Nos gusta aprender sobre lo que nos apasiona, lo que conecta con nuestros intereses, nuestros talentos y dones, nuestra vocación.

El cerebro, esa formidable máquina de aprender que todos poseemos, lo disfruta tanto que todo lo subordina a ese propósito.

Se nos olvida comer, dormir, embebidos en el aprendizaje.

Esa experiencia todos la hemos vivido. Nunca hemos disfrutado más. Es el pico de la Pirámide de Maslow, porque estamos en La Zona, vivimos el nivel de autorrealización.

Piense en Edison, durmiendo sobre una mesa de madera en su laboratorio, incapaz de alejarse de su zona de trabajo que era también su zona de experimentación y aprendizaje, y me entenderá.

Edison durmiendo en su laboratorio.
Edison durmiendo en su laboratorio.

Es la experiencia máxima, la plenitud.

Y podemos aprender a alcanzarla y mantenerla, porque todos tenemos intereses, vocaciones, talentos y dones sobre los que podemos construir nuestra excepcionalidad, ya que todos nacimos para brillar, para aportar y ser excepcionales.

Si entendemos lo anterior, veremos cuán estúpida es la sociedad que hemos construido que busca adocenarnos, mediocrizarnos, cualquierizarnos, cuando eso, en vez de beneficiarnos, nos empobrece, bestializa y perjudica a todos, sin excepción.

¿Por qué? Porque el otro nos expande, nos complementa, nos completa y nos engrandece, ya que aporta lo que nos falta.

Y hasta que no entendamos lo anterior, viviremos en la prehistoria social, en un estadio prerracional y prehumano, porque no vemos la riqueza que hay en cada persona y creeremos que hundir al otro es lo que nos permite sobresalir, cuando es al revés.

No somos, todavía, para nada una sociedad civilizada y humana, sino un estadio del salvajismo, por más bombo que nos demos.

Conciencia, responsabilidad y compromiso

Hay una etapa en que dependemos de otros para existir y ser que, en los humanos como especie, es la más larga.

No es que somos seres sociales, es que, sin la sociedad, sin los demás (porque incluso nuestros padres pertenecen a los demás, por cierto), no hay posibilidad de existencia alguna, como especie.

Aunque tenemos mitos, como el de Rómulo y Remo, el mito romano de los niños criados por una loba, los casos empíricos de niños criados por animales, como el de Dina Sanichar, probaron que sus cerebros habían perdido la posibilidad de ser humanizados, fueron incapaces de adquirir las mínimas habilidades humanas, eran fieras con forma humana, más inhumanos que los animales domésticos.

Hasta los primeros 8 a 10 años es crítico la dependencia de nuestros padres y tutores y nuestro grupo social. Como especie, el destete psicosocial ocurre de manera muy tardía, a los 12 o 13 años, cuando inicia la adolescencia.

Y ahí buscamos la inserción, la aprobación, la aceptación y el reconocimiento del grupo: amigos, pandilla.

Son los años turbulentos de la adolescencia, cuando los padres pierden el control y la influencia sobre sus hijos.

Y en esos años es que conviene que empiecen a desarrollar su conciencia, su responsabilidad y su compromiso, tareas que hay que promover desde los centros educativos.

La importancia de leer y de los libros

¿Qué posibilitó la escritura, los libros y la lectura? Dialogar con las mentes más brillantes y agudas de la humanidad y dar continuidad a la construcción de un bagaje cultural que creció año tras año, por milenios.

Ahora vivimos un tiempo extraordinario, en que lo que antes tomó milenios y luego siglos, hoy se multiplica en pocos años.

Y la velocidad de crecimiento de la información, tanto en cantidad como en calidad, es sorprende.

El inventor, arquitecto y escritor norteamericano Richard Buckminster Fuller  desarrolló la denominada Knowledge Doubling Curve  (curva de duplicación del conocimiento), mediante la cual mostró cómo en 1900, la humanidad duplicaba todo su saber cada 100 años; en 1945, cada 25 años y, en 1975, cada 12 años.

Antes del desarrollo de las aplicaciones de inteligencia artificial se estimaba que el conocimiento se duplicaba cada dos años. En el 2020, Amitabh Ray estimó que el conocimiento (más bien, el volumen de información disponible), se duplicaba cada 12 horas. Eso significa dos veces por día. ¿Y ahora, con la inteligencia artificial en boga?

Un indicador puede sernos útil, evaluando la propagación de los nuevos medios. A la radio le tomó 38 años llegar a tener 50 millones de usuarios; a la TV le llevó 13 años, al Ipod solo 4 años, a la Internet 3 años, a Facebook 1 año y a Twitter sólo 9 meses.

Y hoy, vivimos una prodigiosa época para el acceso a la información. El libro digital y los documentos en línea, la nube, las redes sociales, son potentes recursos y el intercambio entre personas con intereses afines alcanza el ámbito mundial. Y dentro de poco ni siquiera el idioma será una barrera.

Nuestro recurso más valioso son los libros, porque han sido desde miles de años el medio ideal para organizar, estructurar, conservar y compartir la información, las ideas, la imaginación y las anticipaciones de las mentes más útiles y valiosas de la humanidad.

Ahora, antes que ir a los libros, conviene definir qué información nos interesa adquirir.

Además de establecer nuestra meta de aprendizaje, es apropiado emplear un valioso recurso para saber qué sabemos y qué nos faltaría por saber.

Esa herramienta es elaborar un mapa mental.

El valor de realizar un mapa mental

Debo empezar por declarar mi admiración, gratitud y respeto por más de 40 años a Tony Buzan, una de las personas que más han influido en mi vida intelectual y profesional.

Llegué a pensar crear en RD un Buzan Centre, por mi admiración por este inglés que tanto ha hecho por la humanidad, la inteligencia y el pensamiento.

Uno de los grandes aportes de Buzan es el mapa mental.

¿Qué es un mapa mental? Es un diagrama o representación gráfica en que incluimos información, dibujos, flechas, líneas, colores, formas, etc., sobre un tema, lo que nos permite trabajar de manera conjunta a nuestro cerebro lógico y racional como el creativo y artístico, para estructurar la información.

La estructura normal de un mapa mental, que también llaman neuroformato, suele ser radial (aunque hay otras opciones: secuencial, longitudinal, etc.), con el tema mayor al centro y de allí se desprenden subtemas o ramas periféricas y alrededor de esos subtemas se agrupan conceptos claves de una, dos o tres palabras, bien condensadas, con la información valiosa a ese subtema específico.

El mapa mental no solo nos sirve para recopilar la información que poseemos, sino también nos ayuda a detectar información necesaria que no poseemos.

Tres tipos de libros y tres tipos de lectura

Los libros se agrupan en tres grandes categorías.

Los libros de crecimiento espiritual.

Los libros de imaginación y creación. 

Los libros técnicos, científicos y de formación.

Cada una de esas grandes categorías tiene un tipo de lectura que le es adecuado. Como somos parte de la tradición judeocristiana, empezaré por el libro de libros, esa compilación de libros que llamamos La Biblia.

Bien, según la propia Biblia, ella no se lee. ¿Qué se hace con La Biblia? David lo explica en Los Salmos:

“En Tu palabra medito noche y día”.

La Biblia se medita.

La Biblia.

Ahora, hay libros para la recreación, el disfrute, la imaginación. Son los poemarios, cuentos, novelas, dramas y ensayos literarios. Esos libros se leen, porque operan sobre las posibilidades y las alternativas, sobre realidades opcionales, exploratorias.

En los libros de imaginación lo que importa no son los datos, sino elementos como la forma de expresión, las imágenes, el ritmo, la arquitectura, la creatividad, la belleza.

Es una lectura para degustar, paladear, disfrutar.

Así que estos libros se leen, entendido como el placer de hacerlo. Se lee por placer y hacerlo produce placer.

Ahora tenemos un tercer tipo de libros: los profesionales, técnicos, académicos y de formación. Y aquí lo que cuenta es mover información de la página al cerebro del lector.

Y eso es un trabajo de tipo intelectual.

Estos libros, pues, no se leen, estos libros se trabajan.

Y ese trabajo tiene procedimientos y recursos que lo aceleran y que aspiramos a ir mostrando y compartiendo, para que más personas lean de manera eficiente y profesional los libros de esta categoría.

Los cuatro tipos de información disponible en un libro

Los libros técnicos, científicos y de formación no se leen, se trabajan, repetimos.

Es una acción de transferencia de información desde las páginas a la mente, a través de una operación de la que la lectura es una parte, pero no la única.

Con respecto a nuestros propósitos, a nuestras metas, la información existente en un libro no es uniforme en su valor y pertinencia.

Y entra en una de cuatro categorías con respecto a la meta:

Uno: Conocida y Relevante

 Dos: Desconocida y Relevante 

Tres: Conocida y no relevante 

Cuatro: Desconocida y no relevante

Si llevamos esto a un eje cartesiano, se vería de esta manera:

Es claro que los cuadrantes C y D, la información no relevante, sea conocida o desconocida, no vienen a cuento y dedicar tiempo a las páginas con este tipo de información es un desperdicio, carente de valor inmediato. El número de estas páginas varía de un libro a otro, pero suele ser alto en muchos libros.

Las dos siguientes categorías responden a la información relevante, tanto la conocida como la desconocida.

En la información conocida estamos refrescando algo que ya sabíamos.

En la desconocida, la más importante de todas, estamos adquiriendo nueva información.

El primer paso, entonces, es poder discernir en cuál categoría cae cada una de las páginas de un libro, antes de dedicar trabajo (porque se trata de eso, un trabajo intelectual, entendiendo por trabajo la dedicación de un tiempo y un esfuerzo a la producción de un resultado útil y positivo) a un libro, hay que enfocar el esfuerzo en lo que es relevante y pertinente.

De ahí que conviene aprender a hacer una revisión previa de un libro y ubicar dónde está cada una de estos cuatro tipos o categorías de información, marcándolas, para poder concentrar la atención y el esfuerzo de lectura en las partes realmente significativas y convenientes.

Precisamente, vamos a compartir en el siguiente artículo un procedimiento para hacer la prelectura y la codificación en colores del contenido, al igual que la importancia de modular la velocidad de lectura para optimizar nuestro tiempo de lectura, de manera que agilicemos el esfuerzo lector y seamos más productivos.

Este es un prerrequisito para calificar como un lector eficiente.

Y muchos, demasiados, lo desconocen.

Aquiles Julián. Presidente del Centro PEN RD Internacional