“El que lee mucho y anda mucho ve mucho y sabe mucho”. Miguel de Cervantes

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La incompetencia lectora es uno de los tres principales escollos en la educación pública y privada en nuestro país (que incluye a colegios y universidades). Y de los que no se tiene, por lo visto, ni la más remota conciencia. De hecho, con respecto a esos escollos vivimos un típico síndrome Dunning-Kruger. No los vemos y no sabemos que no los vemos.

Llegamos a confundir alfabetización con competencia lectora, dos áreas distintas (aunque la segunda depende sin dudas de la primera).

¿Cuáles son esos tres escollos que impiden la excelencia educativa, porque sin afrontarlos y resolverlos es imposible lograr educación de calidad?

  1. Competencia lectora: formar lectores eficientes
  2. Competencias de aprendizaje: formar personas que aprendan a aprender
  3. Competencias pensantes: formar personas capaces de pensar crítica, creativa y sistémicamente.

Volvamos al asunto de la competencia lectora, sin olvidarnos de las otras dos.

No es un problema exclusivamente dominicano. Pero la proliferación del analfabetismo funcional (que es el indicador de la incompetencia lectora), no nos debe consolar, porque la lectura es lo que, como especie, nos sacó del salvajismo y nos civilizó y, por ende, la incompetencia lectora nos conduce a un retroceso, a comportamientos primitivos y tribales, que entraña muchísimos peligros y riesgos de desencajar en el mundo de hoy.

No olvidemos que los analfabetos funcionales votan y eligen. En sus manos y votos está el destino de cada nación democrática. No sacarlos de esa condición equivale a un suicidio social.

La comprensión lectora es, en esencia, la lectura, ya que nadie puede leer sin comprender. Leer es exactamente comprender lo que se lee. Pero la competencia lectora trasciende al simple entender lo que se lee.

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Bill Gates con libros.

Leer no es innato, sino una competencia a adquirir y desarrollar

No es natural leer, es una competencia cultural. De hecho, la humanidad vino a adquirir y desarrollar esa habilidad tardíamente. Se estima que tenemos unos 6,000 a 7,000 años desde que se desarrollaron la escritura y la lectura en la antigua civilización de Caldea.

Previo se produjo la revolución agrícola que permitió los asentamientos humanos permanentes, creó la civilización (primeras ciudades) y generó una explosión productiva que produjo excedentes. Y esos excedentes dieron origen a la escritura y la lectura.

¿Cómo así? ¡Pues así mismo! Los excedentes obligaron a cuantificar y clasificar los excedentes: mercaderías, alimentos, utensilios, etc. y la comercialización de los excedentes originaron las facturas, los vales, los pagarés.

Los más primitivos documentos escritos son eso: facturas, inventarios, vales. Y la habilidad alcanzada entonces se transfirió a la escritura de normas, leyes y códigos y luego a poemas y narraciones.

Inicialmente, la escritura y la lectura fueron competencias reservadas a los escribas y cortesanos, a la nobleza, los sacerdotes y propietarios.

El resto de la sociedad permanecía es una conveniente ignorancia.

Y los libros eran considerados joyas.

Importa saber eso para los que no nacimos ni pertenecemos a las élites.

Leer fue un derecho que adquirirlo costó sangre y vidas, torturas y persecuciones, valor frente a la violencia del Estado y de los poderosos. No fue una dádiva. No se dio sin resistencia de los que siempre se beneficiaron de la ignorancia y el atraso. Y todavía muchos de ellos representantes de esa élite existen, tienen posiciones de poder y prefieren siervos obsecuentes, ignorantes, crédulos y serviles, perdidos en su inconsciencia.

Enseñar a leer, que es mucho más que alfabetizar, es reapropiar a una persona de su cerebro y del potencial que su cerebro le representa; es liberar, es desatar de sus lastres a una conciencia y es transformar una vida. Es la única y verdadera acción revolucionaria, el fermento del cambio a todos los niveles.

¿Será por eso por lo que algunos prefieren no fomentar la competencia lectora?

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El escritor Mark Twain.

¿Qué es realmente leer?

Como he estado compartiendo ideas sobre la importancia de fomentar una estrategia nacional por la competencia lectora, que está en la base de la política del Centro PEN RD de movernos Hacia una Nación que Lee, muchas personas que creen que saben leer (porque están alfabetizadas) me preguntan qué es lo que caracteriza a un lector eficiente.

Lo que me parece sintomático es que ignoran que ahora mismo quienes lideran las más extraordinarias fortunas a nivel mundial son, por cierto, lectores eficientes y presumen de ello.

Personas como Bill Gates, Elon Musk, Mark Zuckerberg y Jeff Bezos suelen leer sobre 50 libros o más al año, un mínimo de un libro por semana, al mismo tiempo que dirigen corporaciones multimillonarias. Y lograron esos niveles de éxito precisamente porque son ávidos lectores, que se entrenaron para serlo, y se enriquecen con las perspectivas, ideas, conocimientos y aportes de los mejores y más brillantes cerebros.

Suelen disfrutar compartir sus recomendaciones.

Y aquí viene algo oportuno de señalar: ¿cómo sé si alguien lee o leyó algo?

Una persona muy querida para mí, la escritora Farah Hallal me escribió en una conversación enriquecedora: “Conozco gente que lee 50 (libros, AJ) y no le pasa por parte”.

Manosear 50 o más libros, darles un vistazo, no significa haberlos leídos.

Mi respuesta fue esta: “Farah, leer es entender. Si no les pasa por parte, no leyeron. Y leer pocos libros es renunciar a la riqueza y diversidad del saber. Se lee para ver más lejos, para cambiar a nivel personal y para mejorar el desempeño. No es decir que se leyó. Si ni hay cambios en su entendimiento, en su comportamiento y en su desempeño, no leyó nada. Allantó, que es otra cosa, que abunda por cierto por acá.”

Bill Gates, Elon Musk, Mark Zuckerberg, Jeff Bezos y personas como ellos no leen por simple esnobismo o para impresionar a otros: leen porque saben que es fundamental para mantenerse actualizado y a la vanguardia, oteando el futuro y ampliando su arsenal de recursos. Y que es inteligente nutrirse de las perspectivas, enfoques, hallazgos, puntos de vista y aportes de otros cerebros. Eso los expande, impulsa y dimensiona.

Se lee para tres cosas: para cambiar, para ver más lejos y para mejorar el desempeño.

La medida de la lectura está en el cambio personal.

Si al leer no nos transformamos, no crecemos, no se expande nuestro entendimiento, no nos empoderamos, enriquecemos y logramos un nivel más alto de comprensión, si nuestra conducta no cambia y el desempeño no mejora, no leímos, simplemente perdimos el tiempo.

No importa si lo que leemos es ficción o no ficción.

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Un autor formidable, cuyos libros de divulgación científica han sido cruciales para mí, Isaac Asimov, con sus cuentos y novelas de ciencia ficción alimentó los cerebros de Elon Musk y de Jeff Bezos, el primero en Sudáfrica y el otro en Estados Unidos, durante la niñez y la adolescencia de ambos.

Y esas mentes alimentadas con las historias de Asimov acumularon la suficiente fortuna como para invertir años más tarde en su pasión por la exploración espacial.

La lectura los cambió, los expandió y les permitió ver posibilidades. Y lo que hacen hoy cambiará a la humanidad para siempre.

Mal de muchos es sólo consuelo de tontos

¿Qué leer y cómo leer?

Sin comprensión lectora, sin formar lectores eficientes, se están formando y titulando, nos guste o no, lo aceptemos o no, analfabetos funcionales.

Un estudio publicado en el 2024 sobre competencias de los adultos en el 2023 de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE indaga si los adultos tienen las habilidades que necesitan para prosperar en un mundo cambiante. Y en base a ese estudio, el periódico español El Confidencial habla del fracaso de la universidad española: más titulados, pero con peor comprensión lectora.

Y de inmediato me pongo el sombrero.

¿En cuál universidad dominicana se entrena a los estudiantes en competencias lectoras? ¡En ninguna! Empecemos porque los propios profesores y autoridades no tienen ni idea de lo que son las competencias lectoras. Las asimilan a la simple alfabetización.

Y estar alfabetizado de ninguna manera significa poseer competencia lectora. Es la base. Pero es una base insuficiente. De ahí que la inmensa mayoría de alfabetizados encajen en las características del analfabeto funcional. Carecen de competencias lectoras. Por ende, lo leen.

Y como escribió Mark Twain: “El hombre que no lee, no tiene ninguna ventaja sobre el que no sabe leer.”

Ninguna universidad dominicana entrena en competencias lectoras a sus alumnos. Tampoco en competencias de aprendizaje eficiente y en pensamiento crítico, creativo y sistémico, habilidades para pensar con eficiencia.

Reitero: ninguna universidad, pero tampoco ningún centro educativo, ni público ni privado, forma a sus estudiantes en las tres competencias fundamentales para el éxito educativo:

  1. Competencias de lectura eficiente: leer de forma productiva.
  2. Competencias de aprendizaje eficiente: saber cómo se aprende
  3. Competencias de pensar de forma eficiente: cómo esquivar los sesgos cognitivos y pensar de manera productiva y eficaz

Eso significa tres áreas vitales ausentes de toda nuestra educación, que son las únicas que podrían garantizar calidad educativa.

Saque usted mismo las conclusiones.

Vivimos en una sociedad donde impera el Efecto Dunning-Kruger. Una sociedad que no sabe y no sabe que no sabe, acomodada en su ignorancia y enclaustrada en su zona de confort.

¿En qué consiste el efecto Dunning-Kruger?

Es la tendencia de las personas con baja habilidad en un área específica a dar evaluaciones demasiado positivas de esta habilidad y creerse más competentes de lo que son. Es un sesgo cognitivo, una forma de pensar y juzgar erróneamente. Y proviene de nuestra ignorancia en lo que son las competencias lectoras.

Los efectos de esas carencias los vemos a diario en nuestra prensa en forma de tragedias, errores y fracasos.

Y se inventan todo tipo de fábulas, explicaciones (el cerebro es una máquina de inventar supercherías), justificaciones, acusaciones y teorías para enmascarar lo que no es más que las consecuencias naturales de una deficiencia: no sabemos aprender, leer ni pensar de manera eficiente. Punto.

¿Imaginan lo que esas deficiencias producen en el Estado, en las empresas, en las familias y en las vidas de las personas que tienen que tomar decisiones, muchas veces cruciales, sin tener el herramental para hacerlo, algo que ya existe y que es aprendible, pero que no se les enseña?

Y eso a todos los niveles.

Pero sin conciencia de la deficiencia ¿quiénes querrán subsanarlo?

Es complicado.

¿Cuáles indicadores determinan la competencia lectora?

¿Cómo sé si soy un lector eficiente?

Partamos de la definición de la competencia lectora. La Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE
, propuso en el 2009 la siguiente:

“la capacidad de comprender, utilizar, reflexionar e interesarse por los textos escritos para alcanzar los propios objetivos, desarrollar el conocimiento y potencial personales, y participar en la sociedad”.

Si implica utilizar, reflexionar e interesarse vinculándolos a los propios objetivos, el desarrollo del conocimiento y el potencial personales y la participación en la sociedad, la competencia lectora va más allá de la comprensión.

Propongo la autoevaluación en 15 áreas:

PPF (palabras por fijación)                       1          2          3          4          Más de 4

PPM (palabras por minuto)                      200     400     600     800     Más de 800

Propósito y objetivos personales              Claros            Indefinidos   Confusos

Hace prelectura y codifica valor info       Sí        No

Capacidad de modular el ritmo al leer    Sí        No

Activación conocimiento pasivo               Sí        No

Conversión texto a imágenes mentales   Sí        No

Capacidad de preguntar al texto              Sí        No

Clarificar la estrategia del autor               Sí        No

Aplicar un neuroformato al texto             Sí        No

Saber aplicar codificación en imágenes  Sí        No

Saber superar la Curva de Ebbinghaus   Sí        No

Encontrar los 7 tipos de información      Sí        No

Aplicar la información al desempeño      Escaso           Regular          Bueno

Convertir info en conocimiento               Escaso           Regular          Excelente

La clave es la autoevaluación honesta

Podemos intentar engañar y engatusar a los demás, algo bastante frecuente en nuestro país, pero no es tan sencillo (aunque sí es posible) autoengañarnos. Y eso deriva en el frecuente síndrome del impostor, que tanto abunda en nuestro país y en la inseguridad rayana en la parálisis que lleva a que muchísimos profesionales prefieran dedicarse a ocupaciones distintas a aquellas para las que se formaron académicamente.

Un lector eficiente sabe responder con precisión a cada una de esas 15 áreas y sabe aplicar las estrategias correspondientes para elevar sus indicadores. Un lector no eficiente puede creer que sabe (Efecto Dunning-Kruger), pero nunca se ha entrenado en competencia lectora, lo que no le permitirá salir de su zona de confort convertida en zona de estancamiento.

Y es que la competencia lectora se adquiere por entrenamiento.

Si no nos hemos entrenados de manera deliberada para adquirirla, simplemente no la tenemos. Y no es consiste en un entendimiento intelectual, sino en un cambio de hábito lector que toma tiempo y algo de esfuerzo adquirir, pero que tendrá un impacto poderoso en nuestra vida.

Y nos transformará.

* Aquiles Julián. Presidente del Centro PEN RD Internacional.