicio y el discrimen por razones de género, además de su capacidad para describir el placer de una relación íntima alejada de los patrones sociales.
El diseño diverge de la intención de las historias, por conservador y desviante respecto del contenido. Al momento de diseñar la imagen de un libro, los autores deben colocarse en el lugar de quien lo va a ver como objeto de consumo y en este caso, el mensaje que llega, es equívoco.
El autor debe cuidar de poner los créditos lo más completos que se pueda. Olivo debe tomar en cuenta esto para sus próximas entregas, que ya esperamos con ilusión y esperanza.
Altamente recomendable, se puede adquirir en Librería Cuesta y en la recepción de Editora Acento: Calle Bohechío no. 4, casi esquina 27 de Febrero, Ensanche Quisqueya.
Título: Un hombre discreto y otras historias; Autor: Gustavo Olivo Peña. Impresión: Amigo del Hogar. Páginas: 160; ISBN:978-9945-618-58-7.